◍ 04 ◍

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Siempre, al terminar un show, Jungkook podía sentir las endorfinas recorriendo su cuerpo y llenándolo de una energía que no desaparecía hasta unas cuantas horas después. Era el mejor estimulante que había probado, y eso que, en su lista, casi todos estaban tachados.

Por ello sabía bien que, si quería irse a la cama y tener una noche de sueño, debía beber para adormitarse. También servía una sesión de sexo intenso que le hiciera gastar el exceso de energía. Si eran las dos cosas, pues mucho mejor.

Llegó a la barra y no le hizo falta decir nada. Sooyoung sabía qué darle. Tampoco escaneó la multitud buscando un admirador pasado de tragos. Ellos venían solos.

Para seleccionar a la persona afortunada rara vez tomaba en cuenta el físico. Era más bien una cuestión de que supiera llegar en el momento en que estaba listo para desaparecer en un rincón oscuro –si le provocaba la privacidad– y tomarse veinte minutos para descargarse justo antes de que la noche terminara.

Claro que algunas veces necesitaba algo más. Contrario a lo que le pasaba con otros vicios, era una comezón que no podía pasar por alto ocupándose de otras cosas. En esas ocasiones tenía que ser más cuidadoso con la o las personas que elegía. Debían tener claro que valía todo. Nada arruinaba más el ánimo que un «aquí no» o un «no tan fuerte». De hecho, cualquier oración con la palabra «no» lo estropeaba.

De solo pensar en ello llegó a la conclusión de que podía ser una de esas noches…

—Una Heineken, por favor.

Esa voz.

Aunque estaba seguro de que el sonido tenía que ser obra de su imaginación, Jungkook tuvo la necesidad de girarse para cerciorarse y poder respirar tranquilo, como un niño asustado abriendo la puerta del armario en plena noche para asegurarse de que no había ningún monstruo escondido.

Solo que en esa oportunidad el miedo tenía justificativo. El chico de la librería, Taehyung, estaba allí.

Jungkook estuvo a punto de sonreír de pura alegría, pero su vista estaba entrenada para otras cosas. Automáticamente se desvió de esa cara e hizo una evaluación rápida de sus pantalones ajustados, de la piel de su pecho que la camisa dejaba a la vista y del tenue brillo en sus labios. Además, ¿dónde estaban los lentes?

La sonrisa se paralizó antes de concretarse.

—Taehyung —le dijo casi arrastrando las palabras. Ya no estaba asustado sino decepcionado—. ¿Qué haces aquí?

Con esa ropa y el aspecto en general la respuesta era obvia. Jungkook apenas había insinuado el lugar y Taehyung había ido corriendo, como todos los demás.

—Mi compañero iba de salida cuando llegué a casa, mencionó el nombre del bar y me dio curiosidad.

—¿Sabes que la curiosidad mató al gato? —le dijo molesto. El chico era inteligente, ¡hasta estudiaba símbolos químicos! No tenía nada que hacer en un sitio como ese, solo y persiguiendo a alguien como él—. Y estoy seguro de que el refrán se refería a un lindo y fino gatito persa que quiso saber qué había en el callejón oscuro que estaba detrás de su casa.

—¿Estás comparándome con un gato? —le preguntó el castaño, y tuvo la decencia de lucir confundido—. Además, ese refrán es horrible, una oda a la ignorancia. La curiosidad es buena, nos hace querer aprender cosas nuevas.

«A confesión de partes…», pensó Jungkook y estuvo a punto de voltearse y salir de allí. Quería alejarse y preservar la imagen mental que se había formado del chico de la librería, pero una parte de él tenía una mejor idea.

Se inclinó hacia el chico lo suficiente como para que sintiera su aliento rozarle la mejilla.

—¿Eres curioso, Taehyung? —le susurró al oído. Podía sentir su calor y tuvo que contenerse para no rozar su cuello con los labios. Tenía que construir cierta anticipación. Era parte del juego—. Me gusta enseñarle cosas a las chicos curiosos.

—¿Has estado fumando? Hueles horrible.

Jungkook sintió como si le arrojaran encima un balde de hielo y se incorporó abruptamente.

—Tu cerveza, guapo.

La voz de Sooyoung actuó como una campana de salvación, porque necesitaba unos segundos para reponerse de ese golpe.

Taehyung hurgó en sus bolsillos, sacó un billete y alargó la mano para entregárselo a Sooyoung sin dedicarle ni una miradita. Tal vez solo estaba haciéndose el difícil. No era una artimaña en la que le gustara caer, pero era Taehyung, así que valía la pena averiguar.

Lo tomó de la muñeca, deteniendo el avance de su brazo.

—Ponla en mi cuenta, Soo —dijo él, sin despegar la mirada de sus ojos, pero ladeando la cabeza para estudiarlo—. Él es mi invitado.

La reacción no fue ninguna de las que Jungkook pudo haber esperado: el chico lanzó una mirada con el ceño fruncido al punto donde aún lo tenía agarrado y luego otra peor en su dirección.

—¿Puedo recuperar mi mano? —le preguntó con un tono que podría detener el derretimiento de los glaciales.

—Esa es una petición que no escucho a menudo —le respondió él, tratando de disimular su intriga con petulancia.

Aquello no estaba saliendo como se suponía.

—Suéltame.

Al parecer, la cosa iba en serio.

Lentamente fue despegando cada uno de los dedos de su muñeca como si se tratara del traste de su guitarra.

—Ahí la tienes —le dijo cuando su dedo meñique dejó de estar en contacto con el interior de su muñeca—, pero déjame decirte que algunas de las cosas más placenteras de la vida ocurren cuando alguien está sosteniendo tus muñecas. Puedo hacerte una demostración si quieres. Después de todo, a eso viniste, ¿no?

Jungkook no lo vio venir. Solo sintió el golpe picante en su mejilla y el ardor en el labio.

—Eres un imbécil —vociferó el chico con el rostro rojo, y él podía asegurar que no se trataba de un sonrojo. Era ira pura—. Dime una cosa, ¿esa actitud de divo petulante, misterioso y engreído te da resultado? ¿Las personas dejan caer su ropa a tu paso? Porque, si es así, no sé de qué tipo de gente te rodeas.

«De unos que no son tú», pensó Jungkook, pero no tuvo tiempo de decírselo. Sin más el chico le dio la espalda, dando la mejor demostración que había visto de lo que normalmente se llamaba una airosa retirada. Ni siquiera volteó, y su cerveza quedó solitaria en la barra.

La carcajada lo tomó por sorpresa antes de que tuviera la voluntad de convocarla.

Su pequeña hada no era solo un intelectual, era un guerrero y, como tal, acababa de darle una patada en el trasero desafiando todos sus años de profundo estudio en el terreno de los ligues.

De más estaba decir que necesitaba volver a verlo lo más pronto posible.











❀ ○ ❀ ○ ❀

Taehyung no es como los demás, y Jungkook simplemente se dio cuenta de ello.

:)

❀ Harumi ❀

Addicted To You ❀ KooktaeWhere stories live. Discover now