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«Entras, saludas, escuchas y te largas», Jungkook se repetía mientras caminaba por la transitada calle y entraba al Hotel Grand Hyatt.

Durante toda la noche había hecho el mayor de los esfuerzos para convencerse de que necesitaba ir, pues tarde o temprano Taehyung comenzaría a indagar más sobre Eunwoo y las preguntas no demorarían.

¿Y, cuando eso sucediera, qué iba a decirle? ¿La verdad?

«La última relación seria que tuve fue con Eunwoo. Vivimos juntos en Busan, fuimos a muchas fiestas, a múltiples orgías, pero no te preocupes, estuve tan drogado todo ese tiempo que casi no me acuerdo».

¡Sí, claro! Ese es el discurso que te mueres por soltarle a tu precioso, fino y educado novio, por el cual estás completamente loco. Eso sin mencionar que dicho novio tenía un hermano que le había roto el corazón en mil pedazos y que era una versión muy parecida a él.

Por ese motivo escogió ir a ver a Eunwoo en plena tarde, cuando Taehyung estaba trabajando, así evitaría comentarios que pudieran dejarlo al descubierto. Además, cualquier exceso que encontrara en la suite no sería nada comparado con lo que, con toda seguridad, se desataba una vez que caía la noche.

Eso último era en su beneficio. Eunwoo, fiestas y alcohol era una combinación a la que nunca había podido resistirse, porque era una trifecta que le gustaba.

Una vez que tomó el ascensor hacia la terraza recordó la maniobra de distracción que había puesto en práctica la noche anterior. Había servido, pero no era una a la que pudiese echar mano cada vez que Taehyung tuviera una pregunta. Lo notaría, era demasiado inteligente.

Además, tal vez por el hecho de volver a ver a Eunwoo y todos los recuerdos que ese encuentro trajo consigo, el mayor distraído fue él. Mientras le hacía el amor a su Taehyung, su otro yo arañó hasta la superficie y por un segundo lo convirtió en una de esas personas sin rostro, otro lugar vacío y oscuro en el cual desaparecer por unos minutos.

Al menos le quedaba el consuelo de que el castaño había tenido un orgasmo antes de su rutina de entra/sal/repite/descarga, aunque no se enorgullecía el haberlo hecho sin protección. Ese pedazo de carne suyo había estado en tantos sitios que era casi repulsivo que tocara sin barreras el interior de Taehyung.

Tocó la puerta con el cartel de Terraza Suite y esperó. Siempre existía la posibilidad de que Eunwoo estuviese dormido y, de ser así, sería una señal de que no debía escuchar nada de lo que ese hombre tuviese que decirle.

No obstante, la puerta se abrió en diez segundos y la persona detrás de ella no era un mayordomo de los que suelen estar en ese tipo de habitaciones en ese tipo de hoteles. Era el mismísimo Eunwoo y no lucía como si acabara de despertarse.

—Viniste —sonrió de esa forma que era su marca registrada: presumida y al mismo tiempo algo infantil. Con esa sonrisa lograba todo lo que quería y Jungkook lo sabía muy bien.

—Pensé que eras tan famoso que no tenías que abrir tus propias puertas.

—Te estaba esperando —le hizo un gesto con la cabeza para que entrara.

—Tengo que admitir que la confianza nunca fue tu problema.

En lo que Jungkook puso un pie dentro de la habitación sintió que había traspasado el umbral del tiempo y el espacio: no habían pasado cinco años y todavía estaba en Busan.

La suite del Hotel Grand Hyatt era distinta, en lo referido a la decoración, al sitio en el que vivían en ese entonces. Para empezar, no tenían chimenea de mármol, ni sillones dorados, tampoco cortinas, alfombras o una escalera con pasamanos de madera, pero todo lo demás era igual: los chicos de la banda estaban allí, sentados en las mullidas sillas con guitarras en su regazo, la televisión estaba encendida y sin volumen, había un par de pizzas calientes sobre la mesa baja haciendo juego con varias botellas de cervezas a medio consumir, todo envuelto en una nube de humo de cigarrillo que salía a paso lento por la ventana.

Addicted To You ❀ KooktaeWhere stories live. Discover now