29 | «Cafuné»

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Normalmente cada vez que hablo con alguien de la galería termino con una sonrisa enorme en mi rostro, pero no esta vez. Al parecer nuevamente han vendido todos mis cuadros disponibles, por lo que necesitan que habilite algunos más y también que renueve el material. Tendría que estar feliz; que mis cuadros se vendan rápido significa dinero y el dinero... bueno, el dinero mueve al mundo, mi problema está en que pidieron que para el mes entrante tuviera listo un total de diez cuadros y eso caga mis planes a futuro cercano.

Liam dijo que le hacía ilusión que fuera a visitarlo mientras está de gira y claramente a mi me encantaría, pero con esto en puerta se me hace imposible, al menos durante el primer mes. De odas formas, como la esperanza es lo último que se pierde, espero llegar a tiempo con los diez cuadros para que la visita se retrase únicamente un mes y por eso ahora tengo delante de mi un caballete y un enorme fondo blanco que no sé con qué llenar.

—Ya déjalo y vuelve a la cama, fenómeno —se queja Liam apenas levantando la cabeza de la almohada para verme.

—Tengo que hacer esto, Liam, si dejo que el trabajo se acumule luego será peor —me siento en el pequeño banco resoplando de frustración.

—En un mes estarás en un avión camino a Ámsterdam a visitarme...

—No si no acabo esto a tiempo, ¿Cómo se les ocurre pedirme tal cosa? ¿Es que acaso son idiotas?

Liam suelta un suspiro y se sienta en la cama.

—¿Quieres que te ayude? —su ceño fruncido y su cabello que apunta en cualquier dirección me hacen reír—. O sea, no sé pintar, pero puedo dibujar y luego tu le agregas los colores... Quiero ayudarte.

Sin que responda se pone de pie y camina hasta la pila de cuadros vacíos que más temprano dejé junto a la pared. De repente tengo una clase de deja vu y a mi mente llegan imágenes de nosotros frente a papá escuchándolo hablar sobre arte, recuerdo que le dio una hoja a Liam y la tarea de dibujar en ella aquello que más anhelara; jamás me dejó ver el dibujo.

Sonrío viéndolo tomar un juego de lápices y tirarse encima de la cama boca abajo para comenzar a dibujar.

—No vas a reclamarme por los derechos de autor más tarde, ¿O sí? —pregunto en broma entornando los ojos.

—Depende de qué tanto te paguen por él, si veo que me aseguraré la vida con lo que ganes lamentablemente voy a tener que reclamar esta obra de arte como de mi autoría.

Me quedo mirándolo mientras hace trazos que no tienen forma alguna, intentando en mi cerebro darles una, pero es imposible. 

—¿Tienes algo en mente?

—Muchas cosas —comenta alzando la cabeza para verme a los ojos—. Y como artista voy a descargarme en este pedazo de tela.

—Hacer canciones no es lo mismo que pintar o dibujar —vuelvo a ponerme de pie y tomo mis pinceles—. Esto requiere práctica...

—Al igual que tocar algún instrumento, fenómeno, no olvides que no solo canto, también toco la guitarra y el piano y que aprendí a hacerlo yo solo. 

—Es que tienes un talento enorme...

—Tengo muchas cosas enormes —me mira con una sonrisa pícara—. Afortunadamente el talento es una de ellas, al igual que en ti.

Niego con la cabeza mientras mojo el pincel en agua y luego lo paso por la acuarela azul. Hago un pequeño trazo simulando una ola y a mi mente llega la imagen de una niña en medio del océano. Otro trazo azul y la niña está sobre una balsa de madera. Otro más y sostiene un osito al que se aferra con fuerza. Otro y el sol comienza a salir, el océano se tranquiliza y la niña finalmente sonríe aliviada por haber surcado las aguas agresivas con éxito.

Una canción no fue suficiente [✓]Where stories live. Discover now