2. Completa desconocida

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—Hola soy Mariam, pero me podéis llamar mar, mari, entre otros apodos.—Se empezó a presentar la chica.—Voy a ser vuestra nueva psicóloga deportiva, cualquier cosa que necesitéis estaré siempre sentada en una silla al lado de banquillo.—terminó de presentarse.

—Ahora ya podéis ir todos a cambiaros.—dijo nuestro entrenador.

Yo iba todo lo rápido que me permitía mi cuerpo hacia el vestuario hasta que me llamó Xavi para que fuera con el, seguro me dará alguna de sus charlas.

Volví a ir donde se encontraban Mariam y Xavi.

—Hola Gavi, espero te encuentres mejor.—me empezó a decir mi entrenador, yo ya me veía venir lo que me diría.—Como ya sabes, ella es nuestra nueva psicóloga deportiva, y ahora mismo no creo que estas en el mejor punto de tu vida.—dijo con tristeza.—Así que te vendría bastante bien hablar con ella. No es como las otras, ella seguro si te puede ayudar.

—No voy a hacerlo.—le dije volviendo a irme hacia los vestuarios.

—Gavi, porfavor, inténtalo.—me dijo Xavi por atrás.

Yo no estaba de humor para discutirme y tampoco tenia nada de fuerzas, no sé ni cómo me mantenía de pie, no podía con el cansancio y hacía más de 10 horas que no comía nada.

—Vale, haré lo que quieras ¿ya puedo irme?.—dije con un tono muy arrogante.

—Ya puedes irte, pero como me vuelvas a tratar así te pones a correr encuentres como te encuentres, ¿entendido?.—ya tardaba en regañarme.

—Entendido, que pases buen día.—me despedí de mi entrenador ignorando a la chica que estaba al lado.

Me fui hacia el vestuario, me cambié la ropa de entrenar que no me sirvió para nada y me puse ropa normal.

Luego le pedí a Pedri que me llevara a mi casa, yo no podría conducir así.

Una vez Pedri acabo de ducharse y vestirse salimos hacia el parking para ir en el coche.

Me senté en la parte trasera del coche para que la gente no viera la cara de asco que traía.

Íbamos en silencio en el coche hasta que Pedri decidió hablar.

—Es por Ada, ¿verdad?.—me preguntó el canario.

Odiaba que me conociera tan bien, que el supiese las cosas que me pasaban sin yo haberle dicho nada.

—Si...—respondí a su pregunta con la voz rota y volviendo a llorar.

—Tranquilo, ¿si?.—aprovechó para mirarme porque había un semáforo en rojo.—Ahora llegamos a tu casa y me lo cuentas todo.—dijo volviendo a arrancar el coche porque el semáforo volvía estar en verde.

Me encantaba tener su amistad, siempre me ayudaba en todo.

Llegamos a mi casa y una vez dentro, nos sentamos en el sofá.

Ahí volví a llorar como nunca antes mientras le explicaba todo.

El estaba abrazándome mientras me daba caricias en la espalda para tranquilizarme.

El era el mejor.

Él se merecía tener un mejor amigo normal, que no se metiese en problemas.

Pero el ignoró mis problemas y se fijó en cómo era yo por dentro.

Se lo agradecía a más no poder.

Se me cayó el mundo encima y él estuvo ahí todo el tiempo posible para ayudarme a volverlo a levantar.

El resto del día no pasó nada interesante.

Pedri se tuvo que ir a su casa, aunque sé negó a dejarme solo así que me dijo que al día siguiente volvería de buena mañana. Yo solo asentí a regañadientes, el era muy cabezota con estos temas y aunque le diga que no, él no me haría caso.

Cállame. - Pablo Gavi Donde viven las historias. Descúbrelo ahora