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El lugar donde Jungkook vivía no era para nada lo que Taehyung había imaginado.

Se trataba de un viejo edificio de depósitos que había sido completamente remodelado para crear una serie de apartamentos modernos y distinguidos. Para llegar al cuarto piso, tomaron uno de esos ascensores de carga antiguos, que hay que cerrar manualmente, pero que tenía un sistema de llaves codificadas para que solo pudieras marcar el piso que te pertenecía.

Cuando el montacargas se detuvo en el cuarto nivel, había frente a ellos una puerta de metal pulido. Jungkook descorrió la reja del ascensor, luego abrió la puerta con una llave y ¡hágase la luz!

¿Quién diría que un músico independiente podía pagar un lugar así?

El sitio era enorme. Pisos de madera, techos altos y amplios ventanales en todo el costado izquierdo que daban a un balcón, pero lo que más llamaba la atención era un enorme piano negro de cola que estaba en medio del lugar y un montón de guitarras colocadas en pedestales en el piso alrededor del gran instrumento.

Parecía una sala de conciertos o una tienda de música, al menos hasta que te fijabas en otras cosas no tan llamativas que estaban desperdigadas por el lugar como si alguien las hubiese dejado allí por accidente: un sofá de cuero, una mesa baja, amplificadores de sonido, una computadora enorme y un televisor empotrado en la pared con muchos cables colgando que daban a aparatos que estaban en el suelo y que, a simple vista, parecían un Blu-ray y un PS3, además torres de películas y discos compactos por todos lados.

—Este lugar es fantástico.

Taehyung lo dijo sinceramente porque, a pesar de que no se parecía en nada a los miles de escenarios que pudo haber imaginado, el lugar era completa y absolutamente Jungkook. Claro, eso no evitaba que quisiera organizar todos sus discos por orden alfabético, poner las películas en sus respectivas cajas y ordenar un poco los cables para que nadie se tropezara.

—Me alegro que te guste, pero es solo una casa, una con una muy buena acústica.

Jungkook siguió derecho hasta la cocina, que estaba simplemente allí en un rincón, separada del resto solo por una encimera de mármol gris plomo, y comenzó a sacar las provisiones que habían comprado antes de llegar.

Por un momento, Taehyung pensó en ir a echarle una mano, pero no tenía ningún parámetro de referencia sobre cómo comportarse en una situación así, y por décima vez desde que se despertó se preguntó qué estaba haciendo.

El mundo tenía un orden y la gente se comportaba, invariablemente, según ciertos estándares: un hombre te invita a salir, paga tus bebidas y, si la pasas bien, te besa, espera unos cuantos días y vuelve a llamarte.

Habían salido, Jungkook había pagado sus bebidas, le había presentado a sus amigos, pero cuando la noche terminó no lo había tocado. Ni siquiera le dio un inocente besito en la mejilla, lo que le hubiese dado una perfecta excusa para decirle «no eres mi tipo», o el más tradicional «no estoy interesado».

Contrariamente a lo que pudiera esperarse de alguien como Jungkook, simplemente lo invitó a almorzar en su casa y a ver televisión, cosa de lo más inocente, y más allá de tomarlo de la mano en el supermercado mientras buscaban ramen instantáneo o acariciarle distraídamente el brazo en la fila para pagar, lo que hizo que la presión se le subiera como a doscientos, Taehyung no había detectado ninguna evidencia cierta de que el chico fuese a hacer algún avance.

No es que él quisiera que hiciese algún avance. No, no, no.

Taehyung no podía involucrarse con alguien como el pelinegro. Es más, no tenía tiempo para involucrarse con nadie. Las prioridades de su vida estaban talladas en piedra desde hacía unos cuantos años.

Addicted To You ❀ KooktaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora