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Jeon Jungkook era un imbécil.

¿Por qué no había aprovechado todos los años de experiencia que había acumulado viendo a Minjae y a la gente con la que andaba? No, tenía que salir a experimentar las cosas por su cuenta, como si no hubiese suficiente data documentada en el transcurso de la humanidad.

Y tal como lo indicaban todas las novelas de romance y las revistas, mientras peor el sujeto, más difícil era sacarlo de tu mente, aun cuando lo único que pensaras sobre el tipo en cuestión fuera que es un imbécil.

«Las cosas más placenteras de la vida ocurren cuando alguien está sosteniendo tus muñecas». Eso definitivamente no era pentatónica. Ni hablar del «Después de todo, a eso viniste, ¿no?».

El tipo definitivamente no había aprendido nada de toda esa poesía que había leído, si es que de verdad la había leído.

Mientras se alejaba de la barra y buscaba a Jimin, Taehyung repetía en su mente «imbécil»; en el taxi de regreso, «imbécil, imbécil»; y, acostado en la cama mirando al techo y tratando de conciliar el sueño, «triple imbécil» .

¿Lo peor? Cuando abrió los ojos la mañana siguiente lo primero que le vino a la mente fue: «Jungkook es un imbécil».

Claro, no solo pensaba en la imbecilidad acumulada, también revivía una y otra vez el momento en el que su mano aprisionó su muñeca. Lo áspero de sus dedos en contacto con su piel le había provocado una respuesta mucho más fuerte que ponerse una camisa de seda. Era como si todas sus terminaciones nerviosas hubiesen decidido echarse una siestecita dejando de guardia únicamente a esa pequeña parte que comenzaba donde la mano dejaba de ser mano y terminaba justo antes del antebrazo, generándose allí, en unos pocos segundos, todas las sensaciones de las que su cuerpo era capaz.

Ese fue el momento en que su mente comenzó a gritar «peligro, peligro» y tuvo la decencia de escucharla. ¡Benditos fueran sus instintos! Claro que, ahora que lo analizaba detenidamente, eso de golpearlo había estado un poco fuera de lugar. En el fondo estaba molesto consigo mismo por haber esperado algo más de alguien como Jungkook, tal vez un poco de conversación amena y un ligero coqueteo, y la frustración lo puso violento.

No le gustaba equivocarse ni tomar decisiones erradas.

Viendo que el reloj de su mesa de noche marcaba ya las ocho de la mañana pasadas, Taehyung decidió que era momento de comenzar el sábado. Nada mejor que un libro de anatomía para olvidarse de Jungkook… Bueno, después de verlo en el escenario, tal vez no tanto.

Tras un breve paso por el baño para lavarse los dientes y la cara volvió a ser él mismo. Tomó sus libros, sus cuadernos, una buena cantidad de bolígrafos y marcadores y los esparció, según el orden de prioridad, en la mesa de la cocina. Era momento de hacer el café para luego perderse en ese mar de conocimientos sobre la salud humana que le esperaba.

Solo que antes tenía que atender la extraña llamada en la puerta que arruinaba su rutina matutina del primer día del fin de semana.

Dispuesto a mandar a volar a cualquier vendedor de aspiradoras o integrante de culto que le prometiera la salvación inmediata de su alma inmortal, abrió violentamente con su mejor cara de «no tengo tiempo».

Tuvo que pestañear un par de veces para asegurarse de que los restos del maquillaje que Jimin le había obligado a usar no se le habían metido en los ojos, ocasionándole algún tipo de envenenamiento cuyo primer síntoma eran visiones absurdas.

Jungkook estaba allí.

Era el cantante de rock, con todo y anillos en las manos y alfileres que, por cierto, eran mucho más evidentes debido a que su cabello estaba recogido en una coleta.

Addicted To You ❀ KooktaeWhere stories live. Discover now