20 - Lo lamento.

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Era sábado, y eso significaba que la jornada escolar había finalizado. La noche de Rui había sido muy intranquila, ya que estuvo en parte llorando toda la noche, mientras intentaba calmarse practicando cosas sobre robótica. Esa era su manera de desahogarse, al parecer. Por otro lado, Tsukasa tuvo el peor momento de todos. Tuvo un colapso mental completo, y estamos hablando de uno difícil.

Aquella habitación que Rui había limpiado por voluntad propia, estaba nuevamente destrozada. La habitación del rubio estaba llena de papeles arrojados en el suelo con lágrimas, su noche no había sido la mejor. Estuvo la gran mayoría del tiempo pensando en que no quería vivir más. El odio a si mismo había empezado a crecer con la misma velocidad que crece una multitud cuando hay un accidente en las calles.

Tsukasa se despertó, teniendo los ojos hinchados y su habitación hecha un desastre otra vez. Abrió sus ojos. Se cuestionaba el sentido de su existencia mientras observaba el techo. Esta vez, no quería desaparecer sin dejar rastro, prefería ser lo más silencioso posible. En pocas palabras, iba a fingir que todo estaba bien. Sentía una sensación de cansancio e inestabilidad en su cuerpo. ¡Sorpresa! No había tomado sus medicinas. Los moretones de aquella vez aún se encontraban en su piel. Tomó su teléfono de la mesa de noche, y observó que tenía nuevas notificaciones. Eran tres de Rui.

                                  Rui

—Por favor Tsukasa, créeme, yo no hice nada..
            3:45 p.m.

—No quiero que me odies. No sé quién esparció ese rumor, pero me ocuparé de saberlo.
                9:13 p.m.

—Entiendo que no quieras hablarme. Tú decides en si creerme o no.
                                              11:26 p.m.

Quería gritar, pero no quería que lo escuchen, y además, sus cuerdas vocales no estaban de su lado. Podía fingir estar bien, que nada estaba sucediendo, pero él siempre iba a saber que se siente como la persona más miserable de la tierra, como un patético. Dejó su teléfono a un lado, sin responder los mensajes. Se levantó lentamente, con sus piernas estando completamente frágiles. Fue hacia el baño intentando no hacer ruido; aunque no sabía la hora. Cuando entró, miró su reflejo unos segundos en el espejo.

En su opinión, se veía fatal. Teniendo sus ojeras mucho más marcadas; dejaban en evidencia que su horario de sueño no era el mejor, sus hinchados ojos; que podían dejar claro que había estado llorando por un buen tiempo, su cabello enredado; no tenía ganas de peinarlo, su pálido rostro; indicaba que no había comido o que su alimentación era escasa e inestable y por último, su rostro engrasado; debía lavarlo. Y eso hizo. Abrió el grifo de agua fría, sin importarle el frío que hiciera afuera.

Mojó su rostro. Abrió sus ojos en su totalidad, ya que el agua estaba demasiado fría, a la vez, lavó sus manos con jabón. Cuando terminó, secó su rostro y sus manos. Apoyó sus codos sobre ambas esquinas del lavabo. Pensando en qué haría. Pronto, levantó su mirada, y vió un paquete de navajas para rasurar en un estante del baño. Pensó en si era buena idea hacer eso, pero su nublada consciencia no dijo nada para evitar eso.

Abrió el paquete, que por cierto era nuevo. Y tomó una de las navajas, con sus dedos. Dejó el paquete a un lado, y comenzó a observar la navaja con su vista central. En ese entonces, no le interesaba nada en absoluto. Mientras apretaba sus dientes de nervios, levantó la manga izquierda de su pijama y llevó la navaja a su brazo izquierdo. Pronto, la deslizó sobre su piel. Sintió que sus oídos estaban emitiendo un pitido. Pero eso le importaba menos que el resto. Y continuó haciendo lo mismo, intentando no llegar a su antebrazo. En consecuencia, quedó todo su brazo lleno de cicatrices frescas.

Las cicatrices se habían puesto blancas. Y de la nada, su sangre comenzó a derramarse. Cayendo en gotas. Algunas más gruesas, otras algo finas. Soltó la navaja ensangrentada, y cayó en el lavabo. Antes de pensar en lo que estaba observando, simplemente situó su mirada en como caía la sangre. Sentía que pronto, caerían de su mano al suelo. Luego, sacudió su cabeza, completamente asustado de lo que había hecho. Se había arrepentido. Ahora lo único que sentía era un dolor intermitente, y cómo la sangre caía de su brazo, llegando a su antebrazo. Parecía una escena de una película de terror. Reinaba el arrepentimiento.

Loving Feeling - Ruikasa AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora