3. La extraordinaria compañera

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Para mi sorpresa, la habitación se encontraba vacía. Vacía en el sentido de no haber nadie más que yo. Una de las camas se encontraba ocupada con distintas prendas de ropa tiradas en diferentes direcciones. Miré alrededor, la puerta del baño abierta sin nadie a la vista.
La habitación consistía en un amplio baño, un gran clóset con puertas y seis cajones, tres de cada lado; y dos camas separadas por un pasillo con una mesa de noche. Todo el lado izquierdo de la cama y la mesa se encontraban ocupados. En la pared del lado de su cama, había un gran póster de tonos oscuros con la imagen de cuatro chicos en diferentes posiciones y con distintas armas. Frente a las camas, se encontraba una mesa tipo escritorio con una silla de ruedas de color azul y una computadora portatil en el centro, un par de libros y lápices. Muy ordenado.

Dejé mis pertenencias a un lado de la cama desocupada y me senté en la misma. Jugué nerviosamente con el anillo en mi dedo índice y decidí enviarle un mensaje a mis padres, solo para comentarle que ya me encontraba en la residencia. Las clases comienzan en tres días dándome el tiempo necesario para conocer el campus y la residencia y quizá, para adaptarme. Me dirigí al baño para lavar mis manos, todo dentro se encontraba impecable, solo una pasta de dientes y un cepillo para el mismo uso. Había tres cajones que decidí no investigar por motivos de privacidad. Al regresar al pasillo, una chica con un arnés de seguridad tocaba la ventana en el centro de la habitación. Señaló con su dedo el cierre de la misma que me apresuré en quitar, es del tipo francesa por lo que se abrió a la derecha dejándola entrar. Removió su casco relevando su larga cabellera rubia dorada, casi como los rayos del sol. Su rostro, manos y ropa estaban cubiertas con pintura azul y gris, ahí es donde caí en cuenta que era una de las personas pintando el dibujo del manatí en las afueras del edificio. Me dejó ver sus oscuros y grandes ojos azules al quitarse las gafas de protección.

— Gracias por abrirme, olvidé las llaves y Phoebe jamás me hubiera dejado entrar porque siempre las extravío —también se deshizo de los guantes. Su piel es extremadamente blanca, en mi pueblo de seguro terminaría con quemaduras graves debido al sol—. Tú debes ser mi nueva compañera. Lo lamento, no sabía que llegarías temprano, debí arreglar mi cama.

— ¿De qué hablas? Toda la habitación está impecable.

— ¿En serio? Hice un buen trabajo entonces —sonrió—. Quería causar una buena impresión, digo normalmente soy ordenada, pero quería dejarlo lo más reluciente posible.

— Totalmente.

— Soy Robin. Robin Lynch.

— ¿Robin?

— ¿Mi cabello? —asentí y ella suspiró— Sí, causa confusión al principio. Mis padres esperaban un hombre y son fanáticos de Batman y por ende, de DC. Fui una gran sorpresa —rascó su cabeza y se encogió de hombros—. Y lo peor de todo, es que prefiero a Marvel que a DC. Doble decepción para ellos.

Robin es el nombre que se suele llamar a las personas pelirrojas, como Max, el chico que me ayudó con mis maletas. También es el nombre en inglés de los pájaros pecho rojos y claro, el nombre del ayudante más conocido y no valorado de la franquicia de superhéroes de DC.

— Soy Camila, con una sola "l" y una "a" al final. Y también prefiero a Marvel.

Sonrió ampliamente y extendió su mano. Le devolví el gesto.

— Ya tenemos algo en común, seguro nos llevaremos bien.

— Realmente lo espero —me fijé en el poster atrás de ella—. También soy fan de Final Fantasy.

— ¡¿Dónde estuviste toda mi vida?!

Me tomó por los hombros y dio pequeños saltos. En mis labios se dibujó una mueca, la cual notó. Se separó al instante y examinó mi expresión.

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