8. Sustos de muerte

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Noham

Rojo, pero no uno cualquiera, uno verdaderamente sangriento e intenso. El carmín, era el más indicado, aunque para la forma en la que mi furia me hacía verlo todo en este momento, ese color le quedaba claro.

No lo podía soportar-la sangre por mis venas se sentía tan ardiente como la lava-. No bajo el mismo techo, no con un salón repleto de inversionistas importantes. Momias con dinero y ego de buitre haciéndose llamar a sí mismos personas con "clase y elegancia", que le hacen creer al mundo que tienen una vida perfecta y que miran al resto por encima del hombro de una manera tan despectiva que prácticamente reducirían a cualquier persona a la expresión nula. Todos, resumidos por mi lógica a gusanos con esmoquin sedientos de un buen escándalo para activar sus lenguas viperinas y extender el comentario por todos lados sin escrúpulo alguno y sin importarle cuanto daño eso le ocasionaría a los implicados en la polémica, a menos de cuatro metros de nuestra distancia. Era demasiado descaro- presioné los puños con fuerza hasta que mis uñas prácticamente se enterraron por completo entre la carne-. Esto superaba mis límites a niveles inimaginables y lo peor de todo es que me había comportado como un cobarde, callándolo por años.
Transcurrieron meses. Meses en los que mi silencio incentivado por el chantaje me hizo hacerme el de la vista gorda para no ocasionarle daño a la primera persona más importante de mi vida, mi madre.

Años- un pálpito intenso despertó en mi cabeza amenazando con hacerla explotar-. Once para ser exactos, han transcurrido desde ese invierno, recordado como en el que perdí la inocencia, en el que aun mi hermana seguía con vida y ambas familias, cenábamos muy tranquilamente por la navidad en la mansión De León. Ese día, solo se encontraban en casa Aroa, la mujer sensual y de sólidos contactos a la que mi padre había citado en casa días antes para una reunión de negocios y su hija, puesto que su marido se encontraba de viaje.

Era la primera vez que veía a Carla, recuerdo que desde que la vi, sospeché que era una egocéntrica. Llevaba un vestido rosa pastel, con incontables vuelos y adornos florales que de tan solo fijarme en ellos me ocasionaron mareo y cabello exageradamente rizado que caía en largos rulos hasta más abajo de su cintura. Su rostro nada más verme se tornó en una mueca de asco y lejos de saludarme con un poco de empatía disimulada como lo había hecho con mi hermana a mi lado segundos antes, solamente me tendió la mano con la atención fija en su madre que no podía quitarle sus descarados ojos de encima a mi padre, y de sus delgados labios brotó la pregunta:

- ¿Se supone que voy a tener que compartir mi tiempo con este monstruito cuando el año entrante se inaugure la academia?

El comentario en su momento, me incomodó. No se me olvida como mi hermana al costado quedó boquiabierta y ni como con lo apretado de sus labios me dio a entender lo temerosa que se encontraba por mi reacción, ella me conocía, sabía que explotaría a la mínima de provocación. Por aquel entonces era un niño muy rebelde e impulsivo y no aceptaba comentarios tan fuera de lugar por mi aspecto y menos de esa niña exageradamente adornada por fuera con una personalidad tan horrenda que apenas me conocía y con la cual no tendría ningún tipo de relación de no ser por quien era. Mi madre, por su parte, ajustó su agarre sobre mis hombros desde la espalda, enterrando las yemas de sus dedos en mí, como suplica para que me mantuviese callado y controlase mis demonios. Por otro lado, de los labios de mi padre, el cabeza de la familia, el que se suponía que debía intervenir, haciendo a esa niñita tragarse sus palabras. De ese ser arrogante, solo escapó el pequeño susurro despectivo y amenazante enmascarado con una sonrisa de:
- Te advertí que para salir de casa debías ponerte las lentillas. Ahora no te atrevas a articular palabra alguna, porque si me haces perder a la inversora, personalmente me encargaré de sacarte los ojos en cuanto estemos fuera de aquí.

El cuerpo de mi madre se estremeció ante esas palabras y el mío la imitó, quedando el temblor tan sincronizado que, de haberlo planeado, no hubiese salido tan perfecto. Por lo que, siguiéndole el juego a Víctor y a sabiendas de que cumpliría de alguna forma con su amenaza, me vi obligado a tragarme mi orgullo, quedándoseme atragantado como una semilla de ciruela a inicios de la garganta. Imponiéndome a mí mismo a forzar una carcajada vacía digna de actor de Hollywood, como si lo que acabase de decir esa estúpida fuese el chiste más gracioso del mundo. Todo, por aliviar el ambiente y no perder a la última inversora de gran calibre que necesitábamos para cerrar el trato con la constructora y concluir con el proyecto de ensueño de mi madre, que consistía en la creación de una academia dedicada al arte en la cual estudiarían sus hijos junto a las futuras generaciones y por la cual se había dejado la espalda, participando de forma activa hasta en el diseño junto a los arquitectos.

Las raíces de Bell #PGP2024Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang