(XIII) Caparazón de Hielo

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A pesar de todos los problemas que la investigación acerca de los moradores les habían provocado, ni Tigresa y Tai Lung no se dieron por vencidos para encontrar a los culpables de la distribución de la droga. Sin embargo, tras el incidente en los muelles de los barrios bajos, el grupo criminal había cesado sus operaciones hasta el punto de dar la impresión de haberse ido de la ciudad. No obstante, los casos de ciudadanos colapsados por el consumo del opio no parecía tener fin. Bien los moradores habían logrado ocultar sus huellas, o la red de distribución que usaban estaba tan bien formada que podría pasar desapercibida ante los ojos de todos.

Por otro lado, Tigresa ya no pudo ignorar más sus deberes dentro del Palacio Imperial como Miembro del Consejo. Su rutina se volvió bastante monótona: Se levantada avanzada la mañana e inmediatamente comenzaba a revisar la enorme pila de papeles que tenía sobre su escritorio. Fan Ying a veces aparecía por su oficina, pero sólo ayudaba cuando el trabajo era evidentemente exagerado. Pero la mayor parte del tiempo, era Tigresa la única que se encargaba de todo.

Tigresa no perdía ni un segundo revisando los documentos a su cargo salvo para comer, entrenar un par de horas al día o ir al baño. Tal dedicación era admirada por la mayoría de los sirvientes, los cuales comenzaron a ignorar el hecho que Tigresa se despertara tan tarde. De hecho, muchos creían que incluso permanecía encerrada en su oficina hasta altas horas de la noche, pero la verdad era muy diferente.

Noche tras noche, Tigresa solía abandonar el Palacio Imperial sin que nadie se diera cuenta de su ausencia. Solía cerrar con llave su oficina, y nadie tenía la osadía de molestarla. Y todas las noches sin excepción, Tai Lung la esperaba sentado sobre el tejado de uno de los edificios que tenían vista al puerto, contemplando la inmensidad del mar.

Habían pasado varias semanas, y el frío invernal comenzaba a hacerse presente en el sur de China. La ciudad de Gongmen había experimentado la nieve todos los años, pero ese invierno era tan frío cómo nunca antes los más jóvenes habían experimentado.

Era una noche tranquila, y aunque el frío desgarraba hasta los huesos, la nieve apenas alcanzaba los tres centímetros de altura. Tai Lung esperaba pacientemente la llegada de Tigresa, sentado cómo era de costumbre sobre los techos frente a la zona portuaria. El leopardo de las nieves tenía un pelaje denso, especializado para protegerse de las gélidas condiciones. Aún así, debía usar un abrigo no muy gordo para protegerse de los fuertes vientos. Estaba perdido en sus pensamientos cuando de repente:

Tigresa: - Creo que debemos buscar otro punto de encuentro. -

Tai Lung se dió la vuelta y pudo ver a Tigresa quién se acercaba a sus espaldas. A diferencia del leopardo de las nieves, la maestra tenía un pelaje menos denso y el frío la afectaba mucho más. Tenía un grueso abrigo blanco para cubrirse del frío, incluyendo botas y guantes, lo cual contrastaba graciosamente con el aspecto de Tai Lung, quién pisaba la nieve sin siquiera sentir frío. Sin embargo, las fuertes y heladas brisas proveniente del océano petrificaba el rostro de Tigresa.

Tai Lung: - Ja ja. No me digas que le temes a un poco de nieve. -

Tigresa: - ¿Es una broma? No había sentido tanto frío en mi vida. -

Tai Lung no respondió, simplemente se burló un poco mostrando una sonrisa, mientras la abrazaba para darle calor.

Tras el "incidente" del beso, los dos felinos comenzaron a tener ciertas dificultades para mirarse directamente a los ojos. Pero con el tiempo, comenzaron a aceptarlo, hasta el punto de establecer un noviazgo hecho y derecho. Aunque por supuesto, nadie sabía nada al respecto. Había pasado tiempo suficiente cómo para que las dudas de ambos desaparecieran, convirtiéndose en los mayores confidentes uno del otro.

Kung Fu Panda Fanfic - La Sombra de la Ciudad de GongmenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora