14. Confesión

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Bell

Atrapada entre el calor de su cuerpo; le abrazaba desesperada. Su mano libre apretujándome por la cintura, las mías rodeándole del cuello, con mi cabeza recostada sobre su hombro... ¡¡Aún no podía creérmelo!! ¡¡Era... Él, estaba aquí!!.¡Vivo! Después de dos años de suponerlo muerto y....

Ladeó la cabeza un poco, esos ojos negros en forma de nuez examinándome pasado tanto tiempo. Demostrando que tampoco se lo creía.

Aquí estaba.

Le recorrí el perfil sin reparo antes de apartarme y detallarlo por completo con una sonrisa tirándome de las comisuras. Se mostraba cambiado. Ya no era el mismo chico de hace dos años y más; en su físico no quedaban trazos de lo que fue esa aura de niño inocente que conocía, o por lo menos, no a simple vista. Sus rasgos de descendiente del Oriente Medio ahora estaban más marcados de lo que recordaba: piel tersa, atrapada entre un color canela y chocolate brillante. Lóbulo derecho ahora perforado por un plug del que le colgaba una pequeña cruz negra. Pómulos marcados, pecas en las mejillas, nariz puntiaguda. Diminutos pelitos en el surco por encima del mentón, si no me equivoco, se le llama mosca, o algo parecido... El grueso labio inferior partido desde el centro por una abultada y mediana cicatriz que se extendía hasta los inicios de la barbilla y por si ya el cambio no fuese mucho, por encima del cuello de su blanca y con ribetes en negro, camisa de camarero; asomaba la tinta de un tatuaje. Imposible averiguar de que se trataba, pero era como una especie de punta de triángulo blanca con trazos gruesos y toscos, del cual no sé el motivo, pero el relieve me despertaba olas de escalofríos.

¿Qué... te ha pasado?

Su dedo medio me recorrió por sorpresa la tibia piel del cuello hasta acomodarme el delgado mechón de cabello que caía frente a las clavículas, por detrás de la nuca. Tragué con dificultad y medio que titubeé mientras le notaba deslizándose. Sintiéndome avergonzada de la reacción por parte de mi cuerpo cuando cada insignificante vello que me cubría, se electrificó frente a la muerte de aquel simple gesto. ¿Dónde has estado, Jake? Era la pregunta que más me rondaba por la cabeza, pero la que menos me preocupaba. Creo que las de: ¿Cómo sobreviviste? O ¿Cómo lograste llegar hasta aquí? Se merecían el protagonismo.

Terminó de acomodarme el cabello y acto seguido, me dedicó una sonrisa cálida:

-¡Has crecido, Maela!

-¡Jaaake!- lo reprendí sin que la alegría se borrase de mi rostro. Aún continuaba siendo un pesado con el tema del segundo nombre.

-La costumbre. Supongo- añadió saboreándose los labios, socarrón; analizándome por todos lados con esa mirada felina que despertaba mis nervios. Esos, que en algún momento formaron parte de mi día a día.

Jake era cinco meses mayor que yo, de pequeños se regodeaba de eso y creo que hasta en la adolescencia me lo estuvo sacando. Era extrovertido, mandón, impulsivo y un cabeza hueca cuando se enojaba. Podía destrozarte con tan solo una palabra, aunque luego viniese a disculparse con un palo en una mano y un algodón de azúcar en la otra. ¡Sí, muy civilizado! Ese era su segundo nombre.

Vecinos de puerta con puerta, pared con pared; él todo estupidin, yo toda una empollona y viceversa; en ocasiones yo ponía el estúpido mientras él se las daba de intelectual, aunque eso solo era en el monopolio; las cosas como son. Mejores amigos desde siempre, nos la pasábamos juntos a toda hora, no importaba lo que ocurriese, ahí estábamos. Éramos el dúo perfecto, la personificación en carne y hueso del refrán "Son como uña y mugre". En todo caso yo era la uña: la niña sana, estudiosa, bailarina ... Y él, bueno, lo otro. Criado bajo los gritos de sus abuelos, jamás olvidaré la de veces con las que levantarme de la cama un fin de semana y estar en problemas eran igual a Jake metido de por medio y a la anciana Margaret persiguiéndolo por todo el lugar-me carcajeé internamente-. Le quería, incluso creo que a los once sentí algo similar al amor, pero luego me di cuenta de que únicamente era admiración y el sentimiento se esfumó tan veloz como había aparecido.

Las raíces de Bell #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora