13.¿Tú?.

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Bell

Apenas terminaba de pasarme la chaqueta de algodón por encima de la cabeza cuando el sensor abrió las puertas mecánicas para nosotros y yo me quedé ahí, parada justo en medio, debajo de la cortina de aire; con la enorme prenda a medio camino, el pelo revuelto, metido en un ojo; los brazos torpemente elevados— atascados en medio de las mangas—, y sintiéndome más confusa que el significado de la propia palabra. ¿El Centro Comercial? ¿Por qué estábamos aquí? Creí haberle dejado bien en claro a Noham que quería que me enseñara a conducir, no que me… Trajese de compras.

Pestañeé dos veces para asegurarme de que en verdad me encontraba en el lugar en el que creía.

La brisa helada del exterior me abrazó las piernas. La puerta se abrió, volvió a cerrarse y detrás de mí descubrí a una pareja de chicos. Uno de ellos tomaba un delicioso McFlurry y el otro le limpiaba el helado derretido de las comisuras con el puño de su cazadora «Que tiernos», pensé; ambos sonreían y lo hicieron aún más amplio al percatarse de mi desastrosa existencia. Pasaron de largo; no moví un músculo, tan solo, me limité a mirarlos con el ojo descubierto. A pocos metros me lanzaron unas ojeadas burlonas que me hicieron sentirme incómoda. El del helado se carcajeó por algo que dijo su compañero; ambos con sus iris marrones clavados en mí, me señalaron como si fuese una marciana o un animal extinto recién resucitado, y tras unos segundos, el de la cazadora hizo una mueca de esas que dicen por si solas “¿Eres estúpida?” a lo que el otro le reprendió dándole una nalgada en el instante en el que entraban a una Sex-shops.

¡Ok! —desaparecieron y me rasqué mi pantorrilla izquierda con los cordones de la bota contraria—. ¿Qué- fue- eso?, pregunté para mí misma y como si un “chip” se hubiese activado en mi congelado cerebro; la vocecita dentro de mí me recordó de que aún no terminaba de abrigarme, que seguramente me veía como recién sacada de un manicomio y que, para colmo, era fanática a ponérmela difícil yo solita… ¿Por qué? Porque llevaba al menos cinco minutos ahogándome dentro de la abrasadora prenda a sabiendas de que llevaba cremallera y que desde que bajé del coche, pude habérmela puesto como una persona NORMAL, aunque claro, muy concentrada hoy… Yo no estaba.

Tiré hacia abajo del todo de un solo jalón con la amarga sensación de que había perdido a Noham por mi torpeza. La desgastada tela rosa se deslizó con facilidad por mi cuerpo hasta cubrirme las rodillas. En el trayecto escupí los pelitos que se me colaron en la boca y luego de encorvarme, manteniendo el equilibrio de una pierna a la siguiente, regresé las tiras elásticas de las medias que ya iban besándome los tobillos, a lo alto de mis muslos.

«¿Dónde estaba metido?», pensé, mientras que, manteniendo una mano apuñada al pecho, la otra me rascaba la coronilla, confusa…. Y, la pregunta del millón: ¿En qué momento había dejado de estar delante? Recuerdo a la perfección haber estado siguiendo sus Vans.

¡Ja!. Probablemente en el que te pegaste una batalla con su ropa en busca del agujero por donde sacar la cabeza y logar respirar.

¡Ah!.

¡Diosss! —suspiré y me abofeteé en la cara internamente—. Yo… La verdad no entiendo el motivo por el que cada vez me vuelvo más estúpida estando cerca de él. No sé, tal parece que me convierto en otra persona. Y ahora más, luego de … ¡Jummm, nuestro encuentro acalorado!

Recordé sus dedos ascendiéndome con torturante lentitud por las piernas.

¡Achh!. Soy un desastre—presioné los ojos para luego comenzar a buscarlo con la mirada; subiendo y bajando disimuladamente el cuerpo de puntas a talón —. Hago las cosas y luego me da vergüenza hasta recordarlas. Para colmo me la pasé todo el trayecto mirándole la bragueta …—me sonrojé— ¡Ay, no! —sacudí la cabeza, alejando el pensamiento—. ¡Ya está, ya está!.

Las raíces de Bell #PGP2024Where stories live. Discover now