CAPÍTULO 16

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—Puedo explicarlo... —comencé, pero las palabras de Devon me detuvieron.

Mi mejor amigo me vio con un gesto de incomodidad, y, luego de enviarle una segunda mirada precavida a la nota, lo escuché aclararse la voz.

—Jaseth..., para mí siempre fuiste una hermana —dijo y lo vi esquivar mis ojos.

—¿Qué? —pregunté completamente confundida.

—Nunca te vi de esa manera..., y tampoco podría. Como te digo, te considero mi hermana... —Y entonces entendí a lo que se refería.

—¡No seas idiota!, no eres tú quien me gusta.

—Entonces, ¿quién es esta "D"? —me cuestionó mostrándome la nota y señalando la "D" en crayón sobre ella. Se oía entre indignado e incrédulo—. ¿No es "D" de Devon? No me mientas.

—No eres tú. Además, ni la escribí yo —Devon volvió a mirar la nota aún más confundido.

—Entonces, ¿quién es esa persona que su nombre empieza con "J" y gusta de mí? —Lo vi subir los ojos al techo, como intentando pensar en quién más conocía que cuyo nombre de pila empezara con "J".

—Es de Dennis.

Devon me miró un par de segundos en silencio, y entendí que logró procesar toda la información cuando abrió la boca de par en par.

—¿O sea que el que te gusta es Dennis? —me preguntó completamente encendido, incluso lo vi pegar un pequeño saltito para acercarse más a mí y comenzó a hablarme bajito como si estuviéramos hablando de un secreto—. Por cierto, tiene una letra muy fea. Parece que lo haya escrito un niño de seis años.

—Es que tenía seis años cuando la escribió. Éramos niños.

Devon me envió una mirada inquisitiva. Yo me sentí atrapada en algo que acababa de decir.

—¿La conservas desde hace más de diez años? ¡Sí que debe gustarte mucho!

—No, eso no tiene nada que ver con esto —le dije, refiriéndome a la nota e intenté negarlo al verme expuesta.

—Entonces, ¿por qué tenías esto en tu mesita de luz? ¿Y quién es el que te gusta? —me preguntó, pero él, tanto como yo, sabíamos la respuesta.

Lo miré en silencio, incapaz de decir nada, de negar la realidad o de inventarme un nombre en el momento. Él me miró atento, intentando descifrar, en cada segundo, que pasaba por mi expresión, lo vi abrir la boca en un gesto de comprensión como si fuera a cámara lenta y, mientras intentaba procesar toda la nueva información, volvió a sentarse en la cama. Diablos, lo sabía. No podía ocultarlo. Me senté junto a él y me tomé la cabeza entre ambas manos, despeinando mi cabello con desesperación.

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