7.Sentimientos/Miedos

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Bell

Avergonzada, ruborizada, abochornada, en fin, cualquier sinónimo derivado del Síndrome del Avestruz que consistía en enterrar mi presencia muy en el fondo de la tierra, perdiéndome, donde nadie jamás pudiese encontrarme, terminado en “Ada”, quedaba corto, para cómo me sentía en este preciso momento.
Mantuve mi atención en el camino, fija, inmóvil, con las manos apretujadas entre mis piernas, tan presionadas que estoy segura de que al liberarlas, las marcas de mis nudillos y falanges quedarían marcadas en la piel entre mis muslos, sin hacer siquiera el minúsculo movimiento de ojos hacia Noham a mi lado, que, para mi sorpresa, se encontraba bastante relajado, con una mano en el volante, muy seguro de su habilidad como chófer y la otra salida por la ventanilla, repiqueteando contra el material al compás de alguna melodía en su cabeza, conduciendo camino a su casa« ¡Anjá!, al final voy a terminar yendo a la cuevita» luego del incidente con mis padres y… De dejar a Meg recostada y durmiendo muy plácidamente en la academia.

¡Ay!, el incidente con mis padres— suspiré con dificultad para no hacer el mínimo ruido—. De solamente recordarlo me daban ganas de evaporarme y que no quedase registro de mi existencia.
A estas alturas, hubiese sido preferible una reprimenda por salir de noche, con… Megan, abandonando la tranquilidad de la academia, hacia un autocine a kilómetros de distancia de donde mis padres suponían que sus hijas se encontraban, que escuchar todos los comentarios fuera de lugar que escaparon de sus bocas cuando me vieron con Noham. En serio ¿En qué estaban pensando?, bueno, no, en qué estaba pensando yo, porque definitivamente no me encontraba razonando nada, para estar ahí en pleno público a punto de besarme con él—Grité internamente, enterrándome en el esponjoso asiento.

                               «Recuerdo»

—Está justo aquí— Megan abrió la puerta del coche de golpe, apareciendo los rostros desencajados de mis padres, del otro lado de la pantalla, al presenciar la escena.

Al verlos, me separé bruscamente del cuerpo de Noham con el corazón a punto de explotar, los ojos que se me salían de las órbitas y sonrojada hasta los cabellos.

—M-mamá, p-papá— tartamudeé— esto, no es…— tragué grueso, negando.

—¡LO QUE PARECE!—contestaron al unísono, lanzándose una mirada de complicidad que no auguraba nada bueno y que solo me daba a entender lo muy jodida que iba a terminar la velada para mí.

—Clarisa, cariño— mi padre buscó sus palabras , rascándose la barbilla en su modo pensativo a la vez que  despeinaba los diminutos vellos de tres dias sin rasuarse en el proceso— , recuerdas la de veces que utilizamos esa frase para explicarle la situación a tus padres cuando nos descubrían dentro de tu habitación, casi desnudos, a punto de …

— Luis, cielo— mamá se abalanzó sobre él mostrando una sonrisa forzada, cubriéndole los labios con el índice desde la punta de su nariz hasta el mentón— acuérdate de… hm...— se acarició el lóbulo para disimular los gestos, haciendo movimientos cortos de cabeza hacia un lado, quien sostenía su móvil— Megan.

Terminó su comentario, y Megan protestó interponiendo su cabeza frente a la cámara.

—¡Ehh,  yo ya soy adulta!. Delante de mí pueden hablar de sus… cosas— bufó.

—Por supuesto que sí mi pequeña— mi madre habló con voz infantil, haciendo un gesto con las manos como si le tomase de los cachetes, arrugando la nariz y achinando los ojos— ya eres toda una mujer.  Mami y papi están muy orgullosos de ti por tus logros— mi hermana se enderezó en el lugar, sonriendo sin dejar ver los dientes— sigue así cariño, estamos seguros de que, dentro de muy poco, te convertirás en una excelente bailarina, la mejor de tu edad en el estado, bueno, en el mundo.

Las raíces de Bell #PGP2024Where stories live. Discover now