(III) De una Leyenda a Otra

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El maestro Cocodrilo recibió con alegría a la maestra Tigresa mientras se lograba parar de su silla con dificultad. Tigresa se acercó acompañada por Fang Yin y al estar los suficientemente cerca, saludaron al maestro que hacía todo lo posible por mantenerse en pie. El maestro Cocodrilo devolvió el saludo, y antes de decir una palabra, miró a Fang Yin de reojo, haciéndole entender que debía abandonar la sala, lo cual la cabra hizo de inmediato. Dejando a los dos maestros solos en el inmenso salón del trono.

Tigresa: - Es bueno volver a verlo, maestro Cocodrilo. -

Cocodrilo: - Lo mismo digo maestra Tigresa. - Cuando terminó de hablar, una profunda tos sacudió con fuerza el cuerpo del ya anciano maestro.

Tigresa: - Maestro. ¿Se encuentra bien? -

Cocodrilo: - Mentiría si dijera que no pasa nada. Pero la edad no es algo que pueda controlar. Ven. Acompáñame un momento. -

El maestro Cocodrilo bajó los escalones con dificultad y se dirigió hacia una de las salidas laterales del inmenso salón principal seguido por Tigresa, la cuál miraba con cierta preocupación cómo el debilitado anciano apenas podía dar un par de pasos sin perder el equilibrio. Al salir de la habitación, dos cerdos sirvientes del palacio esperaban a la llegada del maestro, y al ver las dificultades que este tenía, fueron en su ayuda.

Cocodrilo: - ¡Suéltenme! - Gritó algo enojado. - Aún puedo valerme por mi mismo. -

Sirviente: - Como ordene, maestro. -

Los cerdos se quedaron atrás mientras Tigresa y el maestro Cocodrilo seguían avanzando.

Tigresa: - Maestro Cocodrilo. ¿Me puede decir qué -

Cocodrilo: - A veces de unas pocas palabras pueden revelar muchas cosas. - La interrumpió. - Y a veces lo mejor es escuchar el silencio. -

Las palabras del maestro eran algo confusas, pero Tigresa pudo entender que el maestro quería que se mantuviera en silencio. Así que lo siguió con paciencia hasta llegar a un enorme jardín a uno de los costados del salón del trono, aún dentro del Palacio Imperial.

El jardín tenía forma cuadrada de doscientos metros de perímetro. Habían cientos de pequeños arbustos y pequeñas plantas que rodeaban un gigantesco estanque que se extendía a lo largo del jardín. Algunos árboles que habían perdido sus hojas se preparaban para el invierno, y justo al medio, un frondoso cerezo japones bajo el cual se alzaba una pequeño banca con capacidad para apenas dos individuos.

El maestro Cocodrilo caminó con calma entre los pequeños montículos de tierras que sobresalían del estanque mientras Tigresa le seguía. Finalmente, se sentó sobre la banca con mucho esfuerzo e invitó a que Tigresa se sentara a su lado, lo cuál la maestra hizo sin dudar y con mucha curiosidad por la actitud del maestro.

Cocodrilo: - Es sin duda un arbol precioso. - Dijo mientras alzaba la cabeza para contemplar las hermosas hojas rosadas del cerezo. - Pero toda belleza puede esconder una terrible sombra. -

Tigresa se alarmó ante las palabras del maestro. Fue entonces cuando se percató que el lugar estaba vacío y alejado de cualquier oído curioso. Era obvio que el maestro Cocodrilo no quería que alguien escuchase lo que le iba a decir.

Cocodrilo: - Una nueva sombra esta asechando a Gongmen. Una sombra que esta corroyendo esta ciudad desde adentro. Pero no soy capaz de descubrir que es. - Tosió un poco. - Mi salud ya no es la de antes... Y desde que Kai tomó mi Chi, mi cuerpo se ha deteriorado más rápido de lo habitual. - La tos del maestro comenzó a salirse de control.

Tigresa: - Maestro. ¿Qué está pasando? -

Cocodrilo: - Debe debes salvar esta ciudad. Hay algo... algo nuevo... que esta desgarrando el corazón de Gongmen. Debes encontrar y... detener esta sombra... No... No confíes en nadie. -

Kung Fu Panda Fanfic - La Sombra de la Ciudad de GongmenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora