11. Cita(parte 2)

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Noham

- ¿Recuérdame el por qué yo debo usar casco y tú no, si eres el que conduce?- preguntó, mirándome por encima del hombro con una sonrisilla de medio lado mientras sacudía la manta y la dejaba caer sobre el muro.

La picardía que respaldaba esa alegría me demostraba que le había gustado el recorrido a pesar de habérsela pasado maldiciendo todo el trayecto, declarándole a los cuatro vientos hasta del mal que me iba a morir como que nos saltásemos el carril a causa de la velocidad.

Pequeños detalles.

-¡Ahhh, pues... Hay muchos motivos!- aparqué el monopatín al costado de una enorme piedra y del bolsillo trasero de los pantalones saqué la linterna con la que me alumbré el camino hasta llegar a donde ella.

El trayecto hasta aquí se nos había hecho corto; la cafetería estaba a poco menos de un kilómetro y con ayuda del monopatín parecían dos pasos. A nuestro alrededor solo se escuchaba el sonido de las olas rompiendo contra las piedras de la orilla. La oscuridad era casi absoluta; una noche serrada iluminada mínimamente por el tintineo de las estrellas y el vaivén de luz del faro; se encontraba bastante alejado, aunque eso no quitaba que siguiésemos estando dentro de una propiedad privada.

-Comenzaré por: eres la pequeña ... Mi... Pequeña...-tanteé las piedrecitas del camino, evitando hacer el menor ruido, ya que las suelas se enterraban en la gravilla por el peso- "y terminaré con: sé que tienes la cabeza dura, pero aun así me veo en la obligación de mantenértela intacta y fija en su sitio".

Abrazó sus piernas con los ojos entrecerrados en mi dirección y yo chisté dando un salto hasta quedar sentado a su lado. Guardé la linterna donde antes para luego fijarme en ella; el cabello le caía en marcadas ondas a lo largo de la espalda, algunos pelitos se le paraban por el frente y llevaba las mejillas sonrojadas. Rastros de enojo o quizá, algo más.

-No me mires así, solo te cuido.

Me balanceé sobre el trasero hasta golpearla con mi hombro a modo de broma. Ella se tambaleó sutilmente, sin romper la postura y agregó:

-De que me sirve que me cuides si no lo haces por ti mismo.

El comentario me tomó desprevenido. Sé que quiso decirlo con algo de sorna, sin embargo, no lo consiguió. Su voz se escuchó, más bien... Triste y el silencio fue la única respuesta que obtuvo por mi parte. No supe que contestarle, llevaba su poco de razón después de todo. Me sentí un absoluto gilipollas por mi descuido. El tontito, imbécil y gilipollas.

-¿Noham, qué te hizo pensar que me gustaría estar aquí?- murmuró a la vez que su atención se desviaba hacia las luces de la lejana ciudad a nuestros pies. Llevaba los ojos cristalizados.

Dejé de acomodarme el cabello, descolocado por completo.

- ¿No te ha gustado el sitio?- pregunté con claros trazos de decepción en mi voz.

Eres imbécil.

Lo sabía. Lo...¡Ach!. Debí haberla llevado a un lugar más animado: un parque temático o un cine, pero no, se me ocurrió traerla a mitad de la nada a ver las luces de la ciudad y a que se mojase el trasero con la humedad de la piedra. ¡Joder, debí haberle hecho caso a Dada!

«No seas exótico Noham, tener una cita en lugares comunes no la va a hacer menos especial».

En realidad, no pretendía traerla porque fuese un exótico sino porque pensé que le gustaría estar aquí. Pensaba en ella cada vez que descendía esta carretera de regreso a la ciudad luego de pasarme horas con el abogado; su apartamento estaba más hacia el norte y si o si debía tomar esta ruta ...

Las raíces de Bell #PGP2024Where stories live. Discover now