33 | «Luz roja»

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Mi corazón se acelera al estacionar frente a la casa de mamá, la cobardía se apodera de mi y las ganas de encender el maldito auto y volver al apartamento me consumen. No me gusta dar el brazo a torcer, pero sé que ella no lo hará y lo que dijo Liam anoche me hizo pensar en que no hay que perder tiempo cuando se trata de aquellos a quienes amamos. Es cierto que se te escapa entre los dedos y que cuando quieres darte cuenta de ello es demasiado tarde. Así que ignorando a mi estúpido corazón abro la puerta del auto de Eri y pongo un pie fuera. Llevo un largo tiempo guardando algunas cosas y ya es momento de dejarlas ir.

Camino mordiéndome las uñas hacia la puerta y al llegar golpeo con timidez como si en vez de ser una mujer que va a casa de su madre fuera una niña regresando después de haber hecho algo malo sabiendo que será regañada. Mamá no tarda mucho en abrir y cuando lo hace su expresión sorprendida me sorprende a mi.

—¡Oh, pero miren a quien tenemos aquí! —suelta alzando las cejas—. Creí que no volvería a verte en un tiempo largo como la última vez.

Trago grueso viendo por encima de mi hombro hacia el auto. Ya es tarde para regresar.

—¿Está Laura? —pregunto antes que cualquier cosa.

—Pijamada en casa de una de sus amigas —dice ella negando con la cabeza.

—El otro día no debí haberme ido así, fui estúpida —llevo mis manos detrás de mi espalda—, lo siento.

Su rostro se transforma poco a poco a medida que comienza a sonreír.

—Ven aquí pequeña imbécil —dice abriendo los brazos—. Ambas fuimos estúpidas...

Y sí, admito que me sorprende mucho que lo esté aceptando a la primera sin soltar algún comentario sarcástico que duela.

—¿Puedo entrar? —pregunto secándome las lágrimas que caen por mis mejillas.

—¿Por qué siquiera lo preguntas? —se corre hacia un lado dejándome el espacio libre y me meto dentro de la casa.

Camino con sus manos en mis hombros hasta la cocina. Mientras yo me siento en la cabecera de la mesa ella se dirige a la cafetera y en menos de un minuto tiene listas dos tazas de café.

—¿Qué te hizo volver tan pronto? —dice dejando una de las tazas frente a mi—. La última vez que te enfadaste conmigo por algo sin sentido pasaron meses hasta que volví a saber de ti.

En realidad, nuestra última pelea fuerte no fue por una bobada ni algo sin sentido; al mes de haber muerto papá Eri me convenció de salir a bailar, juro que pasé todo el día planteándomelo, no quería hacerlo, pero ella insistió en que debía seguir adelante y que a papá no le gustaría verme así de demacrada, así que acepté. A la mañana siguiente cuando volví a casa me atacó con palabras diciendo que no pareciera que la muerte de papá me importara, que no se notaba lo triste que supuestamente estaba y que si tenía ánimos para andar de fiesta también debía tenerlos para ir a trabajar y a la universidad. Ese fue el día que me fui de casa, me mudé con Eri y ella me hizo entender que no estaba mal que saliera ni que me divirtiera, que el duelo se puede vivir de distintas formas y que ninguna de ellas es mala o mejor que otra.

—Bueno... quería pedirte perdón por como me comporté, entiendo que creas que mudarnos a la casa de Liam no fue lo adecuado, que es apresurado y todo eso, pero déjame decirte que no lo es...

Ella suspira llevando la taza a sus labios para beber un sorbo de café.

—Sigo pensando que si, así que, ¿Con qué exactamente vas a hacer que cambie de opinión? Podrían estarle causando un dolor en el culo a Liam y aún así las seguiría dejando quedarse con él... Debiste buscar mi ayuda, hija, sabes que estoy para apoyarte cuando lo necesites...

Una canción no fue suficiente [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora