CAPÍTULO 2

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Me despertó la molesta alarma que tenía programada para que sonara a las siete de la mañana. Me desperecé con algo de reticencia. Era molesto levantarse temprano, pero la dueña no podía llegar tarde, eso sería muy humillante.

Luego de bostezar, lo primero que hice fue tomar mi celular de la mesita de luz y ver la casilla de mensajes, y, como esperaba cada mañana, tenía un mensaje pendiente.

"Buenos días, hermosa". Sonreí al leer mentalmente aquellas palabras. Siempre lograban alegrarme para comenzar el día de la mejor manera.

Salí de mi habitación y caminé por el pasillo hasta la cocina, como siempre, mi madrugador padre ya había preparado el desayuno para mi madre y para mí.

—Buenos días, papi —lo saludé con un beso en la mejilla.

—Buenos días, princesa —me devolvió el saludo y colocó un café con mucha crema y canela sobre la mesa, tal como me gustaba a mí.

Un minuto después, escuché unos pasos pesados por el pasillo, era mi madre que, con cara muy de malas, se acercaba hasta la mesa. Odiaba levantarse temprano, y no tenía cuidado de demostrarlo con su cara de pocos amigos, pero mi papá, en vez de asustarle su cara, parecía enamorarlo aún más.

—Mi gruñona ya se levantó —la molestó mientras dejaba un beso sobre su cabello.

—No me molestes tan temprano, Marcus —respondió ella luego de un bufido. Él solo respondió con una risa tierna.

—Toma café, te subirá el humor.

—Ah, sí que me conoces bien —respondió ella tomando el café con ambas manos.

—Claro, llevamos veinte años casados —le recordó con una enorme sonrisa nostálgica, como si recordara todos sus años juntos. Nunca creí que se pudiera amar a la misma persona durante tanto tiempo, pero ellos me demostraban lo contrario, a pesar de las penurias y los malentendidos, siempre volvían a estar juntos. "Ella es mi sol", me dijo una vez mi papá, ", sin ella no sabría cómo vivir".

Pensé en el mensaje en mi celular. ¿Nosotros dos podremos amarnos igual que mis padres sin importar el tiempo que pase?, cuando seamos viejos y la pasión de nuestros cuerpos se haya enfriado, ¿los sentimientos seguirán estando igual de fuertes?

No sabía si era posible poder tener algo tan fuerte y duradero como lo de mis padres, pero era una meta que un día me gustaría alcanzar. Me pregunté si él era el chico indicado.

Mis pensamientos fueron interrumpidos cuando mi pequeño hermanito se levantó. Caminó perezosamente hasta la mesa y se sentó refregándose un ojo, como si con eso pudiera quitarle la pesadez del sueño.

—Aquiles, aquí tienes tu chocolate. Cuando terminen sus desayunos, los alcanzaré —nos anunció mi padre. Yo asentí y terminé de tomarme mi taza. Mi hermanito me imitó, intercalando los sorbos de su chocolate con algunos mordiscos a las galletas de vainilla.

Nuestro padre siempre nos llevaba, ya que su trabajo quedaba de pasada. En cambio, mi mamá tenía que tomar un camino hacia el otro lado de la ciudad.

Me perdí en mi habitación por unos minutos para mudarme de ropa. Cuando volví, mi padre y mi hermanito me estaban esperando en el auto. Cerré la puerta de calle y fue cuando, de camino al auto, la voz de mi mamá me interrumpió.

—Jaseth —me llamó, yo me acerqué a ella con curiosidad. Ahora sí que tenía mejor semblante. Todos los días era lo mismo, luego de su desayuno, milagrosamente desaparecía el mal humor de ella—. Toma, para que decores el mostrador —dijo y cortó un par de girasoles de su jardín, los cuales estaba regando en ese preciso momento. Yo los recibí con una enorme sonrisa. Esos girasoles eran la adoración de mi madre, según contaba ella, los había plantado accidentalmente cuando recién se mudaron y desde entonces, año tras año, volvían a florecer. Nunca me explicó qué significaba "plantar accidentalmente", no sé cómo eso es posible, pero conociendo la locura de mis padres es mejor no indagar.

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