2. Manatíes

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Lunes, 7 de agosto de 2023
Quebec, Canadá

Respiré hondo al auto de mamá detenerse frente a la gran institución de colores blancos y celestes. "Universidad J. Marine" se podía leer en la entrada de la misma. La escuché suspirar y me hundí más en mi asiento. Varios estudiantes con distintos estilos y colores de ropa y de cabello, definitivamente es un choque cultural. Frente al vehículo pasó un chico con cabello largo oscuro y verde en las puntas con unos grandes audífonos.

— ¿Lista para tu primer día?

— Supongo, ya no hay marcha atrás —me quité el cinturón de seguridad. Quiero salir de aquí lo más pronto posible.

— Sé que fue un cambio muy brusco y en un tiempo relativamente corto.

Puse los ojos en blanco. Otra vez comenzará con el sermón. Ya lo oí durante el desayuno, almuerzo y cena una semana entera. Me lo sé de memoria.
Rasqué mi sien mientras ella seguía hablando.

— No quiero hablar sobre eso. Pensé que te había quedado claro.

— Este proceso ha sido difícil para todos. Me incluyo a mí misma, ya tenías una vida hecha junto a...

— No metas a mi padre en esto —la corté.

Creó un sonido rítmico con sus dedos en el volante. Cerré los ojos unos minutos para borrar esta conversación de mi cabeza. Un nuevo comienzo desde cero, sin amigos y sin nada.
Sola.

— ¿Segura no habrá problemas con la administración?

— No, ya está todo arreglado —afirmó y me sentí un poco más relajada—. El proceso de convalidación de materias se realizó correctamente y gracias a tus notas te aceptaron sin poner peros.

— ¿Y nada de eso tiene que ver con que seas egresada de aquí? ¿O me equivoco?

Al no responderme, enseguida lo entendí. Sujeté fuertemente la correa de mi mochila y aparté la mirada.

— ¿Las clases serán en inglés?

— Sí —dijo con rapidez—, pero no te preocupes. Logré inscribirte en una clase de inglés durante el primer semestre.

— Gracias.

Salí del auto seguida de ella, comencé a sacar mis pertenencias, eran pocas debido al ladrón. Logré contactarlo, el simple problema fue que no nos encontrábamos en la misma ciudad así que el intercambio no se pudo realizar durante esa primera semana. Él, en la capital de Quebec y yo en Laval, a más de ochocientos kilómetros de distancia. Es por eso que mamá insistió en que la trajera a la residencia ya que ahora sí estamos en la misma ciudad. Sigo creyendo que el arreglo que hicieron fue algo ridículo, estar juntos menos de una semana para luego realizar un viaje de más de tres horas para venir a la universidad.
Era más sencillo que ella no hubiera regresado a nuestras vidas.

— Deja que te acompañe hasta la residencia.

— No, ya hiciste suficiente —musité. Pude observar su cuerpo volverse tenso. Genial, ahora yo soy la mala del cuento—. Puedo sola, gracias.

— De acuerdo.

Ella evitaba mi mirada en todo momento. Claro, es entendible. Yo suelo hacer lo mismo.

— Me iré ya.

— Buena suerte. Llámame si tienes problemas.

— Claro —asentí y el silencio reinó el espacio. Era notorio, a pesar de los estudiantes caminando a nuestro lado. Por lo menos no soy la única con maletas, pero sí la única con maletas en cuarto año de carrera.

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