AMOR

2 0 0
                                    

     La mañana había llegado, él se preparó con el uniforme, como antes, como nunca debió dejar de ser así, se veía al espejo con orgullo —Soldado Wilson a su servicio —se dijo hacindo un saludo militar, Sarah lo observaba a lo lejos.

—Te ves muy guapo —le coqueteó— mi Robert...


     Al llegar al cuartel, todos sus antiguos compañeros se miraron entre ellos intentando buscar una explicación lógica a todo esto, Federico, lo vio como si de un fantasma se tratase.

—Cómo le va oficial estafador... —saludó Robert a su antiguo ex-amigo palmeando su hombro, Federico planeaba responderle, pero él no se quedó a escucharlo.


     Al llegar a la oficina del capitán, éste le ofreció una disculpa por los actos cometidos anteriormente y le dio la bienvenida al ejército y al cuartel.

     No lo negaría, estar de regreso le gustaba, pero a la vez le sorprendía lo extraño que giraba el mundo cuando se recibía 'Cierta ayuda de superiores' 

    Pidió permiso para ir al hospital y le dijeron que sí, ahora todo era sí para el hombre que recibió más 'No' que halagos.

     Estaba comenzando a disfrutar de privilegios que nunca había tenido, no pensaba nunca dejar aquel negocio con el coronel, a pesar que ni siquiera había comenzado.

     

     En el hospital Robert no soltó ni por un sólo segundo la mano de Sarah, por fortuna, todo estaba de maravilla con el bebé.

     Ese día no había visto al coronel, pero sabía que pronto recibiría esas primeras instrucciones para comenzar a trabajar.

    

     Ya habían ingresado a la casa, aún así, salió de nuevo, necesitaba estar un poco a solas, con su cigarrillo y las oleadas de humo que alían sin parar.

     Estaba comenzando a anochecer, estaba poco a poco oscureciendo, había caminado más allá de donde solía ir siempre, unas calles más abajo, casi llegando a los suburbios.

     Se quedó paralizado al observar como de un bar salía una mujer, una de las mujeres que había visto, o mejor dicho, la mujer más bella que nunca jamás vio.

      Unos hipnotizantes ojos oscuros, opacos y cabellos castaños, largo y rizado que le llegaba hasta más allá de la cintura, era simplemente perfecta, su vestido rojo, largo, era demasiado para el lugar del que acababa de salir, a decir verdad parecía una mujer de sociedad, no, ella no parecía de allí.

      La luz de la entrada la iluminaba a ella y al sujeto que la acompañada, la misteriosa mujer se encontraba sollozando y aquel hombre la sujetaba con mucha fuerza mientras le gritaba, se notaba que estaba molesta, la mujer iba descalza, descalza en pleno frío.

     Robert estaba mirando la escena, hasta que vio como el hombre la empuja y ella cae al suelo, no, Robert no pudo soportarlo más, debía intervenir, pero, para cuando llegó, aquel hombre ya se había adentrado de nuevo a aquel bar.

—¿Estás bien? —le preguntó a la bella mujer intentando ayudarla.

—¿Y a usted qué le incumbe mi vida? Ya déjeme! —se iba a poner de pie, pero accidentalmente pisó su vestido y trastabilló.

—Cuidado! —Robert la sostuvo, ella no podía dejar de ver sus ojos, ambos estaban cara a cara, viéndola más de cerca, la mujer aparentaba tener unos diecinueve años sin sacar cuentas exactas, él tenía treinta, por lo que no le pareció algo imprudente el besarla ahí mismo, sin decir nada, sin pedir ningún permiso, sólo hizo lo que su corazón de dictó, ella era perfecta para él, a pesar de no conocer en lo absoluto la historia de su vida.

—Pervertido! —abofeteándolo.

—Me dice pervertido a mi, pero aquel hombre la azotó al suelo como se hace con la basura y usted no le dijo nada.

—No le daré explicaciones de mi vida a un perfecto desconocido que tuvo la imprudencia de besarme.

     Sin decir más, salió de allí muy enfadada y descalza, se subió a un taxi y sólo la vio alejarse.


—¿Dónde estabas Robert? Me preocupé! —Exclamó Sarah al verlo llegar.

—Me quedé hablando con un compañero del cuartel, tú sabes, cosas del trabajo.

—No sabes lo que ocurrió... —sonriéndole ella.

—Dime...

—Pateó, hoy dio su primera patada.

—¿Qué? ¿Estás segura de eso?

—Robert... —mirándolo mal.

—Es... es que no puedo creer que crezca tan rápido —a punto de llorar, se inclinó y colocó una mano en su vientre— vamos... estoy aquí... patea para mi por favor... no lo hace Sarah... ¿Crees qué no me quiera? 

—Oh vamos Robert, quizás sólo fue una vez —éste asintió.

—Me lo perdí... 


     Por la noche, la puerta volvió a sonar, esta vez cinco veces, las tenía contadas, era el coronel, aún sin llegar hasta la puerta, él sabía que aquel hombre era el coronel.

     Luego de unos segundos, se colocó su bata y con toda la paz del mundo descendió las escaleras y abrió la puerta.

—Buenas noches coronel... 

—¿Desde cuándo andas tan feliz por la vida? Dios mío! por poco no me besas —mirándolo asustado.

—Oh no señor, simplemente he llegado a la magnífica conclusión de que la vida es muy bella.

—Como digas... no sé para qué pregunto si tú vida no me interesa en lo más mínimo, para mi eres insignificante.

—Al punto.

—Mañana hay una entrega, el gran jefe llamó.

—Está bien, pero debes explicarme lo que haremos... 

—No te preocupes... mira, será así...


     El coronel estuvo hablando por exactamente una hora, luego de que por fin se fuera— eran las dos de la madrugada— regresó a su cama, mañana debía levantarse temprano, nos sólo iría a trabajar, sería debut en la mafia y eso en el fondo lo entusiasmaba, sí, no negaría que no estaba muy conforme al inicio, pero estaba tan feliz que poco le importaba la mano que le había dado de comer en antaño.

      Su mala suerte era mucha, no sólo se había perdido la primera patada de su hijo, sino también la capacidad de conciliar el sueño, cada vez que cerraba los ojos veía el rostro de aquella bella mujer, luego abrió los ojos abruptamente viendo a Sarah dormida a su lado, todo era muy complicado, todo era una completa locura, hubiera deseado estar en buenos términos con Federico para poder contarle todos sus problemas, pero en parte fue gracias a él sucediera todo esto y no lo podía olvidar.

     Robert por primera vez se sentía feliz, completo, se había enamorado.

—Con que así se siente el amor... —susurró sin despertar a Sarah.


ÁVARO AMORWhere stories live. Discover now