CAPÍTULO 22

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Estaba parada en el umbral que divide el living de la cocina. De un lado, estaba Dennis y Aquiles jugando a la consola; del otro, mi papá llenaba de besos a mi mamá.

—... Todavía no te vas y ya te estoy extrañando.

Sentí una sensación helada invadirme el pecho al escuchar aquella frase. La extrañeza y la familiaridad resonaron en lo más hondo de mi mente. Esas palabras ya las escuché antes. Volví a mirar a mi alrededor. La escena era repetida, ya la había vivido antes; estoy segura.

A continuación, mi madre saludó a mi padre con un beso que lo hizo sonreír como un adolescente enamorado.

No, no. Ya sabía lo que iba a suceder.

La vi salir de la cocina y dirigirse hacia la salida. Corrí detrás de ella. ¡Debo detenerla! No debe salir. Si atraviesa esa puerta y se sube a su coche será el fin. La tomé del brazo y le dije en un tono desesperante:

—No te vayas. Mamá, por favor, quédate.

—Lo siento, sabes que esta reunión es muy importante. No puedo faltar. Cuando vuelva, hablaremos.

—No, mamá. ¡Mamá!

Lloré, le rogué, incluso me aferré a ella con fuerza. Pero cuando la parca escribe tu nombre, no hay manera de borrarlo del libro del destino. Estás marcado.

Y la vi atravesar la puerta.

Me senté de sopetón. Mi pecho subía y bajaba como loco. Presioné las sábanas bajo mis dedos con furia. Todavía no podía creerlo.

No puedo aceptarlo. Mi mamá no pudo habernos dejado. Pero es una realidad.

Me llevé las palmas al rostro humedecido de lágrimas cuando los recuerdos de ayer comenzaron a asaltarme:

Me veo a mí misma de vuelta en el pasillo del hospital. Rodeada de llanto, gritos y personas apresuradas. Un pitido agudo en mis oídos me desconcertó. Era como encontrarme despierta en una pesadilla y ya no ser dueña de mí misma. Sentía las siluetas que pasaban junto a mí y corrían en dirección a la camilla. No sé si intentaron revivirla o no lo hicieron.

Un grito se oyó lejano. Lo volví a escuchar, y fue tan fuerte que se sobrepuso al aturdimiento que me estaba embarcando. Mi padre gritaba y lloraba. Lo vi tomar al doctor del cuello de la bata médica y exigirle con la voz quebrada:

—Haz algo, no la dejes morir. Revívela ahora mismo.—El doctor lo miró en silencio, sus ojos estaban decaídos en dos bolsas pesadas. El médico pasó saliva, pero se mantuvo sin abrir la boca. ¿Qué podía decir? Mi padre recorrió su rostro con las pupilas nerviosas, y, al entender lo que significaba aquel silencio sepulcral, aflojó el agarre a la bata y su rostro se descompuso en un gesto desesperado y de súplica. Su voz comenzó a escucharse más baja y quebrada, algo en su interior se estaba rompiendo.— No la dejes ir..., por favor.

No pude ver más. Una fuerte opresión en el pecho me estaba asfixiando. Necesitaba algo que me calmara, algo o a alguien. Caminé torpemente por el pasillo, alejándome hasta donde mis piernas temblorosas me lo permitieron. Encontré una puerta de cristal que daba a un pequeño descanso. Me inmiscuí, intentando huir de lo imposible.

Apoyé mi espalda contra la pared del exterior. Respiré hondo, pero me ahogué con mi propio aliento. Sentí una risa estertorosa asaltarme de repente. La risa se mezcló con quejidos, llantos y lágrimas pesadas. No entendía bien lo que me pasaba, solo sabía que estaba entrando en un cuadro agudo de locura. Necesitaba ayuda, necesitaba que alguien me sacara del abismo en el que estaba cayendo. Pero ¿quién? Un nombre pasó por mi mente.

Tomé mi celular. Lo desbloqué con dificultad y procedí, con dedos temblorosos, a buscar en la lista de contactos hasta encontrar el siguiente nombre: "Osito". Sostuve el índice sobre el botón de llamar, pero no pude bajar el dedo para presionarlo. Necesitaba contarle a alguien, que alguien me consolara, me abrazara para quitarme este peso frío de mi cuerpo. Necesitaba calor, un calor tierno que me salvara. Sabía que ese calor podía dármelo Bear, pero..., sin entender bien por qué, no podía, no podía llamarlo.

FLASH-SIDEWAYOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz