16 | «Es mi ex novio»

10.8K 897 161
                                    

 Camino a casa después de clase, me entretego hablando con uno de mis compañeros de salón que vive unos pocos edificios antes del mío.

Nos dejaron como tarea pintar la escena más bonita que vivamos esta semana y plazo para entregar el lienzo hasta la semana siguiente. Algunos pensarán que es mucho tiempo, pero cuando conoces los bloqueos artísticos caes en que dos semanas no son nada. Más aún cuando tienes la agenda llena.

Camille llamó a Eri esta mañana para informarme que absolutamente todos los cuadros que estaban en la galería han sido vendidos y de verdad que aún no me lo creo.

¡Apenas llevan ahí un mes!

También dijo que debían trasladar nuevo material desde el depósito, por lo que tengo que ir hasta allá a elegir los cuadros que pondrán en exposición. Decisión dificil teniendo en cuenta que son todos los que rechacé la primera vez.

De todas formas tengo masomenos una idea general de cuales quiero mover a la galería, empezando por el que pinté inspirándome en papá. Es un hombre de espaldas, mirando hacia el mar y con un sombrero de capitán debajo del brazo.

El apodo de papá viene de su trabajo. De joven era capitán de la marina y siguió en ese puesto hasta que tuvo un problema en la rodilla y sin posibilidad de recuperarse, lo jubilaron.

—Nos vemos en dos semanas —se despide Axel, mi compañero, entrando en su edificio.

Sigo caminando mientras tarareo Selective Dickism, moviendo mi cabeza al ritmo de la batería.

No he llegado siquiera a la cuadra en donde está mi edificio cuando distingo su silueta. Joaquín está parado junto a su auto de brazos cruzados, y a medida que me acerco noto la expresión triste en su rostro.

Una vez llegó al edificio intnento meterme dentro sin darle importancia, pero avanza hacia mí y me toma por el codo obligándome a detenerme.

—Escúchame, Sam, por favor.

—No tenemos nada de qué hablar, Joaquín, no quiero escucharte y no importa qué digas, esta vez no voy a perdonarte.

Utilizo un tono rudo que le indique que esta vez voy en serio. Joaquín es un yuyo malo que hay que cortar de raíz para que no se convierta en plaga.

—Solo escúchame.

Pongo cara seria y me cruzo de brazos.

—Tienes un minuto, ni un segundo más.

Sonríe y comienza a hablar.

—No puedes culparme por lo que hice, porque es tú culpa, Sam. Si tu no estuvieras fingiendo salir con el roquero yo no sentiría celos, si no lo besaras en frente de cada puta cámara no me volvería loco, es únicamente tuya la culpa y no puedes dejarme por haberte roto el puto celular.

Alzo las cejas sorprendida. No puedo creer que siga escuchándolo.

—Además, piensa en todo el tiempo en el que no hemos follado, casi mes y medio sin hacerlo, desde que fuimos al maldito concierno no hemos vuelto a dormir juntos, es tu culpa que tenga inseguridades y por eso tienes que perdonarme.

—¿Estás hablando en serio?

—Claro que sí, deberías considerar tus acciones y tener un mínimo de respeto por nuestra relación.

—No es mi culpa que no confíes en mí. Jamás, jamás te he dado motivos para que pienses que podría llegar a engañarte, he estado contigo cuando nadie más lo hizo y te he perdonado hasta lo imperdonable.

—Nos necesitamos, Sam. No eres tú misma sin mí y yo tampoco.

—No, yo necesito paz por una vez en cuatro años y tú un psicólogo.

Me doy media vuelta comenzando a caminar hacia el edificio esperando que haya entendido que el tema se termina aquí. Un segundo estoy caminando y al siguiente me encuentro tirada en el piso, mis rodillas ardiento por el impacto.

—¡¿Qué mierda haces?! —le espeto mirándolo con los ojos abiertos como platos.

—¡Tenemos que estar juntos, Samantha! —se trepa encima de mí e intenta besarme apretando mis manos por encima de mi cabeza.

—¡Joaquín, suéltame!

—¡Si no estás conmigo, tampoco con él! —muevo la cabeza de un lado a otro evitando que me bese—. ¡Ya quédate quieta de una puta vez!

—¡Ey, ey, ey! —le grita un chico que va cruzando en la calle—. ¡Apártate!

Lo toma por los hombros y lo obliga a quitarse de encima de mí. No sé cómo, pero lo tira al suelo poniéndole las manos detrás de la espalda e inmovilizándolo a la vez.

—¿Lo conoces? —me pregunta con voz agitada.

—Es mi ex novio.

—¿Puedes acompañarnos a la estación de policía? —siento la voz de Eri detrás de nosotros y me doy vuelta al instante—. Si tu no vas a denunciarlo, voy a hacerlo yo. No voy a permitir que te haga más daño.

—Pensaba llevarlo de todas formas, un tipo así no puede andar suelto por la calle como si nada —comenta el chico y le sonríe a Eri con amabilidad.

Gracias a Dios la estación de policía más cercana está solo a seis cuadras de distancia. Varias veces Joaquín intenta zafarse del agarre del chico e intentar a correr, pero él es más fuerte, y en todas lo detiene haciendo su agarre aún más apretado.

Al llegar a la estación nuevamente intenta escaparse, pero el chico lo mete dentro del establecimiento de un empujón.

Los policías dentro nos miran con el ceño fruncido y las manos puestas en sus pistolas ante cualquier movimiento alarmante.

—Él intentó golpearla —dice el chico señalando a Joaquín y luego a mí.

Uno de los policías lo toma a Joaquín apartándolo de nosotros.

—Voy a tomarle declaraciones a los tres y luego resolveremos qué hacer con... —el policía mira a Joaquín—. ¿Cómo es su nombre?

—Joaquín Montgomery, señor —responde él bajando la cabeza.

Primero paso yo dentro de una habitación pequeña con dos policías, le cuento absolutamente todo, desde que salí de la universidad hasta este momento. Luego entra Eri que sale a los pocos minutos y finalmente el chico.

—Debe firmar la denuncia, señorita Kein y de parte de la seccional le emitiremos una solicitud al juez para una orden de alejamiento.

Miro a Eri con los ojos entornados. Yo no dije nada tan malo como para que los policías creyeran necesario una orden de alejamiento, pero seguramente ella sí lo haya hecho.

Acompaño al policía nuevamente hasta la habitación y firmo unos cuantos documentos. Al salir veo a Eri con la mejilla ensangrentada y la preocupación se apodera de mi cuerpo. Mis ojos buscan a Joaquín por todas partes sin poder encontrarlo porque algo dentro de mi cerebro ha conectado y aunque nadie lo ha confirmado, tengo la certeza de que ha sido él.

—Va a pasar la noche aquí —informa Eri dejando que el policía comience a limpiarle el corte.

Una gota de sangre corre por su piel hasta morir en la tela de su remera. Siento pena y rabia a la vez, Eri no se merecía esto.

—¿Qué pasó? —cuestiono confundida.

—Intentó golpear al policía y luego me la dió a mí.

—El señor Montgomery quedará detenido durante veinticuatro horas, y la petición de la orden de alejamiento se hará con motivo urgente —dice el policía de las firmas—. ¿Tienen cómo volver a sus casas?

—Yo puedo acompañarlas, oficial —se ofrece el chico—. Me queda de cruce hacia mi casa.

—Bien, no se preocupen por el chico, tendrá una noche divertida.

El policía sonríe viendo a los otros y por un segundo temo por lo que puedan hacerle, pero no me importa, cualquier cosa es poco comparado con el infierno que él puede llegar a ocasionar.

Una canción no fue suficiente [✓]Where stories live. Discover now