CAPÍTULO 12

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Pasó una semana desde que tenía un nuevo empleado. Y ahora me encontraba con los codos reposando sobre la superficie de la recepción, mirando hacia el interior del restorán, buscando con mis ojos aquello que traía mi malestar a flor de piel, la fuente de mis suspiros enervantes y la causa del desastre revuelto de mi mente.

—Esta ya es como la cuarta vez que suspiras —¡Y no era para menos! Me enderecé y centré mis ojos en la figura de Virginia. Ella me miraba entre curiosa y preocupada con la escoba quieta entre las manos— ¿Sucede algo, jefa? —Aún no me acostumbraba a aquel apelativo.

—Es solo... que ese idiota está retrasado —dije evidenciando mi malestar.

—Pero... aún faltan quince minutos para la hora de apertura —La miré de mala gana.

—Eso no es excusa para no estar aquí antes de tiempo. Ese mocoso es un haragán.

Virginia me miró asustada, seguramente tomando nota mental de no llegar nunca justo sobre la hora. Por supuesto que a ella no la regañaría, mi problema era solo con Dennis y nadie más.

Antes de que alguna de las dos pudiera decir algo más, las campanillas sonaron para anunciar que alguien abría la puerta.

—Ja, y hasta que te dignas a aparecer.

Dennis hizo una finta de saludo, la cual remplazó con una rápida ojeada a su reloj, un reloj deportivo. Así que el chico es un chico fitness.

—Llegué justo a tiempo —contradijo sosteniendo un casco negro en una de sus manos. Rodé los ojos, al igual que lo he estado haciendo toda la semana cada vez que lo veía llegar en moto, obvio, la moto no podía faltar en la indumentaria del chico malo. Y eso a mí me molesta, todo de él me molesta.

Dennis ignoró mi gesto de odio que le dediqué y se centró en desearle unos buenos días a su compañera de trabajo. Virginia no hizo ni el menor esfuerzo en ocultar que la llegada de Dennis le alegraba de gran manera. Le sonrió ampliamente mientras detenía su tarea de limpiar el piso.

Ver cómo se lleva con virginia, me molesta.

Cuando se hizo la hora de iniciar con la jornada laboral, no tardaron en arribar los primeros clientes deseosos de pedir sus empalagosos desayunos. Dennis, con el mandil perfectamente colocado y sumamente pulcro, tomó la orden de cada comensal. Los clientes, sobre todo las femeninas, mostraban en sus ojos el entusiasmo de recibir una sonrisa atractiva a cambio de la toma de sus pedidos. Dennis, hasta el momento, no había cometido ningún error con los pedidos, ni tampoco con el trato a los clientes. Incluso el restorán se había ganado algunos nuevos clientes, seguramente, atraídos por la exquisita personalidad de mi odioso empleado.

Sé que dije que me aprovecharía de su belleza para fines económicos, pero... ver lo bien que se desempeña en su trabajo, me molesta.

No puedo engañarme más a mí misma. La sola presencia de Dennis es una gran molestia, y que sea perfecto en todo lo que hace, y no me dé ninguna excusa para despedirlo, lo hace aún más difícil.

A mitad de jornada, me encontraba encerrada en la cocina preparando un pedido de milhojas de salmón ahumado. Mientras apilaba las rebanadas de pescado, me llegó un mensaje de mi prometido. Suspiré y luego dejé que una pequeña sonrisa se dibujara en mi rostro. Él era el único rayo de luz en esta pesadilla. Tal vez debería verlo esta noche para que se deshiciera de mi malhumor. Intercambiamos un par de frases melosas y emoticones acorazonados antes de abordar el tema de la noche. Al final, decidimos encontrarnos en un bar. También invitaríamos a Devon. El chico no tenía más amigos que nosotros, ni tampoco pareja. No es que fuera muy tímido o tuviera dificultades a la hora de relacionarse con otros, solo que nunca mostró el suficiente interés en alguien más como para intentar aprenderse siquiera su nombre. Era un chico algo excéntrico que vivía en su propio mundo y a su modo sin importarle el decir de otro. Pero, a pesar de eso, sabías que nunca iba a fallarte. Por eso lo quería tanto, era una persona muy inusual e indispensable en mi vida.

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