EL PADRINO Y EL AHIJADO

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      Julieta ya estaba de regreso en la mansión, Patrick la esperaba enfurecido.

—¿Y a ti qué te sucedió? ¿Ahora te crees dueño del mundo? 

     Él la mira sin comprender y luego ve a Cobra y Coray que los ven muy preocupados.

—Señor... nosotros vimos que la señorita estaba en el restaurante y que de repente llegó un hombre a su lado y... disparamos... —explicó Cobra.

—Pero ahora la señorita nos dice que no es él, que el hombre al que asesinamos no es él... —continuó Coray.

     Patrick los miró a ambos y cerró su mano con mucha fuerza— ¿Dónde está su otro secuaz? 

—Huyó.

—Qué hiciste! —le gritó ella— Lo mataste! Él sólo era un mensajero! Por qué te tienes qué meter así en mi vida! 

—Julieta cállate!... —gritó el hombre sin ya casi paciencia.

—¿Por qué? ¿Tienes miedo? 

—Cállate! 

—Eres un asesino.

—Eso ya lo era antes de que tú nacieras, no pienses que esto es un peso en mis espaldas que no me dejará dormir y si así lo crees déjame decirte que estás muy equivocada.

    Patrick ordenó que buscaran por cielo y tierra a aquel que huyó, también mató a Cobra y Coray en ese mismo momento y frente a los ojos de Julieta, se podía decir que la sangre de Cobra la había salpicado en la mejilla, luego dijo a otro hombre que la encerrara en la habitación, a decir verdad poco le importaban las defunciones del día, ninguna de las tres, pero si había algo que lo hacía saltar de los pelos y eso era que se hubieran equivocado y todo se arruinara.

     Según sus cálculos, aquel hombre amante de su esposa debía de estar muerto para estas horas, según sus cálculos él debía ser el único en la vida de su amada Julieta, é, y sólo él.

     

      Robert llegó a lo que serían las cuadras que dan entrada a su vecindario, creyó que aún no habría nadie levantado a pesar de la hora, era como si aún no pudiera pensar con racionalidad absolutamente nada, como si estuviera atrapado en una historia y otro escribiera sus pensamientos, pero justo en el momento más preciso se le hubiera acabado la tinta a su pluma y él ya no sabría qué decir.

     El lugar era un gentío, todo revuelto, todo hecho un caos.

—Ay Oscar! 

—Oscar murió ¿Se enteraron? dicen que lo mató la mafia.

—La mafia mató a Oscar —comentaron varios de sus vecinos a otros pares, al escuchar eso su corazón se alteró ¿Mafia? ¿Cuál mafia? ¿Eso quería decir que la mafia lo iba a matar a él? ¿A Robert? 

      Se desabrochó el botón de su camisa, ya no podía desabrocharse más, estaba demasiado preocupado ahora, en vez de actuar sorprendido como lo tenía planeado, actuó como él mismo, como Robert, un hombre que actualmente tenía miedo, mucho miedo y muchas preguntas.

     Llegó a su casa, al no ver a Sarah pensó que de seguro estaba entre todos esos tumultos de gente que había afuera, tomó su uniforme, se cambió y se fue sin dejar de pensar que no sólo era el principal culpable de la muerte de Oscar, sino que los asesinos eran la mafia, recordó algo en el camino, lo que Julieta le dijo la vez que él la encontró en la puerta de su casa, que ella tenía poder, que era poderosa, ahora su corazón temía que ese poder fuera la mafia.

ÁVARO AMORWhere stories live. Discover now