(VI) Los Vestigios de las Sombras

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Tigresa se adentró en la zona más oscura de la ciudad, sin estar preparada para lo que iba a encontrar. Las viviendas estaban muy deterioradas, y un fuerte olor inundaba la zona. Un olor fétido, pero imposible de determinar su origen. El silencio era abrupto, interrumpido solamente por los llantos ocasionales de los niños clamando por atención o comida, o por el ruido de algunas cajas que  caían cuando los borrachos chocaban en los callejones. Las calles, a diferencia del resto de la ciudad, no estaban cubiertas de adoquines, sino de un viscoso fango que se formaba al mezclarse la tierra con las agua residuales que corrían por un pequeño canal ubicado justo al medio. Era común ver basureros en cada esquina, así cómo el cuerpo de ciudadanos que habían sucumbido al alcohol.

Tigresa jamás había presenciado tan desagradable escenario, y la combinación de todas esas sensaciones fue un fuerte golpe que saturó todos sus sentidos. La felina estaba algo mareada, aún así, siguió avanzando utilizando los puntos más elevados de esa parte de la ciudad para observar cada movimiento de los alrededores. Como felina que era, Tigresa poseía una excelente visión nocturna, y era capaz de detectar el menor movimiento, e incluso pudo escuchar las voces de los ciudadanos que hablaban en los alrededores. Pero nada le llamó particularmente la atención, hasta que:

A poco más de cien metros de donde se encontraba, Tigresa pudo apreciar a dos extraños seres encapuchados que caminaban con prisa por uno de los callejones. Esas características no eran nada relevantes, pero lo que llamó la atención de Tigresa, era que a ambos individuos se les salían las colas de sus prendas. Unas colas con mucho pelo, abultadas en el centro y puntiagudas en la punta. Unas colas cómo las que tenían los lobos lacayos de Shen.

Tigresa se apresuró a alcanzarlos antes de perderlos de vista. Intentó seguirlos por los tejados, pero hubo un gran problema. En esa zona de la ciudad, las casas eran tan pobres que los techos estaban fabricados de improvisados troncos y tiras de bambú. Si ella ponía un pie encima seguro colapsarían, así que no tuvo más remedio que seguirlos por el fangoso camino con mucho cuidado para no llamar su atención.

Tigresa los siguió de cerca hasta llegar a una zona donde los barrios bajos se encontraban con el río que corría a un lado de la ciudad. Allí, los extraños ciudadanos se reunieron con otros más encapuchados y comenzaron a platicar en voz baja. Tigresa estaba escondida tras unas cajas en la distancia, y no podía escuchar nada de lo que decían. Intentó acercarse un poco, pero volvió a esconderse al ver cómo dos barcazas conducidas por otros dos ciudadanos encapuchados atracaban en esa zona del puerto.

De repente, apareció otro ciudadano encapuchado junto a dos más. Este en particular, era más grande que el resto, y su voz era muy fuerte y podía ser escuchado levemente desde donde Tigresa estaba. Al parecer, ese era quién estaba a cargo de todos.

Jefe encapuchado: - Descargadlo todo y llevadlo al refugio dos. No hagáis el menor ruido. No queremos ojos curiosos aquí. -

Los ciudadanos encapuchados comenzaron a descargar unas cajas de madera de las barcazas, mientras el que parecía el jefe observaba sin intervenir. Tigresa sentía curiosidad por el contenido de esas cajas, así que se acercó lentamente para intentar dar un vistazo. Avanzaba lentamente, escondiendo su silueta detrás de los pilares, cajas y chatarras que estaba tiradas en esa parte del puerto. Pero cuando estuvo lo suficientemente cerca, ocurrió un imprevisto.

????: - ¡Oye! ¡Tú! ¿¡Qué haces ahí!? -

Tigresa se dió vuelta y se percató que uno de los "ciudadanos encapuchados" la había visto. Rápidamente, el "ciudadano" sacó una navaja de su bolsillo y atacó a la maestra. Eran bandidos, y ahora ya la habían descubierto.

Tigresa rápidamente se dió vuelta, y dejó al bandido fuera de combate al darle un poderoso golpe por el mentón. El bandido cayó de espalda y la capucha reveló su rostro al hacerse a un lado. Tal cómo Tigresa sospechaba, era uno de los lobos que sirvió al tirano Shen. Al parecer, algunos lograron escapar y estuvieron haciendo de las suyas desde entonces. Tigresa sabía que no debía quedarse en ese lugar, pero antes de poder darse vuelta, pudo percatarse que ya estaba rodeada por más de quince lobos que le cortaban cada una de sus vías de escape. En ese punto, la maestra no tenía más opción que enfrentarse a ellos.

Los lobos se abalanzaron sobre la maestra, mientras blandías sus espadas, hachas, y otros tipos de armas que escondían bajos sus capucha. Aún así, no eran rivales para la muy experimentada maestra. Tigresa lograba evadir sus ataques y dejar fuera de combate a aquellos que sus poderosos puños alcanzaban. Los lobos la siguieron de cerca sin darle ni un momento para respirar, sin embargo, aquel que parecía el líder, simplemente se limitaba a mirar desde la distancia.

La pelea provocó bastante ruido, aún así, ninguno de los residentes se atrevía a asomar la cabeza. Era más que obvio que algo malo sucedía, y nadie quería verse involucrado. Para desgracia de Tigresa, más lobos fueron llegando poco a poco, y la felina se veía cada vez más superada por la enorme cantidad de enemigos que la rodeaban. Pero tanta era la concentración de la maestra en el combate, que no pudo apreciar algo extraño que sucedía lejos de la pelea.

El líder de los bandidos, abrió una de las cajas y sacó un extraño artilugio del interior. Se trataba de una larga bara de madera que tenía en uno de los extremos un cilindro metálico con varias partes que sobresalían. El líder vertió una especie de polvo negro en su interior y luego añadió una pequeña esfera de metal. Agarró la parte de madera con las manos y apuntó la parte metálica hacia la pelea, y cuando Tigresa menos se lo esperaba:

-¡BAN!-

Un fuerte ruido hizo eco en el silencio de la noche

Tigresa cayó de espaldas, con un fuerte dolor sobre el hombro derecho. Apoyó su mano sobre el dolor y se percató que había sangre saliendo de una herida circular que tenía sobre su hombro. Lo que portaba el líder de los bandidos era un cañón de mano(1), una versión más ligera de los poderosos cañones que diseñó Shen, sólo que esta era menos pesado y podía ser portado con facilidad. Aún así, era igual de letal.

Tigresa yacía en el suelo, la sangre brotaba desde su cuerpo, y prácticamente no podía mover su brazo derecho. Pero lo peor de todo, era que la maestra comenzaba a sentirse muy débil, y parecía que perdería el conocimiento.

Lobo: - ¿Qué se supone que hagamos con ella? - Preguntó uno de los lobos que la rodeaban al verla yacer sobre el suelo.

Líder bandido: - No tengo tiempo para esto. Liquídenla. El resto, llevaos estas cajas de aquí. -

El líder bandido se dió vuelta y se alejó del lugar seguido por la mayoría de los lobos que cargaban con las pesadas cajas de madera. Tan sólo cinco lobos de quedaron en el lugar y sus intenciones obviamente no eran las mejores.

Tigresa no pudo hacer más que intentar arrastrase y apoyar su cuerpo sobre unas cajas para quedar sentada mientras los lobos se acercaban lentamente, agitando sus espadas y hachas. Tigresa no tenía fuerzas para moverse, y su visión comenzaba a verse algo borrosa. "Supongo que este es el fin." La maestra pensó.

Antes que los lobos pudieran llegar a ella, Tigresa ya no pudo mantener sus ojos abiertos; aún así, podía escuchar sus pasos acercarse poco a poco. Pero de repente, se escuchó un fuerte ruido sacudir los muelles. Los lobos se quejaban de dolor mientras se escuchaba cómo sus cuerpos chapoteaban con fuerza sobre el agua.

Tigresa, con sus últimas fuerzas, sintió una mano tocar su rostro mientras una extraña voz repetía su nombre. Aún así, la felina cayó desmayada a los poco segundos.  


(1) El arma es un cañón de mano cuyo origen se remonta a 1287 y su diseño es exactamente igual al de la descripción. Expertos creen que su origen pudo haber sido en años anteriores, pero coinciden en el hecho que fue en China dónde se desarrollaron. A este se le considera el precursor de las armas modernas.

Kung Fu Panda Fanfic - La Sombra de la Ciudad de GongmenOù les histoires vivent. Découvrez maintenant