15. Inesperado (parte 1)

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Bell

Desperté de un gemido con el pulso recorriéndome a mil, la piel ardiendo y la sensación de vergüenza estrechándoseme en la garganta. ¿Qué… demonios había sido eso?. Me llevé la palma al pecho, sintiendo una insignificante falta de oxígeno a la vez que me encorvaba y con la otra rodaba el desmelenado manto de cabello sobre el hombro. Me mantuve en esa posición, respirando inquieta. Estaba sedienta, excitada, desorientada, con las sábanas revueltas por las rodillas como si hubiese dado mil vueltas, y, por allá en mi pelvis, la sensación húmeda de mi flor Sur recordándome lo que había sucedido: un sueño erótico.

¡Santos cielos!

Enrojecí y alcé la frente con la sensación de que la cabeza me daba vuelta; entrecerré los ojos, pestañeando repetidas veces. El reloj digital encima del estante marcaba las DOS DE LA MADRUGADA. ¡Genial! — gruñí para mí misma, dejándome vencer por la gravedad hasta colapsar contra la almohada.

Dos… horas— pensé mirando al techo con el antebrazo sobre la frente. La leve luz de las farolas de la calle dibujaba líneas ensombrecidas en mi rostro al colarse a través de las cortinas—. Dos miserables horas son las que han transcurrido desde que logré conciliar el sueño. El mismo que a mi entender se sintió demasiado real y todo por culpa de las constantes provocaciones de Noham.
¡Madre mía!. Las provocaciones iban a acabar conmigo; aún podía escuchar con claridad como sus gemidos masculinos y roncos deleitaban mi oído en cada rítmica embestida «¿Te gusta así, Bell —sus manos envolviéndome los pechos, pinzando los pezones. La ágil, húmeda y demandante lengua follándome la boca—o lo quieres más…?». Negué.

No, no, no, no. Tengo que borrar esos pensamientos. Se siente sucio tenerlos estando dentro de su habitación y con él durmiendo al lado. Me acomodé sobre el hombro.

Noham se encontraba envuelto hacia su parte. Las pelusas desaliñadas de su cabello resaltaban por fuera del cobertor a la par que abrazaba la almohada y desiguales marcas rojizas de guerra se le marcaban por todo el rostro. Sonreí.«¡ Que… tierno!», exclamé para mí misma y de inmediato las ganas arrebatadoras por acariciarle el perfil desnudo me tomaron forma dentro. Desencogí los dedos, temerosa, sintiendo como el calor que desprendía su piel iba quemándome las yemas, pero, estando a escasos centímetros de alcanzarle, me exalté al percibir un ruido procedente del corredor y tiré del brazo tan rápido como el ladrón que es atrapado con las manos en la masa; del impacto lancé el móvil que se encontraba sobre los cajones al otro lado de la habitación.«¡Mierda!», mascullé alzando la cabeza en torno a la puerta, recomponiéndome sobre los codos. Del otro lado se escucharon varios pasos, acompañados de carcajadas discretas; no solo de chicos, que se cesaron al introducirse en la habitación del frente.
¡Vaya, vaya!. Al parecer no era la única rebelde que se colaba a escondidas donde no debía, pero sí la que única que parecía utilizar las tuberías.

Regresé a la almohada. Noham se revolvió por su parte y yo me mantuve pensando en cualquier estupidez que me distrajera lo suficiente como para borrar las vivas imágenes del maldito sueño que volvían a repetirse una y otra, y otra vez, en mi cabeza. Fue en vano. Una hora más tarde el calor avivado por mi mente no hacía más que ir en aumento y por unos instantes, encubierta por la oscuridad absoluta y el silencio, me vi tentada a introducir la mano por dentro de mi ropa interior.

Cerré los ojos, dejando escapar un enmudecido suspiro a la par que permitía que la imaginación me guiase. Fui descendiendo por el espacio entre mis senos, despacio, tentando en cada roce a mi desorbitado pulso y al remolino de emociones que se me alojaban dentro del estómago por la deliciosa anticipación. En el trayecto, el dorso de la muñeca estimuló dolorosamente uno de mis pezones, se rozaban duros por encima delgada tela de la ropa y entreabrí los labios, imaginando que eran sus manos las que me recorrían, las que me… Torturaban. Ahogué otro suspiro, y relamí a medida que iba avanzando. Un poco más bajo de mi estómago, alcanzaba a bordearme el ombligo, acariciándolo, electrificándome los vellos con cada vaivén de mis uñas y fantasía que le acompañaba. «Bell», susurraba esa sensual voz en mi cabeza, mientras rondaba mi vientre bajo. «¿Esto es lo que quieres?», asentí, vacilante, y me deslicé por debajo del encaje; ÉL LO HACÍA. Con el dedo medio abriéndose paso me … Atrapé el aliento al percibir como cambiaba de posición, deteniéndome bruscamente. ¿Qué me pasaba? ¿En serio iba a tocarme de esa forma tan descarada?. La cama se hundió de su parte y al segundo siguiente, me estremecí ante el peso caliente de su brazo adormilado, ascendiendo por entre el espacio de unión de mis muslos. Llegando a inmiscuirse dentro de la camiseta. Su camiseta, para ser exactos y encima de mi estómago, para serlo el doble

Las raíces de Bell #PGP2024Where stories live. Discover now