LA ESPOSA DEL NUEVO GRAN JEFE DE LA MAFIA

1 0 0
                                    


     Robert bailaba en una pata, estaba más feliz de lo que podría haber estado en toda su vida, sin Patrick al mando de todo eso, él estaba libre, se había ganado siglos de vida, fue hasta la joyería y compró un solitario, todo estaba listo, en la noche, más bien trasnoche, le pediría matrimonio, luego se divorciaría y sería feliz por siempre, por el momento iría al cuartel.


     El abogado sacó un sobre y luego dijo: 

—Este es el testamento del señor Augusto, la última voluntad de mi cliente.

—¿Cree qué es momento de esto? Mi padre murió! —gritó Julieta poniéndose de pie y golpeando el escritorio.

—Es mi trabajo señorita —se aclaró la garganta y continuó— la empresa del lado sur y la marca de autos, más los autos de colección, son para usted señor —refiriéndose al hermano de Julieta— la empresa del lado norte, más el estudio de abogados, es de usted señorita Julieta, además de una gran suma de dinero para ambos hermanos, la fábrica y nueve chacras son de tú hermano, Federico, dile —él asintió— la casa de campo y la casa de la ciudad, más una gran suma de dinero son para usted señora Rosa, además hay cuentas bancarias con dinero que los menores podrán tener acceso a ellas al cumplir su mayoría de edad, su educación está paga hasta la Universidad, por último, la mansión, la empresa madre, todas las cuentas las cuentas bancarias que tenía fuera del país y sus casas en Estados Unidos, son tuyas Federico, aquel señor te apreciaba mucho, pero eso no es todo, él dejó por escrito que seas su sucesor en los negocios, que seas el gran jefe.

—¿Yo? ¿Gran jefe?

—Sólo si tú aceptas.

—Pero y... —mirando al hermano de Julieta.

—No te preocupes, hazlo —le respondió él.

—Es tú lugar.

—Mi papá lo decidió así, además sabes que yo no quiero esto, sabes que quiero ser médico, esto era como un gran peso para mi, hazlo Federico, líbrame de esto.

—¿Y tú? —mirando a Rosa.

—Sabes que te apoyo en lo que decidas, sólo quiero lo mejor para ti, tomes la decisión que tomes, ahí vamos a estar como siempre.

     Federico sabía muy bien qué hacer, había admirado toda su vida a su padrino, de niño jugaba a ser el jefe de la mafia, es por eso que nunca se pudo apartar mucho ni de la mansión, ni de su padrino.

    

    Al salir, se sorprendieron mucho al ver a Patrick en la puerta.

   Gritaba como un loco sin medir sus palabras.

—Abran la reja! —ordenó Federico.

—Pero señor...

—Abran y enciérrenlo en el galpón!, no le den comida, sólo agua, quiero que le den la golpiza de su vida —Patrick intentó huir, pero fue en vano dado que los hombres lo retuvieron y lo dejaron cara a cara con Federico— Infeliz! —escupiéndolo— has vuelto a donde perteneces, a la basura.

—No comprendo por qué me atacas.

—El día del cumpleaños número cuatro de mi hijo, te quisiste aprovechar de mi esposa ¿Crees qué lo olvidé? ella llegó a mi llorando, no pudo decírmelo hasta pasar una semana, pero en ese entonces no podía hacer nada, mi padrino te protegía, ahora estás en mis manos y créeme que el papel de loco me sale a la perfección.

—Lo siento.

—No te creo, denle la mayor golpiza de su vida, pueden torturarlo, luego déjenlo en la calle, quiero ver como se las arregla sin ningún centavo.

—Fede... —lo llamó Julieta— Rosa se fue llorando.

—¿Dónde? ¿A dónde? —mirando hacia todos lados.

—No lo sé.

     Él salió a buscarla, sabía que eso le hizo recordar es pasado, pero necesitaba hacer pagar a Patrick.

     Comenzó a desesperarse al buscarla por todos lados y no encontrarla, sabía que estaba en la propiedad, pero ¿Dónde? 

     Todo cesó al verla sentada en el piso del invernadero, con su cabeza oculta entre sus rodillas.

—Mi amor... —dijo él.

—Vete... —con su voz entrecortada— quiero estar sola, vete.

—Lo siento —sentándose a su lado.

—¿Qué parte de 'Vete' no entiendes? 

—¿Qué parte de qué nunca te voy a dejar sola no entiendes? —devolviéndole la pregunta.

—Pensé que lo habías olvidado... lo de él... 

—No lo olvidé, me fue muy difícil contenerme durante todo este tiempo, ahora vi la oportunidad y la usé.

—Hace mucho que no lo veía, por eso nunca venía y si lo hacía era en un horario en que él no estuviera... 

—Ya pasó todo, ya recibirá lo que se merece, vamos a casa y descansas ¿Qué dices? 

—No quiero salir, no puedo, él está afuera y... 

—Saldremos juntos, él estará muy ocupado recibiendo la golpiza de su vida, descuida, ¿Vamos? —estirando su mano.

—Pero... 

—No pienso irme y dejarte aquí, así que o tomas mi mano o te llevo en mis brazos como el día de nuestra boda, tú elige, yo espero.

—Te odio a veces —le sonrió tomando su mano.

     Todo había cambiado para todos, la muerte de Augusto hizo un cambio muy significativo en sus vidas y no sólo por los bienes adquiridos, sino porque aquella jovencita era libre y Federico ahora el justiciero de la familia.

     Rosa había pasado un muy mal momento al volverlo a ver, todas aquellas imágenes y recuerdos que creyó haber olvidado, que muy en el fondo sabía que no era así, pero al menos podía vivir con ello.

     El decirle la verdad a Federico fue lo peor, se sentía muy mal, de hecho, planeaba ocultárselo y nunca decírselo, pero él la notaba extraña y fue tanta su insistencia que no le quedó más remedio que contarle la verdad.

     Ahora era lo mismo, huyó a ese invernadero para alejarse de todo y de todos, el aire le faltaba y sólo podía llorar, se debatía cómo saldría de allí, cómo fingiría que el verlo de nuevo no le causó ningún mal... pero no pudo, porque cuando menos se lo esperaba un —Mi amor... —interrumpió todo su mundo, fue como una bala que asesinó todos sus miedos y una mano dispuesta a jamás soltar la suya, suponía que la vida era así, a veces lo olvidaba, a veces se sentía sola, pero luego recordaba que no era así, que aquel hombre llegó sin esperarlo y entre pelea y pelea se fugó con él, abandonando aquella boda con aquel hombre que según su padre era ideal para ella, abandonó todo y se fue de allí de la mano del amor se su vida, la misma que sostenía ahora, la misma que envejecerá junto a ella si la vida lo permitía, tenía que aceptar que su vida era así ahora, que tenía un esposo dispuesto a hacer pagar a todo quien le hubiese hecho daño, en el pasado, presente y futuro, tenía que aceptar que ahora era Rosa, la esposa del nuevo gran jefe de la mafia. 


ÁVARO AMORWhere stories live. Discover now