(XXVII) Mente y Alma

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Tigresa sentía una paz como nunca antes. Su cuerpo se sentía muy ligero, y el dolor de su previa batalla se había esfumado. Era como si flotara sobre el constante flujo de un río de mansas aguas. Comenzó a recuperar sus sentidos poco a poco. El primero fue el olfato; un dulce aroma a cerezo que le hacía leves cosquillas dentro de la nariz. Después el oído; escuchaba el sonido del agua correr por la suave pendiente de una meseta, y caer delicadamente por una pequeña cascada. Luego, la vista.

Tigresa abrió los ojos por fin. Una luz cegadora impactó en sus retinas causándole un leve malestar, pero nada demasiado molesto. Su visión poco a poco fue mejorando, hasta que sus ojos le revelaron una vista impresionante.

Se encontraba en un lugar hermoso y sobrenatural, con tonalidades doradas en cada rincón. Flotaba en el aire, no podía sentir el suelo bajo sus pies, y de hecho, parecía no haber suelo en ningún sitio. Habían enormes formaciones rocosas flotando libremente por los aires, algo que parecía simplemente imposible y escapaba a toda lógica. Y podía sentir por su cuerpo una leve corriente que acariciaba suavemente su pelaje. No era aire, eso podía saberlo. Tampoco era agua, pues podía respirar sin problemas. La única opción que le vino a la mente, fue la Energía del Universo.

Tigresa: - ¿Estoy muerta? - Preguntó en shock, aceptando su trágico destino.

Sabía que sus heridas eran demasiado graves. Las marcas de los dientes de Chao sobre su mano no paraban de sangrar. Seguro perdió demasiada sangre y esa fue la causa de su muerte. O tal vez murió a manos de los bandidos una vez que cayó desmayada. Pero antes que pudiera seguir sacando conclusiones:

????: - Veo que hay cosas que nunca cambian. - Dijo una voz a sus espaldas. Una voz que recordaba muy bien.

Tigresa se dió la vuelta con prisa, pero no podía creer lo que veían sus ojos. Ante ella se revelaron unas figuras que nunca creyó volver a ver. Tres de ellos. Tres seres muy importantes para ella. El de la derecha era Oogway, con la capa dorada batiéndose elegantemente en el Flujo del Universo. El de la izquierda era Mantis, su viejo amigo y hermano de la vida, ahora con hermosos patrones dorados dibujados sobre su exoesqueleto. Y el del medio, era Shifu, su antiguo maestro, y su padre adoptivo, con un detallado bastón de jade con forma de luna en su mano derecha.

Oogway: - Has crecido. - Dijo con voz dulce.

Shifu: - Me alegro de verte, maestra. -

Tigresa no pudo contenerse, y se lanzó sobre Shifu dándole un fuerte abrazo. Una felicidad genuina se asomó sobre el rostro de todos los presentes, y una lágrima corrió desde el ojo derecho de Tigresa. La felina alzó la mirada, estiró sus manos y tomó a la tortuga y a la mantis y los unió al abrazo. Compartiendo los cuatro un feliz momento hasta que el pequeño panda rojo decidió romper el conmovedor momento tras unos segundos. Después de todo, no le gustaban mucho los abrazos. Pero más que disgusto, causó una burlona sonrisa en los presentes.

Mantis: - Debo decirlo. No esperaba verte aquí tan pronto. -

Tigresa: - Pasaron muchas cosas. ¿Y qué hay de ti? ¿Qué estás haciendo aquí? -

Mantis: - No me lo vas a creer pero... ¡Me casé! ¡Y VOY A SER PAPÁ! - Dijo extremadamente feliz.

[Si no entendieron esto, busquen el proceso de apareamiento de la mantis religiosa.]

Tigresa: - Me alegro por ti, pequeño. - Le dijo mientras lo agarraba con su mano derecha y le frotaba la cabeza con la otra de un modo burlesco.

Mantis: - Oye. Para con eso. - Dijo mientras se libraba de su agarre. - ¿Y qué hay de ti? -

Tigresa no dijo nada, simplemente se colocó la mano sobre el estómago y lo miró con una leve sonrisa. Aquellos presentes no podían creer lo que veían, e incluso el sereno Oogway tenía una expresión atónita en su rostro.

Kung Fu Panda Fanfic - La Sombra de la Ciudad de GongmenWhere stories live. Discover now