LA CARTA A AFRODITA

1 0 0
                                    


     Ambos se miraban muy atentamente, aún así, la mirada de Sarah estaba cabizbaja.

—¿Qué ocurre?

—Mañana me iré de aquí, pero... iré a la policía a hacer una denuncia por el abandono del hogar, no quiero que Robert ande diciendo cosas por ahí, ni que intente que regrese, no voy a volver.

—De acuerdo... aunque me entristece un poco el no verte más.

—A mi igual... 

—¿Dónde te quedarás? 

—En un hotel por algunos días y luego... supongo que buscaré un empleo y así al vida me irá llevando.

—No puedes hacer esfuerzos, ya has pasado por muchas situaciones de estrés y si ocurre de nuevo... sólo trata de estar tranquila.

—¿Qué sucedería? dime... 

—¿Confías en mi? —ella asintió— entonces sigue haciéndolo, todo va a estar bien pero no te alteres más, has cosas que te gusten, que te hagan feliz.

—Pero... mira, eso suena genial, pero no puedo.

—Sé que suena algo impertinente, pero puedes quedarte con nosotros, vivo con mi hermana en la casa de abajo, la de arriba está vacía y no ocurriría nada porque es un lugar seguro y nosotros estaríamos abajo ¿Qué dices? 

—Me gusta la idea, sólo déjame ir por mis cosas, puedo ir en un horario que Robert no esté.

—Te acompañaré, él puede llegar y es mejor cuidar a los que nos importan.

     En el fondo Sarah nunca creyó que volvería a sentir esto por otro hombre que no fuera Robert, el sentimiento era el mismo, pero diferente, cuando conoció a Robert ella cambió muchas cosas de ella para agradarle, hasta llegar al punto de no reconocerse más, pero ahora era todo muy diferente, era ella misma, no tenía que fingir y hasta la conoció en su peor momento, en el que estaba muerta de susto por su bebé, en el que sus ánimos estaban por el piso y su vida dependía sólo de su bebé, nunca se hubiera imaginado encontrar el amor y mucho menos en esas circunstancias. 

      Con esta segunda oportunidad que le daba la vida, porque eso era lo que le estaba sucediendo y mucho mejor porque esta vez era ella misma, sin disfraces, sin tener que cambiar nada, nada de nada, esta vez probaría suerte siendo ella misma.

      Se quedó hablando y riendo de cosas triviales, con Ángelo, nunca se había reído tanto, a lo lejos pudo ver como la hermana de Ángelo los observaba feliz, sonreía, definitivamente Sarah había llegado para salvar la vida de su hermano y ellos la de Sarah, mejor dicho, su corazón.


      La mañana llegó, ella abrió sus ojos poco a poco, no sabía en qué momento se había quedado dormida, pero al recordar como la pasó anoche sonrió ¿Acaso esto era la felicidad? ¿Esto es lo qué Rosa vive todos los días? 

    Nunca comprendía cuando ella llegaba a visitarla y siempre sonreía, era una sonrisa verdadera porque sus ojos no estaban rojos, nada, no había fingido una sonrisa como ella lo hacía antes, no, Rosa siempre sonreía y ella siempre tenía el sollozo pegado a la garganta.

     Encontró en su mensa de noche una nota:

     Como el sueño te ganó iré a seguir con mi guardia, aunque podría quedarme viéndote dormir por horas, transmites paz.


     Su hermana llegó con el desayuno.

ÁVARO AMORWhere stories live. Discover now