(XVIII) Corazón de Fuego

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Las fechorías que ocurrían constantemente en el bajo mundo no se vieron afectadas en lo absoluto, incluso después de la desaparición de dos de los bandidos. De hecho, a nadie le importaba si algo malo le pasaba al que estaba a su lado, después de todo, todos estaban ahí para saciar su propia codicia.

Había de todas las especies posibles. Desde conejos, cerdos, gansos, bueyes, antílopes, cocodrilos, serpientes, entre otros, e incluso pequeñas mantis. Cada uno de ellos, tenían un aspecto deplorable, combinado con las marcas y cicatrices de sus enfrentamientos previos. Mercenarios, bandidos, piratas y malhechores de la más baja calaña inundaban los pasadizos del pequeño refugio subterráneo. Y entre todos ellos, dos felinos caminaban evitando cualquier contacto físico. Portaban harapos y armaduras inservibles y con un desagradable olor brotando de sus prendas.

Tai Lung iba al frente, pues su enorme figura hacía que todos se apartaran de su camino. Con excepción de algún buey o rinoceronte mercenarios que disfrutaba de algún juego de intimidación. Pero la mirada asesina de Tai Lung era suficiente para que incluso los más grandes bajasen la cabeza y siguieran con su camino. Y justo detrás de él, caminando cabizbaja a menos de un metro de separación, se encontraba una muy malhumorada Tigresa.

El olor era algo que realmente la irritaba, al punto de mirar con intención asesina a cualquier desprevenido vándalo que intentase siquiera darle un mediocre piropo. Pero sus ojos llenos de rabia hacía que se tragasen sus palabras de inmediato.

Los dos felinos caminaron por un rato haciendo un improvisado boje de la zona tomando cada uno de los callejones y pasadizos que recorrían el refugio. A veces discutían a palabras con algún otro bandido temerario o pasado de copas, pero nada pasó a males mayores. Incluso a veces cargaron un par de cajas. Todo para poder mimetizarse a la perfección con su ambiente. Y finalmente, se detuvieron en una esquina del refugio para platicar.

Tai Lung: - Esto es una locura. Hay cientos sino miles de ellos. ¿Qué se supone que debemos hacer? -

Tigresa: - NO lo sé. Pero debemos pensar en algo. No me cubrí de mier de eso en vano. - Decía con un tono bastante notorio dada su irritación.

Tai Lung: - Shhhh. ¿Estás loca? ¿Quieres que nos descubran? - Susurró.

Tigresa: - Claro que no, pero ¿Cómo es que no puedes oler nada? ¿Acaso no te afecta el hocico? -

Tai Lung: - Bueno. Mi olfato nunca ha sido tan bueno. Además, supongo que tanto tiempo en las minas destruyó mi sentido completamente. Además, parece que para los que viven aquí abajo, el olor es normal. Tu delicioso aroma a flores destacaría como la luna llena en el cielo nocturno. - Le susurró al oído.

Tigresa: - Sólo tú puedes ser tan locuaz en una situación así. - Dijo con las orejas sonrojadas. - Yo solo puedo pensar en salir de aquí y darme un baño. Pero dejemos eso de lado. Ahora tenemos que var cómo destruir el opio. -

Tai Lung: - ¿Sabes dónde está? -

Tigresa: - Incluso con mi nariz saturada, pude percibir el olor cerca de una de las estructuras al centro del refugio. Ese maldito olor nunca desaparecerá de mi cabeza. -

Tai Lung: - Entonces debe de ser ahí. - Dijo algo pensativo.

Tigresa: - ¿Tienes idea de donde puede ser? -

Tai Lung: - Creo que sí. Si bien recuerdo, en esa zona había una especie de almacén por el cual todas las vías pasaban. Al parecer de ahí las transportan sobre los vagones de mina de un punto a otro. También la zona estaba muy protegida, así que no debe ser una coincidencia. -

Tigresa: - Si es correcto... Debemos descubrir cómo deshacernos de todo el cargamento sin ser vistos. Exponernos aquí abajo será un suicidio. -

Los dos felinos comenzaron a usar cada neurona intentando idear un plan para lograr su misión. Si bien cargar de frente contra el sitio no era muy sensato, tratar de infiltrarse tampoco sería sencillo. Las paredes de madera y bambú del almacén llegaban hasta el techo de piedra de la caverna, y el local estaba celosamente custodiado. A pesar que cientos de mercenarios y bandidos rondaban por la zona, el almacén se destacaba por estar vigilado solamente por lobos, los que Tigresa reconoció de inmediato como miembros del antiguo ejército de Shen.

Kung Fu Panda Fanfic - La Sombra de la Ciudad de GongmenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora