26 | «Se llama "Fenómeno".»

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—Si todo salió correctamente ahora mismo debería de poder ver la transferencia hecha a su cuenta, señorita —informa el hombre detrás del vidrio de seguridad.

Camille me avisó esta mañana que el contador de la galería había programado la acreditación de mi sueldo y lo que me corresponde por la venta de mis cuadros para el mediodía, pero que antes de eso debía firmar unos cuantos papeles así que después de almorzar y dejar a Theo en casa de mamá para que jugara con Laura me vine al banco.

—Si no logra verlo basta con recargar la página y aparecerá —hago lo que el hombre dice y efectivamente el monto aparece en la pantalla de mi celular.

—Bien, ya está, muchas gracias —le sonrío y me salgo de la fila dejándole el lugar libre a la mujer que sigue y tiene cara de querer matarme por tardar tanto.

Llevo aquí más de una hora, pero no fue mi culpa, de nadie en realidad, a menos que se pueda culpar a alguien porque el sistema esté caído. 

Salgo del banco sonriendo mientras contemplo la pantalla de mi celular. Hace casi dos meses esto me sonaba imposible, ganar dinero gracias a mis obras era la una de las cosas más locas que había escuchado y hoy aquí estoy con cuarenta mil dólares en mi cuenta bancaria; se siente como haber sacado la lotería.

Me dirijo hacia el auto de Eri estacionado unas pocas cuadras calle abajo. Al acercarme pongo mala cara y veo la expresión de pena que hace mi mejor amiga.

—¿Qué paso? ¿A quién tenemos que reventar? —me abraza estirándose por encima del asiento.

—Lo único que vamos a reventar es esta tarjeta cuando vayamos de compras —suelto y nuestras bocas se ensanchan en una sonrisa.

—¿Te han pagado? —pregunta abriendo los ojos como platos—. ¡Dios, ¿Cuánto te han pagado?!

Golpeteo mis manos contra el tablero del auto antes de gritar.

—¡Cuarenta mil dólares!

Decirlo en alto lo hace aún más realidad de lo que ya es.

—¡Mierda, voy a ponerme a pintar también! —golpea el volante varias veces haciendo que suene la bocina y del auto estacionado delante asome la cabeza de una señora enfadada—. ¡Cállese vieja loca! —le grita ella haciendo manteniendo presionada la bocina.

Eri carcajea, pero cuando la señora se baja del auto y comienza a caminar hacia nosotros con el ceño unificado enciende el auto y se pone en marcha como si la estuviera empujando una fuerza mística. Alrededor de unos cinco minutos acabamos en la misma avenida de siempre, pero no en dirección a casa de Liam sino a la nuestra. Ambas tenemos muchas cosas por trasladar aún, momentáneamente la llevaremos a casa de mamá con la excusa de que ya no entran en nuestro apartamento y que como pronto nos mudaremos queremos ir arreglando todo con tiempo. Aún no me siento lista para contarle lo de Joaquín, prefiero que siga creyendo que simplemente lo dejamos porque no funcionábamos juntos; lo que en sí es cierto, pero no fue el motivo que nos llevó a tal extremo.

—¿Por qué estás tan callada? —cuestiona Eri entrando en el barrio en el que hemos vivido los últimos tres años.

—Estaba pensando en esto de mudarnos a casa de Liam de un día para el otro, fue apresurado y algo descabellado también.

—No pienso lo mismo. Sinceramente creo que Joaquín solo adelantó lo inevitable, ¿No ves como te mira cada vez que hablas? ¿Cómo ríe cada vez que tu lo haces? La estrellita está perdidamente enamorado de ti y estoy segura de que si no hubiera sido ahora en unos cuantos meses te estarías mudando con él... Eres tonta si no ves lo que para todos es claro. Camille me ha dicho que la inspiración de Corbyn está por los aires, que escribe canciones tan rápido como habla y que cada vez que agarra un lápiz se dibuja una sonrisa boba en sus labios... ¿En quién crees que piensa cuando escribe? 

Una canción no fue suficiente [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora