EL EQUILIBRIO.

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     Mientras caminaba de regreso a su casa, muchos pensamientos lo invadieron y se colocó en la fila del autobús ¿Para qué? ¿Con qué objeto? para llegar a su destino no tenía que tomarlo y aunque así quisiera, en su bolsillo sólo había un agujero, vivían con aquel oro empeñado y ya casi no quedaba nada, no iba a tomar el autobús.

     Pero en el fondo le agradaba estar allí, ver a todas esas personas con un propósito en su vida, todas iban o regresaban de algún lugar, cada uno era una historia diferente, pero sentía que su historia era la más triste.

     Luego de que se fue el último autobús y se llevara a toda la camada de personas, se marchó, no se quedaría ahí solo, en momentos tan tristes como estos lo que menos quería era estar solo, no quería pero aún así sentía que lo estaba.

     También comenzó a pensar en el coronel en el valor —que no sabía de donde había sacado— a hablarle al coronel, era otro hombre, era como si poco a poco se fuera adaptando a casi todas las situaciones que la vida le imponía.

      Pero también la realidad del coronel ayudó para lograr ese cambio, estaba desilusionado, definitivamente no era el coronel que todos creían que era, era un hombre oscuro con una vida primitiva y un corazón frío, corrupto, peligroso y hasta en el fondo loco.

     Entonces se preguntó ¿Valió la pena Robert? ¿Éste era el hombre al qué tanto admirabas? 

     Sus ojos se habían abierto y se había prometido a si mismo que no volvería a cerrarlos, a pesar de nunca cumplir sus promesas, a partir de ahora si debía sentir admiración por alguien, sería él mismo.

     

      Llegó a su casa como todos los días, sin esperar mucho de la vida, sin embargo, ésta sí tenía planeado sorprenderlo.

      Ingresó a su hogar sacándose los zapatos y sin hacer mucho ruido, al no encontrarse con Sarah en la casa pensó que estaría descansando, era la hora de la siesta y ella generalmente acostumbraba a hacerla, por eso ingresó así a la casa.

     La puerta estaba entreabierta, sólo un poco, arrimada también sería un buen término para  describirla.

     Se acercó con mucho sigilo, ella estaba ahí, sentada en la cama, se oía su voz, hablaba sola y con una fotografía en sus manos, por el contorno del marco pudo saber que era la fotografía de la boda, ella estaba cabizbaja, su cabello le cubría casi todo el perfil de su rostro y en parte fue por eso que no podía verla, ésta suspiró afligida y luego dijo: 

—No sabes como me arrepiento de haberme casado contigo, eres mi peor decepción...

     Esas palabras lo destruyeron y eso hizo que tirara un florero cerca de allí, ella lo notó y al salir de la habitación se encontró con el, quién no había tenido el tiempo suficiente para huir.

—Robert... —expresó ella aún con el cuadro en sus manos.

—No digas nada, no tienes que decirlo, ya lo oí todo y honestamente no creo poder soportar más.

—Comprendo... pero... 

—No, nada de peros, ya basta de excusas Sarah, al menos no intentes arreglar esto con una mentira.

—No lo haré, no mentiré ¿Quieres qué hablemos así entonces?

—Sí, con la verdad, con lo que realmente piensas y sientes Sarah, no comprendo por qué me mentiste así ¿Dónde quedó la felicidad?

—No es como lo piensas... —dejando el cuadro en la mesita donde anteriormente había un florero, para tomar su mano— no puedo, realmente no puedo, te digo la verdad, sí, me tomé bastante mal lo de tú dada de baja y mucho más porque sé que ese es tú sueño y en el fondo, al verte aquí todos los días deprimido, eso fue lo que más me dolió, porque el Robert que yo conozco, el Robert que me conquistó se logró llevar gran parte de mi corazón, él no haría eso, él no se quedaría de brazos cruzados, él intentaría buscar una solución, sé que es imposible o bastante complicado el hecho de regresar, pero al menos inténtalo, no quiero que logres nada, quiero que lo intentes, quiero volverte a ver a los ojos como antes, ya ni siquiera me das un beso antes de dormir o me abrazas por la calle, es como si fuésemos dos desconocidos que viven en una misma casa, Robert yo te amo —ambos estaban llorando— te amo mucho, pero hay veces en que las situaciones me superan y no siempre puedo estar positiva, pero sino te lo digo, es para no hacerte sentir mal, porque no soporto verte mal mi amor.

—Sólo... sólo no vuelvas a decir eso, que soy tú decepción, aunque si en verdad lo soy para ti, dímelo, no me ocultes esas cosas, porque para mi tú eres lo más bello que me dio la vida —besando sus labios— fue un beso lento y largo, donde se podían entender millones de emociones, de sentimientos, de comprensión.

     Estaban a punto de irse a descansar, Robert iba a apagar la luz de noche cuando Sarah lo interrumpe: 

—No... no la apagues.

—¿Ahora le temes a la oscuridad? —rió.

—No seas tonto, recordé algo... mañana debemos ir con el doctor... por el bebé.

—Perfecto, iremos, pediré permiso al capitán.

—Está bien... espera ¿Qué? 

     Robert rió— No te lo dije porque quería sorprenderte mañana cuando me fuera, pero ya que estamos hablando de cosas buenas te diré, hablé con el capitán y éste... éste por el afecto que me tiene y los años que he trabajado y mi buen desempeño, me ha regresado al cuartel.

      Sarah lo miró con mucho entusiasmo, no sin antes abrazarlo fuertemente.

—Felicidades! 

—Cuidado, el bebé —la interrumpió.

—Descuida, ambos estamos muy felices.

     Esa fue la única noche —luego de bastante tiempo— en la que Robert no deseo que se apagaran las luces para poder llorar o esperar a que Sarah estuviera completamente dormida para poder irse a caminar en medio del frío de la noche con la soledad como única compañía, por el contrario, se sentía feliz, el verla feliz, lo hacía también, cuando llegó a la casa hoy, creyó que todo iba a estar mal, que su mundo se había derrumbado luego de oírla detrás de la puerta, pero no, ahora estaba pasando por su mejor momento, sentía que todo estaba yendo en un perfecto equilibrio.

ÁVARO AMORWhere stories live. Discover now