(XXIII) La Espada del Rey Caído.

90 12 2
                                    

Tras un colérico grito de guerra, Chao cargó de frente contra la malherida Tigresa. La multitud que observaba con emoción desde la seguridad de la parte superior de los muros gritaba emocionada ante tal acto de insanidad. Algunos, más emocionados que otros, hacían pequeñas apuestas acerca de quién ganaría la batalla. Por supuesto, Chao tenía todas las apuestas a favor.

A pesar de sus torpes pasos, Tigresa aún tenía la suficiente destreza para evitar los veloces cortes que Chao daba con su enorme espada de un lado para el otro. Sin embargo, no podía hacer más que retroceder, pues no tenía ninguna forma de atravesar la dura armadura de acero.

Cada pisada de Chao estremecía la Tierra, y su fuertes gruñidos destacaban en los vítores de la muchedumbre hacia su persona. Blandía la enorme espada usando sólo su mano derecha, como si se tratase de un juguete, mientras las placas de su armadura negra impactaban entre ellas provocando un molesto chirrido metálico.

Aún así, Tigresa comenzó a ver el patrón de ataque de la enorme bestia. Ya no retrocedía para evitar la trayectoria de la espada. En cambio, movía su cuerpo y sus extremidades lo necesario para evadir la espada sin tener que retroceder más que un paso a la vez. Eventualmente comenzó a usar su mano sana para redirigir la fuerza de su oponente, agarrando por breves segundos la muñeca de Chao, y desviando los mortales ataques con gracias.

En este punto, Tigresa había recuperado la concentración. Tal vez por la adrenalina que bombardeaba su cuerpo, o por su entrenamientos para mantener la mente fría incluso en las situaciones más complejas. Pero incluso con su demacrado cuerpo, podía mantener a raya al enorme dragón de Komodo.

Su pierna estaba herida, pero respondía a su voluntad aún sintiendo un leve dolor. Los huesos de su mano estaban fracturados, pero el resto de su brazo seguía las trayectorias que ella quería, aunque el dolor a veces era demasiado fuerte. Su oreja le dolía, y creía no poder escuchar perfectamente todo a su alrededor, pero eso ahora no importaba. Lo que importaba, era derrotar a cualquier costo al oponente que tenía justo al frente.

La lucha continuó en un punto muerto hasta que Tigresa vió una apertura. Después que Chao blandió su espada horizontalmente, toda la zona frontal de su cuerpo quedó expuesto. Su armadura era tan dura, que no podía importarle menos mostrar su guardia abierta. De hecho, parecía hacerlo ocasionalmente para que Tigresa se sintiese tentada a golpearlo de nuevo, lo que le provocaría más daño a la maestra que a él. Pero Tigresa tenía otra idea en mente.

Al ver la apertura, Tigresa dió un paso al frente amenazando con darle un golpe directo en el rostro del reptil, pero Chao no era tan tonto. Sabía que lo único lugar que no cubría armadura era su rostro, así que se apresuró a resguardarla con el brazo que tenía libre. Con la placa de metal que cubría su antebrazo, Tigresa no tenía ninguna posibilidad de alcanzar su rostros sin destruirse su otra mano, y Chao era consciente de eso. Lo que el reptil no predijo, fue un potente gancho que ascendió desde su pecho y lo golpeó con fuerza en el mentón.

El primer ataque de la maestra era solo una finta, y Chao había caído completamente en su trampa. Al cubrir su rostro, no pudo ver el cambio de último segundo que Tigresa hizo en su ataque, golpeando con toda su fuerza el mentón de dragón de Komodo .

El golpe sacudió cada parte del cuerpo de Chao, haciendo que el voluminoso reptil retrocediera unos pasos antes de caer sobre su rodilla. Su mente le daba vueltas, y su visión era un poco borrosa, pero antes de poder recuperar un poco la postura, lo siguiente que sintió fue una poderosa patada de 360 grados que Tigresa le propinó una vez más sobre su prominente mentón.

Tal golpe arrancó de golpe el casco que protegía el cráneo de Chao, lanzándolo a varios metros de distancia del combate. El cuerpo de Chao se sacudió con fuerza, y lo obligó a retroceder un par de metros más. Pero antes que Tigresa pudiera acercarse a propinarle otro golpe, el reptil blandió horizontalmente su espada, haciendo a la maestra retroceder para evitar que el filo de la hoja la cortase a la mitad.

Kung Fu Panda Fanfic - La Sombra de la Ciudad de GongmenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora