36 | «Adiós»

9.1K 625 285
                                    

—¿Segura que quieres que me vaya? —pregunta Liam asomando la cabeza desde debajo de la sábana a la vez que recuesta su erección contra mi pierna.

—Tus fans esperan por ti —acuno sus mejillas entre mis manos y tiro de él para besarlo.

—En este momento detesto mi carrera y también la tuya. Deberías mandar a esos idiotas de la galería a la mierda, no necesitas ese dinero.

—Tengo un contrato, Liam, no puedo hacer lo que se me plazca con él, tú deberías saberlo —él más que nadie debería ser consciente de eso—. Tengo nueva inspiración y el presentimiento de que acabaré con los siete cuadros que me quedan por delante en menos de lo que crees.

—Si pasa mes y medio y no has ido a verme tendré que volver, lo siento.

Sonrío de lado negando con la cabeza.

—No vas a volver, Camille no va a dejarte.

—Puedo despedirla si se intenta oponer, total, luego la volveré a contratar —se encoge de hombros y sale de encima de mí para recostar su espalda en el respaldo de la cama.

—¿En cuantas horas sale tu avión? —pregunto viendo el reloj de pared.

—En tres, pero no importa si llego tarde, sin mi no hay show así que están obligados a esperarme de todas formas.

—Tienes que ducharte —lo miro con los ojos entornados—. Podemos darnos una última ducha juntos como despedida.

Una sonrisa pícara se forma en sus labios instantemente y no hace falta que se lo repita para que salga de la cama y estire su mano hacia mi. Dos horas después estamos entrando al aeropuerto rodeados de guardaespaldas porque una horda de fans a acudido a despedirlos y en cuanto bajamos del coche se nos hizo imposible avanzar. Liam apenas trae algo de equipaje, todo ya fue cargado mucho antes de que llegáramos así que solo carga a Harriet en su estuche y una mochila negra con agua y algunas cosas para comer. 

A pesar de la fila ser inmensamente larga, no se nos hace tediosa porque nos pasamos el tiempo despidiéndonos con besos quizá demasiados cariñosos y abrazos que darían cualquier cosa por terminar en algo más.

—Esta es tu última oportunidad para decirme que quieres que me quede, mis fans pueden seguir esperando —dice balanceándose de un lado al otro—. Mientras no suba a esa avión hay tiempo para todo, piénsalo, fenómeno.

Niego con la cabeza como las últimas quince veces que me ha preguntado lo mismo.

—Vamos a estar bien, solo es un mes, Liam —ruedo los ojos.

—La última vez que nos separamos pasamos cinco años lejos, no quiero que sea igual.

—No va a ser igual, terminaré con los cuadros lo más rápido que pueda e iré a verte, lo prometo.

Me hundo en sus brazos siendo balanceada por él y sonrío.

—Dame una fecha, algo conciso en qué basarme para no enloquecer.

—Mes y medio. Prometo que luego de eso iré a verte, no importa si ya he acabado con los cuadros o no.

Mi cabeza se esconde dentro de mis hombros al sentir el estruendo y seguido a eso su cuerpo que deja caer todo su peso sobre mis brazos.

—¿Liam... —no, no, no.

Él cae al suelo y yo con él, pero no es sino hasta que la mancha roja comienza a esparcirse por el suelo que me doy cuenta de lo que realmente está pasando. A la distancia los policías del aeropuerto sostienen a un tipo con capucha que a toda costa forcejea por escapar. Entre manotazo que va y amntoazo que viene la capucha se zafa y reconozco a Joaquín.

—Liam...

—Está bien, fenómeno. Está bien.

El aeropuerto entero comienza a movilizarse en busca de un doctor, de una ambulancia, de alguien que pueda hacer algo mientras yo me dedico a agarrar su cabeza y sostener su mano.

—Gracias por hacerme feliz durante este tiempo, Sam. 

—Cállate, Liam.

—No olvides mi voz ¿si? No lo hagas. Mi promesa... no voy a estar aquí para cumplirla, pero si puedo prometerte que siempre te acompañaré —estira su mano hasta mi mejilla apartando las lágrimas que no paran de salir—. No llores, fenómeno, está bien. No me duele.

—Aguanta, Liam, nada más aguanta, ya viene una ambulancia.

Levanto la cabeza, pero todavía nadie ha acudido a nuestra ayuda. La gente de la fila ha comenzado a esparcirse y solo quedamos nosotros y la mancha de sangre que cada vez se hace más y más grande, cubriendo con ella nuestros sueños.

—Dile que papá lo o la ama. Dicelo, Sam, repíteselo hasta que te aburras.

—Tú mismo vas a decírselo, tienes que aguantar.

—No puedo, fenómeno, perdóname. 

—No vas a morirte, no voy a dejar que lo hagas, tenemos muchas cosas por hacer. Tienes que irte de gira, tus fans te esperan, yo te espero al regreso, tu hijo te espera, Liam. No puedes dejarnos.

Y aunque de mi boca salgan estás palabras sé que nada de eso ocurrirá. Sé que la vida se le está escapando de las manos, se está apagando poco a poco y no sé si soy lo suficientemente fuerte para quedarme aquí.

Pero tengo qué.

—Recuerda siempre que te amo. Esté donde esté, te amo Sam. No lo olvides. Mi corazón seguirá perteneciéndote como desde el primer día.

De su boca sale un chorro de sangre que cae hacia un costado y termina en el suelo.

—Ya cállate —suplico pegando nuestras frentes.

—Que deje mi apellido en alto, asegúrate de eso, necesito otro Corbyn en la industria. Y sino, voy a estar orgulloso de todas formas.

—No es momento para que seas un engreído de mierda —su rostro comienza a perder color y entonces lo sé.

De verdad ya no puede más. No sé donde le haya dado la bala, pero no hay nada que hacer, incluso si llega la ayuda, ya no lo resistirá.

—Te amo —susurro a su rostro para después dejar un beso corto en sus labios al que no responde.

—No me sueltes, ¿si? —su voz cuelga de un hilo—. No me dejes solo.

—Aquí voy a quedarme, no pienso ir a ningún lado.

—Te amo, fenómeno.

Y esa es su despedida definitiva, porque tras eso suelta un suspiro y luego sus párpados pierden fuerza. Solo entonces, cuando su corazón ha dejado de latir, me permito desarmarme en llanto encima de él, porque quizá ya no le duela, pero a mi me está partiendo el alma y no sé si podré soportarlo mucho tiempo más.

Siento unas manos tomándome por debajo de los brazos apartándome de su cuerpo y grito, grito y vuelvo a ser libre, vuelvo junto a su cuerpo que ya ni siquiera se mueve. Vuelvo y me quedo con él hasta que la ambulancia llega, incluso después de eso, no me aparto, no suelto su mano aunque él ya haya soltado la mía hace mucho. Me quedo ahí en silencio hasta que de verdad tenemos que apartarnos, hasta que su cuerpo es trasladado a la morgue y el mío a la sala de emergencias.

«Todo va a estar bien, Sam», escucho su voz en mi mente mientras hago el conteo que me pide el doctor. 

«Voy a estar aquí contigo», siento una lágrima correr por mi mejilla, pero mi cuerpo no tiene la fuerza suficiente ni siquiera para apartarla.

«Solo no me sueltes la mano», mis ojos se cierran a la vez que mi mente se apaga y dejo de escucharlo.

Una canción no fue suficiente [✓]Where stories live. Discover now