❈•≪25. Improvisaciones y franqueza imprevista≫•❈

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Restregándose el rostro con una mano, MinGi tomó la que sería su quinta o sexta inhalación en el día. Para ser honesto, ya había perdido la cuenta. La única certeza que tenía en ese instante, es que estaba tan nervioso que en cualquier momento se desmayaría. Sin exageraciones.

Pero eso es lo que se ganaba por haberlo jodido de ese modo.

Y nada de eso hubiera pasado, si en lugar de ser innecesariamente terco, hubiera seguido el consejo de YunHo sobre poner un recordatorio en su móvil. Para algo tenía un aparato inteligente, después de todo. Para simplificar su vida y ayudarlo con sus tendencias a olvidar los eventos importantes. Pero no, prefirió dárselas de eficiente en una materia que solía fracasar, y encima, por un capricho personal vano. Sin dudas, la cereza del pastel.

«Dios, es que soy estúpido».

Se supone que en ese punto de su vida, las experiencias pasadas lo habían hecho más inteligente, pero viendo cómo aún cometía los mismos errores, empezaba a dudar que fuera el caso.

Y muy distinto habría sido si hubiera aparecido un par de minutos tarde, era natural e incluso, algo de esperar. Bastante común entre ellos, además, era un aspecto con el que todavía batallaban. Sin embargo, él ni siquiera pudo hacer eso, y por el contrario, lo dejó plantado por casi cuarenta minutos. Era infame y una cantidad de tiempo obscena.

Aceptaba su falla como lo que era, y entendía a la perfección, si después de dos días, HongJoong aún se encontraba molesto. En su posición también lo estaría. Aparte de indignado. Porque pese a que su despiste no fue malicioso ni deliberado, él todavía necesitó de esa llamada para que le recordaran el compromiso. Lo que ponía un peso extra en lo sucedido. Fue un imbécil insensible, como WooYoung bien lo acusó de ser el día anterior. Porque por supuesto, su novio no tardó en comentárselo. Lo que le daba igual. Otro tema era, si el joven diseñador se negaba a escucharlo en cuanto lo viera. No era alguien crédulo, ni mucho menos ingenuo, sabía que la posibilidad existía. Aunque le sentaría fatal de ser así, lo comprendería.

¿Qué otra cosa podía hacer?

Lo jodió y en grande, no iba a engañarse y a creer que todo le saldría como quisiera.

Y si bien se había hecho con esa mentalidad, no podía evitar que sus inquietudes continuaran agrandándose a medida que el tiempo avanzaba. Lo que apestaba. Porque mientras aguardaba en ese pasillo, y obtenía miradas curiosas como extrañadas por su comportamiento nervioso y vistoso, su mente no dejaba de llenarse con escenarios negativos.

Eso lo tenía al límite, y a una maldición de soltar otro quejido frustrado. No sólo por haber desencadenado ese tipo de situación, sino que por las sensaciones que venían con esta. Cada una de ellas era como plomo en su pecho. Como piedras que no desaparecerían pronto, y su única función era estorbar cualquier indicio de paz que pudiera tener. El cual era cero para este punto.

Harto de sus pensamientos y con sus terminaciones rígidas y a nada de reventar, buscó una alternativa para desviar todo ese estrés acumulado. Lo que resultó con su diestra pasándose por su cabellera en una acción repetitiva. Desordenando su apariencia impecable. No obstante, le sirvió de poco. Tras un bufido airado, llevó la bebida que había estado sosteniendo a sus labios. El sabor dulce y la textura fría, aligeraron el nudo que le estuvo oprimiendo la garganta.

En ese preciso instante, es que la campana finalmente sonó a lo largo del pasillo y del edificio entero. Y ni una mitad de segundo después, la marea de estudiantes se hizo presente a su alrededor. Llenando la anterior quietud de voces afligidas y conversaciones sutiles. En cambio, la puerta frente a él permaneció cerrada por cerca de un minuto, hasta que las primeras personas comenzaron a emerger con pasos arrastrados y expresiones cansadas.

Summer nights - [MinJoong]Where stories live. Discover now