23 | «Todo es cuestión de límites»

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Salgo de la estación de policía frustrada, con las lágrimas desbordándome los ojos y con una punzada horrible en el pecho. Lo de la orden de alejamiento quedó en absolutamente nada, la ley no sirve y esto es solo una prueba más de ello. Esperan a que pase lo peor para recién tomar cartas en el asunto y cuando lo hacen evidentemente ya es demasiado tarde.

Me detengo en el semáforo y aprovecho el tiempo para llamar a Eri que no tarda ni medio segundo en contestar.

—¿Dónde fuiste? ¿Estás bien? Cuando me desperté no te encontré por ningún lado y me espanté, vas a volverme loca, Samantha Kein.

—Vine a la estación de policía —oigo su suspiro de alivio—, pero no han hecho nada, son unos inútiles.

—¿Cómo que no han hecho nada? ¿Y qué vamos a hacer nosotras entonces?

Dios, esto es demasiado estresante y ya comienza a dolerme la cabeza.

—Me dijeron que intentara mantenerme alejada de él, que no lo provocara y que si intentaba hacerme algo otra vez podía hacer uso de la defensa propia.

Como si pudiera realmente hacerle algo a un chico que me dobla el tamaño y triplica mi fuerza.

—La policía apesta, es igual con todo —en su voz noto la decepción—. ¿Qué se supone que hagamos? Sentarnos a esperar hasta que se le pase la obsesión contigo?

Me encojo de hombros como si ella pudiera verme y cruzo la calle.

—Voy a intentar no frecuentar los mismos lugares que él y ya, en algún momento va a encontrar a alguien más y dejará de molestarme.

—¿Y si eso no pasa?

—Confiaré en que sí. Nada dura para siempre, y no puede estar toda la vida detrás de mi.

Al llegar a la otra calle me subo al auto de Eri y me pongo en marcha hacia casa de Liam. Esta tarde es la exposición en la galería y aún quedan muchas cosas por hacer, principalmente conmigo. Leo se ofreció a maquillarme y peinarme, de mi ropa se encarga Eri porque a ella se le da bien escoger vestidos bonitos, y bueno, yo solo tengo que encargarme de estar en la galería a tiempo para cuando anuncien mi nombre.

Tengo que admitir que estoy aún más nerviosa que la primera vez. Antes no tenía expectativas de llegar a vender siquiera un cuadro, pero vendí siete y ahora quiero superar esa marca.

Al llegar al edificio el chico de recepción me abre la puerta con una sonrisa en sus labios. Le devuelvo la sonrisa amablemente y me meto en el ascensor soltando un suspiro. Que la jueza no a haya concedido la orden de alejamiento ni siquiera cuando fue solicitada por parte de la policía deja mis esperanzas rozando el suelo y aunque intente que no, me preocupa bastante. Sin embargo, por hoy voy a fingir que todo está bien, es un día importante y no voy a dejar que el estúpido de Joaquín me lo arruine.

—Cuando vi esto en lo único que podía pensar era en tu nombre y en mi mente te veía como una mujer que irradiaba poder —dice Eri tirando de mi hacia su habitación.

Encima de su cama descansa un traje blanco. El pantalón perfectamente liso a juego con un corsé blanco y la chaqueta del mismo color, al lado un par de tacones negros que combinan con el cinto del pantalón y de alguna forma resaltan los pendientes de esmeralda.

—Si la viera vestida así y no supiera que es un amor de persona me daría miedo hasta hablarle —comenta Uri desde el umbral de la puerta—. Vas a estar hermosa, Sam, y vas a deslumbrar delante de todos.

De repente comienza a lagrimar y se acerca a ambas uniéndonos a los tres en un abrazo.

—Estoy muy orgulloso de ti —susurra contra mi pelo mojándome con sus lágrimas.

Una canción no fue suficiente [✓]Where stories live. Discover now