•|CAPÍTULO 12: FACHADA.

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Marc

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Marc.


—Tan solo han pasado dos años de la muerte de su abuela—habla la abogada que nos mira con curiosidad—, me ha sorprendido la llamada.

Adelaine le sonríe mientras me ignora ya que la tengo sujeta de la cintura mientras llevamos dos horas con el jodido papeleo.

—Estamos planeando hacer algunas remodelaciones y me he acordado de la herencia de mi abuela—habla tratando de sonar tranquila.

—Cien millones de euros—me obligo a no abrir la boca sorprendido al oirla.

¿Qué carajos? ¿Cien millones como herencia?

Mi mente rápidamente trabaja recordando que los abuelos de la muñeca fueron fundadores de varias empresas así como de la misma marca de coches que ahora su padre maneja.

Adelaine asiente a mi lado.

Observo la hora en el reloj de la sala de estar de la finca y con una seña me levanto mientras la abogada sigue hablando. Voy hasta uno de los muebles donde está el estuche que la enfermera me ha dado tal como se lo pedí.

—...estamos claros que ante la gran cantidad de euros, vamos a necesitar papeleo. Nos ha tocado ver cómo las personas fingen y tras tener el dinero, se hace desorden total.

—Somos una familia, estamos planeando hacer algunos negocios.

Aquello llamó mi atención mientras saco un paquete de gel.

—¿Se han casado hace menos de una semana?

—Hemos estado juntos desde antes y tenemos testigos, queríamos una relación privada al menos por ese momento—dije yendo hacía ellas de nuevo.

La mirada almendrada de Adelaine recayó en mi mano y después pasó a mi rostro donde me observó con confusión.

Volví a sentarme a su lado abriendo el paquete, cosa que no pasó tampoco desapercibida para la abogada.

—Es bueno que sepa de la enfermedad de su esposa.

Le sonreí.

—Es mi deber. Al igual, ella sabe que soy alérgico a las abejas.

Achiqué los ojos en su dirección en el momento que Adeline puso una enorme sonrisa en el rostro.

—Claro, no quiero ser una viuda tan pronto—soltó ella casi con diversión pura—, no cuando amo muchísimo a mi esposo.

Maldita muñeca mentirosa.

La abogada asintió con media sonrisa.

—Me agradan, son una linda pareja.

—Verdad que sí—dije rápidamente—, tan hermosos que las revistas nos aman.

Aproveche que la abogada se centró en su computadora para darle el gel a Adelaine que me observo como si tuviera dos cabezas.

ANACRONÍA. | 𝗟𝗜𝗕𝗥𝗢 𝗜 & 𝗜𝗜 «𝗦𝗜𝗡 𝗘𝗗𝗜𝗧𝗔𝗥»Where stories live. Discover now