•|CAPÍTULO 2: UN TÍTULO REAL Y OTROS DESASTRES.

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Adelaine

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Adelaine.

—Nombre de la infanta por favor—la voz profunda del consejero real de la reina hace que parpadee para prestarle atención.

A mi alrededor, exactamente en mi sala de estar, hay más de quince personas que pertenecen a la corte francesa que me observan como si yo fuera una mentirosa.

Me aclaró la garganta mientras deslizó los papeles de Grace sobre la mesita de vidrio.

—Vamos, Adelaine—habla Christine quien bebe del té después de darme una sonrisa—, es para tener todo listo antes de la reunión familiar.

Asentí mirando a Grace que juega con la sonaja bañada en oro que me trajo hoy. Ella le hace muecas viéndose en presencia de todos, una completa desconocida ya que, bueno, Christine es total seriedad siempre.

—Grace Helena Christine Dassaúlt Bonnet—respondí totalmente nerviosa.

—¿No es una hermosura?—Preguntó ella a su personal—. Lleva mi nombre, ponle Christine II en el acta—ordenó al consejero que se apresuró a escribir.

—¿Puedo saber por qué no esperar hasta el día de la reunión?

—Haré un cambio en la línea de sucesión al trono—dijo ella como si eso no fuera importante.

Casi me atraganto con la saliva al oír la respuesta. Trevor desde el otro lado de la cocina que estaba hablando con su madre, me observo asombrado.

—Oh—ni siquiera se que decir en realidad—. Creí que alguno de sus hijos ya habrían tenido hijos.

Christine suspiro algo molesta, sin embargo, le acomodó la diadema a Grace.

—Ni siquiera se porque me esforcé tanto en tener hijos—me respondió con frialdad—, todos son unos malagradecidos con su madre. Pero ya es suficiente, es por eso que he decidido hacer un cambio en la línea de sucesión.

Me removí inquieta en el sofá en cuanto los ojos aguamarina de Grace conectaron con los míos.

Ella es la copia exacta de Marcus. Sacó sus hoyuelos, el color de cabello y hasta sus ojos.

Como me dijo Flora el día que la conoció: fui la casita de Grace ya que se fotocopio de su padre.

Lo único mio son las pocas pecas y las pestañas.

—Te daré un nuevo título—añadió sacándome de mis pensamientos.

—¿Es muy necesario?

—Lo es—intervino el consejero—, como la madre de la heredera al trono.

—¿Qué?

—Grace es la heredera al trono de Francia—afirmó con decisión Christine—, jerárquicamente se puede hacer y es lo que está planeado, no le daré la corona a ninguno de mis hijos pues yo sé que no son aptos para liderar el país.

ANACRONÍA. | 𝗟𝗜𝗕𝗥𝗢 𝗜 & 𝗜𝗜 «𝗦𝗜𝗡 𝗘𝗗𝗜𝗧𝗔𝗥»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora