MIEDOS REVELADOS

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     Aún era temprano, simplemente eran las diez y faltaba bastante para la cita, aún así Julieta —en la mansión—sentía como si su estómago tuviera mil mariposas revoloteándole dentro, se sentía feliz y emocionada,  dos cosas que no había vuelto a sentir desde la muerte de su madre y el indirecto abandono de su padre, el casi no ver a su hermano —a pesar de que están en la misma vivienda— hacía mucho que no se sentía así, Patrick nunca lo había hecho, él se había convertido para ella en una pesadilla, pero ahora estaba con él, aquella mujer con Robert y eso le molestaba.

     Sentada en la orilla de la cama, aún con su bata de baño intentando elegir qué vestido ponerse, esta ocasión sería especial, debía deslumbrarlo y hacerlo replantear que es mucho mejor quedarse con ella que con aquel 'Problema' 

—¿Saldrás hoy? —le preguntó Patrick.

—Quizás, quizás sí, quizás no.

—No juegues conmigo Julieta! —tomándola del brazo con mucho enfado.

—Suéltame! me lastimas, me dejarás marcas como la otra vez y el maquillaje ya no puede cubrir tanta maldad.

—Ahora te haces filósofa con tú manera de hablar, Julieta entiende qué estás casada conmigo!

—Y tú entiende qué no te amo! Entiéndelo! Entiende de una vez por todas qué no te amo! No te amo! No te amo! No te amo! No te amo! Entiéndelo ya! —Patrick la abofeteó y luego azotó un vaso de vidrio y unos libros que había en una de las mesitas de noche— no entiendo como las demás mujeres no lo notan, estás demente, eres un demente, un enfermo, maldito sea el día que mi padre unió nuestros destinos.

—Yo te amo.

—¿Y a mi qué? Patrick no lo entiendes, en una relación las dos partes deben amar para colaborar con su amor, pero yo no te amo, no puedo aportar algo como amor, porque te veo a ti y quedo muerta en vida, no aguanto más tolerar un sólo segundo a tú lado, pero tú no lo entiendes, te digo 'Te odio' y das por entendido 'Te amo' 

—¿Acaso tiene algo de malo ser un hombre enamorado? 

—Tú no eres un hombre, ya te lo he dicho.

   Patrick muy molesto salió de la habitación, esto ya era cotidiano en ellos, naturalizado o rutinario, no lo sabría especificar, pero siempre era así, no podían estar ambos en la misma habitación sin que se armara algún escándalo, sentía miedo, el jefe de la mafia tenía un único miedo y ese era perder a una mujer, sabía perfectamente que su matrimonio pendía de un hilo y Julieta se escapaba de sus manos como el aire.

    Salió al patio, llamó a sus tres hombres de mayor confianza y les dijo: 

—Hoy mi esposa saldrá, hagan lo que les ordené, no pueden fallar o yo mismo los mataré a ustedes.

—Claro señor, haremos lo que dijo, mataremos al hombre que esté con ella de acompañante en aquel lugar.

—Síganlo bien, ella es muy escurridiza, aunque por su atuendo, mis sospechas son ciertas, será en un restaurante.

    Los tres asintieron y se marcharon, ahora sí, estaría tranquilo, sin aquel hombre rondando en sus vidas él podría estar seguro de que Julieta se enamoraría perdidamente de él, estaba completamente seguro que así sería, debía de ser así, no quería cometer el mismo error que hizo con su madre. 

     Julieta se sentía como un pajarillo libre a pesar de seguir presa en aquella jaula, le había dicho todo lo que sentía a Patrick y a pesar de no ser la primera vez que lo decía, esto era diferente, eran sentidas, sabía que aquel matrimonio maldito pronto se acabaría, pronto aquel hechizo se haría cenizas con el mago adjunto.


    Robert por otra parte estaba muy preocupado por todo, ahora sí, estaba asustado.

—No te comprendo, ¿No sería mejor llevar a Sarah al hospital?

—No me dirás tú a mi cómo ser padre —lo recriminó Robert.

—Te recuerdo que tengo dos hijos, una de meses.

—De igual modo, no le ocurre nada, simplemente está muy triste y nerviosa por lo ocurrido, pero no puedo irme a ningún otro sitio, me deberé quedar en casa a cuidarla.

—¿Y? hoy no hay entregas, no pasa nada, pero te aconsejaría que la llevaras a un hospital.

—Cállate Federico! no me estreses más, necesito que le digas a Julieta que no podré ir, díselo.

—¿Discúlpame? 

—Lo que oyes, dile que no podré ir, que me surgió un compromiso urgente, no lo sé, tú eres bueno para las mentiras.

—Robert... 

—Dime.

—No.

—Sí.

—No.

—Sí.

—No y punto, no me meteré en tus asuntos de cuernos, dobles vidas y Dios sabrá qué más! cuando uno se mete en problemas ajenos siempre termina perjudicado.

—Yo siempre te ayudé Federico! 

—¿Cuándo? si hasta te presté el teléfono para que pudieras llamar a tú esposa, mira, cuando mi hija iba a nacer te llamé a la puerta para que me cerraras la puerta de mi casa y cuidaras de mi hijo más grande, me dijiste que estabas durmiendo, luego, el día en que el capitán me llamó la atención por cubrirte, me eché culpas de algo que no hice y tú en ningún momento me defendiste ¿Sigo? 

—No.

—No te conviene, bueno mi querido amigo, me voy a comer, que tú esposa se recupere.

—Federico! Ven aquí! ¿Y qué se supone qué haré con mi Julieta? 

—Si apenas puedes con tú esposa, es claro que no tienes la capacidad para un amante, Tonto! 

ÁVARO AMORWhere stories live. Discover now