•|CAPÍTULO 10: LADY ADELAINE.

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Marc

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Marc.

Estoy jodido.

El aroma tan delicado del perfume me está jodiendo en todos los sentidos posibles y la imagen que tengo frente a mí es una tortura constante.

No pienses en Las Vegas. Me obligó mientras ella suelta un suspiro al dormir tranquilamente.

—Joder.—maldigo mientras me llevo a los labios las gomitas que Scarlett me dió hace tres horas.

«Cumplo mi palabra, aquí está mi paga, cuñado.» Fueron sus palabras antes de darme la bolsa llena de gomitas en forma de gusano y chiles.

Mis ojos recaen directamente sobre su mano izquierda donde descansan en su dedo anular los dos anillos junto al diamante que reluce. Es una maldita obsesiva del control y el orden.

Hizo que le diera horarios de todo lo que estaremos haciendo ahora que hemos aterrizando en casa y no ha dejado de repasarlos.

La prensa está sobre nosotros que Gigi parece hacer magia tratando de retenerlos lo más que puede.

—¿Qué me críticas?—me sorprendo al oírla preguntar aún teniendo los ojos cerrados.

Yo no la crítico. Yo la admiro. Pero no puedo decirle eso ya que es demasiado pronto. Además de que mi pasatiempo favorito es hacerla enojar.

—Lo fea que te ves.—le respondo con tranquilidad comiendo gomitas.

Sonreí abiertamente comiendo cuando ella me levantó el dedo corazón de la mano izquierda en señal de insulto.

—Pues tú no te quedas atrás. ¿Sabes que roncas cuando duermes?

—¿Y tú qué babeas la almohada?

Elevo las cejas con diversión cuando ella abre los ojos y ese color almendrado me taladra con irritación pura.

—Llevamos dos días casados y eres insoportable, Dassaúlt.

—Los más felices de mi vida.—le guiñó un ojo con diversión.

—¿Repasaste los recados? Debemos coincidir en todo para no levantar sospechas.

Suelto un suspiro haciendo que Adelaine se acomode la chaqueta blanca con botones dorados a juego con la falda arriba de la rodilla.

Ese estilo tan elegante y único para una mujer de su edad que está en los veinte. Y admito que le queda bien.

—Todos y cada uno. Soy bueno recordando cosas. Además, solamente vamos a ver a mi abuela y tíos.

—Como si tu abuela no fuera la de mayor peso en la familia.—refuta de mala gana.—¡Una maldita caravana de coches nos sigue!

—Pues es más que obvio.

Pone los ojos en blanco acomodándose en su asiento.

—Eres Lady ahora.—añadí bajando la vista a mi reloj.—Los duques van adelante de nosotros.

ANACRONÍA. | 𝗟𝗜𝗕𝗥𝗢 𝗜 & 𝗜𝗜 «𝗦𝗜𝗡 𝗘𝗗𝗜𝗧𝗔𝗥»Where stories live. Discover now