Epílogo

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Mientras miraba a mi hijo llegar con su ropa sucia, media rota y llena de sangre solté el aire, parece que solo ayer era mi panterita pequeña, que me seguía todos lados para que le enseñara a escalar árboles o dar saltos largos.

Mis manos picaban por acercarme a su lado y cobijarlo en mis brazos, pero sabía que no podía hacerlo, ya que, no se vería bien que los padres corrieran a acariciar o besar al capitán de las fuerzas de seguridad conjuntas.

–Está bien amor, no te alteres, dijo Mew tomando mi mano y llevándola a sus labios –Sé que mueres por ir a checarlo tú mismo, pero debemos dejar que la gente lo vea en su máxima grandeza, ya podrás mimarlo cuando estemos en casa.

-Lo sé, dije viendo como la gente se acercaba a Milo y lo llenaban de vítores –No puedo creer que esté tan grande.

-Lo criamos bien Bii, dijo poniéndose de pie cuando el pequeño grupo de guerreros llegó a nuestro lado y colocaron una rodilla en el piso.

-Hemos vuelto señor, logramos recuperar las tierras al oeste del rio y extender nuestras fuerzas conjuntas, dijo sin levantar la cabeza en son de respeto a su líder.

-Pónganse de pie, dijo Mew con su tono de voz de alfa, pero con un dejo de calidez y cariño al hablar, lo cual era lógico porque estaba dirigiéndose a su hijo mayor –Muchas gracias por el servicio prestado, descansen y únanse a la cena de mañana que se hará en su honor.

Sin poder seguir en mi lugar caminé hasta donde estaba mi hijo y lo miré, por encima pude ver su rostro amoratado y con sangre seca, pero al menos se veía entero - ¿Estás bien?, dije juntando mis dedos y mordiendo mi labio.

-Claro que sí, ¿quieres darle un abrazo a tu hijo?, dijo con una sonrisa muy parecida a la de su padre, sin dudarlo me lancé a sus brazos y dejé que me cobijara en ellos, del niño pequeño que mostraba sus colmillitos cuando creía que estábamos en peligro, no quedaba nada, ahora era más alto que yo y lleno de músculos que el ejercicio le había entregado –Estoy bien mami, solo algunos raspones y rasguños.

-Sólo un segundo más, estuviste mucho tiempo fuera, dije negandome a soltarlo tan rápidamente y sintiéndome feliz de que estuviera sano y salvo en mis brazos, cuando me separé vi que varios ojos estaban sobre nosotros, cuando me iba a separar, las manos de Milo tomaron las mías y me sonrió.

-Da lo mismo lo que piensen, dijo besando mis mejillas y sonriendo con orgullo –Eres mi mami y yo tu panterita, el resto puede besarnos el culo o darse la vuelta si no nos quiere ver.

-No sabes lo orgulloso que me has hecho, dije soltando una carcajada y viendo que mi hijo ya era todo un hombre, valiente, seguro y fuerte –Te hice una tarta de arándanos.

-Muero por comerla, dijo soltándome finalmente y buscando a su novia entre el mar de gente que lo rodeaba para felicitarlos y agradecerles su gestión, con emoción vi como Lilo se acercaba con timidez y le daba un beso amoroso, que mi hijo recibió con felicidad y gusto.

En silencio fui caminando a casa, sintiéndome extrañamente solo, quizás era el paso de los años, o que mis cachorros ya no fueran tan cachorros, pero mi pantera se sentía nostálgica, con lentitud entré a la casa y vi a Makne sentada tomándose un café, ya no tenía la vitalidad de antes, pero que seguía siendo la abuela de mis hijos y parte importante de esta familia.

- ¿Volvió nuestra panterita?, dijo con la voz preocupada, de sobra sabía que estaba tan nerviosa como yo - ¿Llegó bien?

-Si Makne, dije sentándome a su lado y suspirando - ¿Por qué no lo fuiste a recibir?

MiloWhere stories live. Discover now