8 | «No iré por la espalda.»

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En el momento en que mi culo tocó aquella silla supe que mi cabello iba a pasar de ser un desastre a parecer el de una princesa, y con orgullo digo que no me equivoqué.

El trabajo de Lilith es estupendo, tanto que me siento como Mia Thermopolis de El diario de la princesa después de su "transformación".

Otra chica, Katia, me ayudó con el vestido y Leonard con los zapatos, a pesar de que le insistí en que podía hacerlo yo misma.

—Corbyn está listo —informa Camille entrando en la habitación—. ¿Tú cómo vas?

—Ya terminamos también —responde Leonard—. Corbyn tiene buen gusto por las chicas, eh.

—¡Leo! —exclama Camille agrandando los ojos como platos.

—¡Como si mi comentario pudiera preocuparle a Corbyn! —dice él riendo—. ¿Olvidas que soy gay?

Camille se tapa el rostro suspirando y luego sonríe.

—Ya vamos de una vez, Sam, antes de que se te pegue lo idiota.

Frunzo el ceño ante la grosería y en mi mente proceso algo que decirle para hacerle notar que está mal, pero en cuanto Leonard le saca la lengua sonriendo me doy cuenta de que solo están bromeando.

Lilith y Leonard son parte del personal de Liam hace mucho, Camille trabaja con él hace bastante también, es obvio que tienen la confianza suficiente como para hacerse esas bromas.

Estoy demasiado paranoica hoy, Dios.

Sigo a Camille escaleras arriba y a través de un largo pasillo. Se detiene casi al final del pasillo cuando su teléfono suena y atiende la llamada, señalando una de las puertas del pasillo.

—Esa es la habitación de Liam, quiere hablar contigo antes de que salgan donde todos los vean.

Frunzo la nariz y toco la puerta mientras Camille se aleja con el teléfono en la oreja.

—Pasa —escucho su voz y entro.

No necesito siquiera poner un pie dentro de la habitación para notar el cuadro que cuelga en la cabecera de su cama porque este se roba mi atención ni bien abro la puerta. Es el que compró compitiendo con el otro hombre, y terminó costándole cinco mil dólares por cabeza dura.

—Mierda...

—¿Qué?

—Nada, solo no empieces con tus sermones —me advierte viendo que tengo los ojos fijos en el cuadro.

—No iba a decir nada —alzo las manos en el aire como inocente.

—Bien, yo sí —se acerca a mí acomodándose la corbata y siento la necesidad de ponerme con la espalda lo más recta posible—. Van a pedir que nos besemos muchas veces pero no tienes que hacerlo si no quieres, Sam. No te sientas presionada, de verdad.

—Está bien, no me molesta...después de todo es publicidad ¿no?

Noto como traga grueso y escanea mi rostro lentamente, cosa que me hace ponerme nerviosa al instante y ni siquiera sé por qué.

—Sí, eso mismo, buscamos que los medios hablen de nosotros.

—Ya nos amamos una vez, fingirlo no puede ser tan difícil...

—Sí, Sam —camina hacia la puerta tronándose el cuello—. Démosle la foto de portada que desean.

Al abrirse las puertas del estacionamiento del edificio las cámaras comienzan a hacer lo suyo. Por suerte a alguien se le ocurrió la brillante idea de despistarlos haciendo que del edificio salga más de un auto.

Una canción no fue suficiente [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora