(XXIV) Fin del Juego

93 13 0
                                    

"¿Veneno? Como si ya no tuviese suficientes problemas." Pensó Tigresa.

La situación de la maestra se volvió demasiado precaria. Ahora con sus dos manos afectadas le resultaría extremadamente difícil vencer a Chao, quién apenas había recibido un par de golpes desde que comenzó el combate. Para empeorar las cosas, los espectadores vitoreaban con júbilo a su capitán y a su inminente triunfo. Pero Tigresa no podía quedarse de brazos cruzados y esperar lo inevitable. Debía de pensar en algo, y rápido.

Chao: - Pareces que tienes los minutos contados, maestra. Mi veneno hará que te desangres hasta morir. No importa cuanto intentes vendarlo, las heridas permanecerán abiertas hasta que no te quede una sola gota de sangre en el cuerpo. Claro, si es que no te rebano la cabeza antes que eso suceda. - Dijo con una macabra expresión dibujada en su rostro.

Las noticias no eran buenas, pero la información era válida. Tigresa desgarró la tela de la pierna izquierda de su pantalón desde el tobillo hasta la rodilla, y la envolvió con fuerza sobre las marcas de los colmillos que el lagarto dejó sobre su antebrazo. Si bien la sangre continuaba brotando de su cuerpo, su flujo se redujo lo suficiente como para darle a la maestra un par de minutos extras. Pero eso no aliviaría su pérdida de fuerza y el cansancio que su cuerpo seguía experimentando.

Chao: - Eres dura de roer. Debo admitirlo. Pero esto termina con mi victoria segura. De seguro él quedará complacido con tu muerte.

"¿Él? ¿Quién era él?" Pensó por un segundo. ¿Acaso Chao no es la cabeza detrás de todo esto?

A pesar de todas las dificultades y dudas, Tigresa no era alguien que sucumbía al pánico y comenzaba a tomar decisiones erráticas. Sabía que cada segundo contaba, y debía mantener la mente fría para no perder la compostura. Así que tomó la decisión más temeraria que se le pudo ocurrir en ese momento. Decidió copiar a un viejo y sabio amigo.

Lentamente, desplazó su pierna derecha hacia atrás y colocó sus dos manos heridas sobre su abdomen. La mano izquierda arriba, la derecha abajo, y ambas palmas se miraban entre ellas. Respiró profundamente, y dentro de todo ese caos que sacudía su cuerpo por dentro y por fuera, buscó su paz interior tras una larga y profunda respiración.

El dragón de Komodo no podía hacer otra cosa que mirar con duda lo que Tigresa hacía. ¿Acaso se había vuelto loca? ¿Había perdido la compostura? Chao vió a muchos sufrir ante la desesperación al enterarse que habían sido envenenados, solo para decapitarlos segundos después de la manera más violenta posible, pero nunca antes había visto a alguien hacer tal cosa.

Sin embargo, esto no pasó desapercibido para algunos de los ojos que observaban desde la distancia. Aquellos remanentes del ejército de Shen habían presenciado algo parecido años atrás, y a pesar de no saber de qué se trataba, Chao pudo percatar el nerviosismo que sobresalía de los murmullos de sus lacayos. Sus ojos no le mostraban nada peligroso ante la figura demacrada de la maestra, pero su instinto de guerrero le gritaba desde su interior. Era claro que algo no estaba bien.

El lagarto dió un paso al frente con cautela. Agarraba con firmeza su espada con ambas manos y miraba con cuidado cada parte del cuerpo de Tigresa. Sin embargo, sus ojos no le mostraban ninguna señal de peligro. ¿Acaso su instinto estaba exagerando? Imposible. Su instinto guerrero siempre ha sido su arma más poderosa. Pero era simplemente imposible que alguien tan herida pudiese hacerle frente. Aún así, los ojos desafiantes de Tigresa parecían decir todo lo contrario.

Por un segundo, Chao decidió ignorar su instinto y atacar a Tigresa de una vez por todas. Sería un corte limpio, indoloro. Blandiría su espada verticalmente hacia abajo y la cortaría por el hombro hasta llegar a su corazón. Una muerte instantánea. Nada podía salir mal. Tigresa estaba demasiado herida para evadirlo. Con eso se acabaría todo.

Kung Fu Panda Fanfic - La Sombra de la Ciudad de GongmenWhere stories live. Discover now