(XI) Palabra de Honor

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Los dos felinos irrumpieron en el despacho del capitán Chao después de que Tigresa abriera con fuerza las dos enormes puertas de madera. De los presentes, Tai Lung estaba algo asombrado, pues Tigresa aún no había superado su enojo, y las enormes puertas provocaron un fuerte ruido que hizo eco dentro de la prisión. Por otro lado, el capitán Chao, que estaba sentado tras su escritorio mirando hacia la entrada, mostraba una expresión completamente apática.

El capitán Chao era un dragón de komodo, de unos cuarenta o cincuenta años de edad. Su opulenta figura se escondía tras el buró que cubría casi la mitad de su cuerpo y en su rostro destacaban sus dos grandes ojos amarillos con sus iris rojos y su grandes pupilas negras. A todo eso sumado su larga lengua, la cual sacaba en ocasiones para olfatear el aire, mostrando además su saliva tóxica. El lagarto miró primero a Tai Lung, el cual se mantenía oculto bajo su capucha, mientras ambos feroces depredadores intercambiaban desafiantes miradas. Finalmente, Chao suspiró enfocando su mirada en Tigresa.

Chao: - Maestra Tigresa. ¿A que debo el honor de su visita? - Sin embargo, Tigresa parecía no reaccionar ante las palabras del capitán, quién la miraba con cierta apatía. - Maestra Tigresa. ¿Hay algún problema? - Fue entonces cuando Tigresa reaccionó.

Tigresa: - Ah, no. Mis disculpas. Es sólo que pensé que usted era otra persona. -

Chao: - ¿Vino a comprobarlo?... ¿O tiene otros asuntos que atender conmigo? -

El lagarto era sumamente desafiante e indiferente al título de Tigresa, algo digno de una de las familias nobles más antiguas de la ciudad. Tigresa suspiró profundamente para contener el estrés que portaba antes de entrar al recinto, y además, no dejarse llevar por las provocaciones del capitán.

Tigresa: - Capitán Chao. Hay algo de suma importancia que debemos discutir con usted. -

Chao: - Siéntase libre de contarme sus preocupaciones. - Respondió con indiferencia, sin siquiera mostrar interés en brindarles asiento. Tigresa respiró profundamente para no perder la compostura.

Tigresa: - Señor. Hay un grupo de bandidos que opera en los barrios bajos de Gongmen. Su presencia es muy peligrosa. Debemos hacer algo antes que... -

Chao: - ¿Se refiere a los moradores? - Preguntó con indiferencia interrumpiendo a Tigresa.

Tigresa: - Espere... ¿Usted los conoce? -

Chao: - He oído de ellos. Rumores sin sentido. Quejas absurdas de la podredumbre de la ciudad. Mientras no metan sus manos en los barrios altos o en los muelles no representan una amenaza. -

Tigresa: - ¿Po... Po... Podredumbre? ¿Es en serio? Esos ciudadanos necesitan de nuestra ayuda. -

Chao: - No... No lo creo. La ciudad no puede responsabilizarse por aquellos que decidan comprar el opio. -

Tigresa: - Pero capitán. Esa cosa... Ese opio... ha destruido a muchas familias... Hay gente inocente sufriendo. - El lagarto la miró con indiferencia.

Chao: - Lamentablemente Esas son cosas que no podemos arreglar. -

Tigresa: - Pero... -

Tigresa fue interrumpida abruptamente por Tai Lung, quién golpeó el escritorio del capitán Chao con la suficiente fuerza cómo para dejar sus puños marcados, pero sin romper la madera. El leopardo se mostraba claramente molesto, dado que había contenido su rabia y desprecio ante tal sínico ser, pero finalmente, llegó a su límite al ver como el capitán Chao no mostraba ningún tipo de interés por aquellos que agonizaban en los barrios bajos de la ciudad.

Tai Lung: - ¿¡Que tan... sínico puede ser!? - Habló con rabia. - Cientos de los que viven en los barrios bajos han colapsado por culpa de esa cosa. Nadie puede plantarle cara a los moradores y los únicos que pueden hacerlos como ustedes no les interesa en los más mínimo. He visto niños llorar a ver cómo sus padres se desploman cuando su cuerpo llega al límite y... ¿Me va a decir que este no es un problema a tener en cuenta? -

Kung Fu Panda Fanfic - La Sombra de la Ciudad de GongmenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora