•|CAPÍTULO 3: EL MANDATO DE LA REINA.

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Marc

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Marc.

Duque de Vassellí. La voz de mi abuela hace eco tras que me informara el nuevo título que me ha asignado.

—Marcus—su voz hace que eleve el rostro—, no está a discusión que desees declinarlo.

A mi lado mi madre la observa confusa.

Diane se pasea por todo el salón del trono echándose aire con el abanico.

—¿Te has dado cuenta de que le cerraste el país a tu familia?—Inquiere ella un poco molesta.

—No estoy para las lloraderas de nadie, Diane—responde la abuela con tranquilidad. Tanta que resulta peligrosa.

Me masajeo las sienes tratando de apaciguar los dolores de cabeza que he estado acarreando desde el accidente. La mujer sentada en el trono me ha tenido como león enjaulado durante casi dos años, con sus marionetas detrás de mí siguiendo cada uno de mis pasos que ha resultado desgastante.

—No son lloraderas, madre. El tema de Marc y Adelaine solo dependía de ellos y nada más. ¿Tener que cerrar el país para tu familia? Eso es indignante.

Christine se incorporó molesta y me miró.

—Sé que tu ira es palpable, que el accidente fue tan inesperado al igual que sus consecuencias—hablo ella—, pero no voy a dejar que me reprochen lo que he hecho.

—No me dejaste buscarla—musite tratando de controlarme.

—¿Creíste que llegarías un año después como si nada a derribar la poca tranquilidad que ella ha tenido? Pues dejame decirte que estás equivocado—siseó bajando los pequeños escalones.

—Es mi esposa.

—Porque así me conviene que lo sea y deberías estarme agradecido—miro a mi madre—, a nadie le daré mis razones hasta que llegue la reunión.

—Eres tan injusta—hablo mamá.

—Actuó como lo que soy, la reina de Francia y si veo que mis planes saldrán como deseo no me importan las consecuencias—soltó con dureza.

—¡Tú crees que estás haciendo un bien pero no es así!—Brame furioso.—¡Me mantuviste lejos de ella casi dos años!

—¡Ella acudió a mí buscando ayuda tras el accidente!—Reveló subiendo incluso más el tono de voz.—¡Incluso se quedó tiempo en Italia tratando de pensar pero fuiste tan estupido para salir con la ramera de Anna Haase y ella te vio!

Elevo la cejas molesta mientras me señalo.

—¿Qué creías, Marcus?—Dio varios pasos en mi dirección.—¿Esperabas que ella se quedara en una puta esquina viendo como te paseabas con la otra hasta que recuperarás la memoria? Sé todo lo que hiciste por ella y también que fuiste tan imbécil para no oír a tu familia cuando se te dijo y se te mostraron pruebas de que estabas casado que por tus huevos no te importo. Adelaine fue seleccionada por la gran compañía de París, como lo quieras ver, tú saliste con una persona casada por meses hasta tuve que intervenir como siempre en tus cagadas.

ANACRONÍA. | 𝗟𝗜𝗕𝗥𝗢 𝗜 & 𝗜𝗜 «𝗦𝗜𝗡 𝗘𝗗𝗜𝗧𝗔𝗥»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora