•|CAPÍTULO 24: SIN REGLAS EN EL PARAÍSO.

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Adelaine

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Adelaine.

La respiración entrecortada de Marcus se mezcló con los jadeos que ambos no podíamos evitar.

Las reglas en el paraíso no existían en estos momentos. No si de una manera se terminaban rompiendo por más que uno haya tratado de resistirse a ellas, y con él, con la bestia del Luxxe, eran más que seguras, pero en estos momentos; la caída a la grava caliente no me importaba.

Ya que por primera vez en mi vida me sentía verdaderamente deseada por alguien, por él, mi antítesis y el rival de mi familia en la pista.

La media sonrisa que pone en sus labios hace que se la regrese pero no dura mucho ya que me aferro a su espalda teniendo la necesidad de pasar mis uñas por ella, las embestidas que da son rápidas y precisas causando que muerda mis labios en el proceso.

Mi cuerpo se estremece con cada caricia que él hace, desde la manera en la que levanta mi pierna desnuda para que abrace más su cadera y las embestidas sean aún más profundas que antes.

Ni siquiera uno de los dos se ha dignado a ver el reloj de la mesita de noche, pero sé que hemos perdido el té con su abuela y con la familia, además, de qué por más que queramos estar en cama, nuestra asistencia al hipódromo es obligatoria.

—Si sabes que en algún momento debemos de parar—comente levemente tratando de tomar una rápida respiración —. ¿Verdad?

Marcus niega mientras esconde el rostro en mi cuello dejando suaves besos en el.

—No quiero salir de aquí, ni de ti —respondió agitadamente.

Aquello causó que mis labios se curvaran en una leve sonrisa. Sé que me estoy aferrando a él de una manera en la que no lo he hecho con nadie, en que es una parte de mi lugar seguro en la cual, puedo ser yo misma sin llegar a sentirme mal.

—Mi Lord—lo llaman del otro lado de la puerta y Marcus emite un leve quejido—, lamento tener que molestarlo por quinta vez... Pero la reina desea que nuestra Lady la vea en el cuarto de las joyas en diez minutos.

Marcus me cubre la boca conforme se mueve más rápido hasta el momento en que él siente todo mi cuerpo temblar bajo el suyo como señal en que he llegado al orgasmo perdiendo la cuenta de cuantas veces lo he hecho ya.

—En unos momentos voy—me las arreglo para hablar sintiendo que el aire me falta por completo.

—Aquí quédate, muñeca—susurra él que levanta el rostro para verme fijamente.

El impacto de sus ojos aguamarina contra los míos fue como todo un golpe sin anestesia ya que, para mi suerte; estos muestran tanto brillo como si fueran una de esas noches en las que el cielo de Italia son libres de toda contaminación y dejan a la vista las estrellas.

Únicas.

Brillantes como constelaciones y de cierta manera, solo para mi.

—Marcus.

ANACRONÍA. | 𝗟𝗜𝗕𝗥𝗢 𝗜 & 𝗜𝗜 «𝗦𝗜𝗡 𝗘𝗗𝗜𝗧𝗔𝗥»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora