8. Abuelas peligrosas y ex novias

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🐼:  Canción: The Man - Taylor Swift


La pierna me temblaba mucho, hasta el punto que pensé que se daría cuenta. Pónganse en mi posición: estoy en la casa de un completo desconocido, sentada en una de las cuatro sillas que forman parte de la isla de su cocina. Él está sirviendo dos vasos con agua, los tomó del escurridor dándome a entender que vive con alguien más. Es una casa grande de dos pisos, quizá cuatro habitaciones y tres baños. Vi la puerta de uno antes de llegar a la cocina.
Esto sigue siendo muy extraño para mí, esta semana lo ha sido prácticamente. Mis raíces y genes latinos jamás aprobarían ir a la casa de un extraño —y hombre, para enfatizar— a dormir —en la madrugada— e irme el siguiente día. Menos de ocho horas pienso estar aquí. Dios, ya puedo escuchar los murmullos de las vecinas. Es muy mal visto.

Lo miré mientras guardaba la jarra dentro de la refrigeradora. Tiene pinta de traer a chicas para una sola noche por lo que los vecinos han de estar familiarizados, las casas no están tan pegadas como para escuchar, pero sí para estar en la cocina y ver a la persona pasar.
No, no puede ser tan sencillo. Afuera hay garita con guardia de seguridad y portón. Necesitas una llave para salir y no lo veo capaz de acompañarlas cada mañana. Este no es su lugar de operaciones.
Interesante.

— Aquí tienes —dejó el vaso delante de mí. Le agradecí con un gesto de la cabeza.

Olí el contenido antes de beberlo. Me tiemblan las manos por lo que debo tomarlo con ambas para evitar que caiga y se rompa en pedazos.
Lo escuché reír y lo miré de soslayo. Estaba apoyado sobre la encimera.

— ¿Qué?

— ¿Pensaste que le había echado veneno?

— Ah —lo dejé sobre la mesa—. No es nada personal contra ti, es un hábito.

— Hm, te creo. Casi hieres mis sentimientos, preciosa.

Volteé los ojos. Definitivamente no tiene intenciones de parar y está rozando los límites de mi paciencia. Puede que sea mi salvador o lo que sea, pero eso no le da el pase libre para jugar conmigo.

— Es una bonita casa —rompí el silencio.

— Gracias.

— Ustedes deben ser fanáticos de la limpieza.

— ¿Ustedes? —asentí y ladeó la cabeza a manera de pregunta.

Froté mis manos dentro de las mangas de mi abrigo y tomé una mejor posición en la silla.

— Sí bueno, es claro que no vives solo. Con dos personas más, a lo mejor.

— Tú también lo notaste ¿cierto?

Mis ojos recorrieron la cocina para luego volver a los suyos.

— Hay dos platos, dos tenedores y dos cuchillos junto a los vasos que tomaste del escurridor. Uno es el tuyo y el otro del acompañante. Aparte, dos de estas sillas estaban ligeramente movidas frente a la otra lo que simboliza cercanía, confianza y sentimientos mutuos de amor.

— ¿Qué?

Lo que pagaría por capturar su reacción en cámara, lástima mi celular está descargado. Mierda, mi celular. Los mensajes y llamadas.
Ya valí pito.

— ¿Dedujiste todo eso con solo quince minutos de estancia?

— Ya sabes —me encogí de hombros—. Los hombres ven, las mujeres analizan.

Tomé varias clases de criminología en mi otra universidad, una de ellas se enfocó en la victimología y admito que desde que la enseñaron en esa clase, no he podido dejar de pensar en eso. Seguí investigando por mi propia cuenta y leí un par de libros sobre eso y la ciencia empírica en sí.

Aviones de PapelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora