CAPÍTULO 6

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Dennis...

Dennis, Dennis...

Ese nombre me sonaba de algún lado, no estaba muy segura de dónde, pero sentía que, muy muy en el fondo de mi mente, se escondía un recuerdo con ese nombre. Tal vez... ¿unos ojos azules acompañaban ese nombre?, no estaba muy segura.

Sin poder lidiar más con la curiosidad, me vi obligada a llamar a Devon por más información, aproveché que en ese momento no había nadie en el local para poder hablar libremente con mi amigo.

—¿Solo pudiste averiguar su nombre? —le pregunté cuando escuché que alguien atendió del otro lado de la línea.

—Sí, y que de niño estaba enamorado de ti —y escuché que lanzó una sonora carcajada.

—No creo que recuerde eso, éramos niños —le dije, pero Devon volvió a reír, parecía divertido por aquel recuerdo.

—No digas eso, el primer amor de un hombre nunca se olvida.

Yo rodé los ojos al escuchar por una tercera vez su carcajada.

—Llegó una hora antes del mediodía, y al parecer se quedará en nuestra casa por un tiempo.

—¿Y qué te pareció?

—Hmm, no sabría decirlo. No puedo decidirme entre si es un chico bueno que finge ser malo o un chico malo que finge ser bueno.

—¿Qué? —Esta vez fui yo la que se carcajeó. Esa era una manera muy extraña de definir a una persona.

—Ya lo verás por ti misma cuando vengas a cenar en la noche; y podrás sacar tus propias conclusiones.

Corté la llamada cuando sentí que volvía a sonar la campanilla de la puerta.

—Lo siento, Devon. Llegó un nuevo cliente.

Pero a pesar de que volví al trabajo, mi mente se quedó divagando en aquella información revelada por mi amigo.

Dennis, Dennis... Debo decir que sentía que no era la primera vez que escuchaba ese nombre. Ese nombre se sentía como una vieja estela que me llevaría a un recuerdo lejano, ya empolvado. Tal vez, con soplar un poco sobre la superficie, podría traerlo de vuelta al presente.

Luego del trabajo, llegando a mi casa más temprano de lo habitual, me encerré en mi habitación con la excusa de vestirme para la cena de esa noche.

Comencé a rebuscar en los estantes superiores de mi placar, allí tenía varias cajas y bolsas donde había guardado cosas de mi infancia, que, por sentimentalismos y demás nostalgias, no había tenido el corazón para deshacerme. Tomé la primera caja, allí no había más que juguetes. En la segunda caja que rebusqué, había algunos libros infantiles y algunas revistas escolares, estaba por darme por vencida, cuando encontré un infiltrado entre aquellos encuadernados. Se trataba de un papel viejo, mal doblado. Lo abrí con cuidado, tenía miedo de romperlo, ya que parecía que con los años la hoja se había debilitado.

Mis ojos se ampliaron cual dos luceros al ver lo que había allí gravado. Dentro de un corazón maltrecho, se encontraban una J + D garabateadas con un pulso infantil. Tomé otro de los cuadernos de la caja, y comparé mi letra de niña con la de aquel papel. Definitivamente no se trataba de mi letra, alguien más había escrito esa declaración y me la había entregado; y yo la había guardado en esa caja durante todo este tiempo, tanto, que ya me había olvidado de ella.

Observando la hoja frente a mí, esas letras trajeron una imagen a mi memoria, se trataba de un pequeño niño entregándome ese papel, como si se tratara de un contrato; pero este papel no era lo único que me había dado, no, había sido entregado con una promesa.

FLASH-SIDEWAYWhere stories live. Discover now