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El trayecto en coche desde The Lost hasta el ático de Jungkook transcurrió en el más completo y absoluto silencio. Normalmente eso hubiese sido incómodo, teniendo en cuenta el propósito de la abrupta salida del bar sin despedirse del cumpleañero, pero Taehyung estaba demasiado ocupado martirizándose para darse cuenta de esas pequeñas reglas de etiqueta.

¿Había ido muy lejos? ¿Había abrazado en extremo el concepto de la espontaneidad?

Una parte de él quería convencerse, por aquello de que su comportamiento era moralmente inaceptable, de que escuchar al pelinegro referirse a sí mismo como un perdedor había activado algo y se había visto en la obligación de rebatirlo en defensa de la verdad y, bueno, la disertación se le había ido un poco de las manos. Sin embargo, sabía bien que aunque había usado muchos razonamientos lógicos para armar su argumento, su insistencia nada tenía que ver con la lógica, sino con esa chispa que pareció encenderse en él la primera vez que lo vio y que, al conocerlo poco a poco, no se había apagado.

«¿Quién dice que no puedo tomar la iniciativa?», se repetía una y otra vez.

«A veces somos demasiado duros con nosotros mismos» era otra de sus frases de autoayuda. También estaban en su cabeza la voz de Hyungsik diciéndole que no pensara tanto y la de Jimin diciéndole «esto tiene que parar».

Cuando Jungkook abrió la puerta del ático, Taehyung silenció todas esas voces que parecían instarlo a que fuera en direcciones opuestas porque, además de estar a punto de volverse clínicamente inestable, la realidad era mucho más simple y mucho más profunda: por primera vez en muchos años deseaba algo para él y no iba a dejar pasar la oportunidad.

Con esa convicción y sin permitirse flaquear, entró al ático con paso decidido, deteniendose únicamente para quitarse los zapatos lo más rápido posible.

—¿Dónde está tu habitación? —preguntó con una expresión que, esperaba, dejara en claro que no aceptaría ningún tipo de excusa.

—La puerta de la derecha.

Sabiendo que si volteaba se convertiría en estatua de sal, Taehyung siguió la invasión a su privacidad y abrió la puerta que hasta ese día le había sido negada.

Jungkook era un desordenado, lo cual era mucho más evidente teniendo en cuenta que en la mencionada habitación no había más que una cama king size, dos mesas de noche y una cómoda. No obstante, la cama estaba sin hacer, había ropa apilada en un rincón en el piso y la puerta del clóset estaba abierta. Eso sin mencionar un cenicero lleno de colillas, que apestaba por todo el lugar, en una de las mesas de noche.

Pero ya había llegado hasta allí y esas minucias no iban a detenerlo. Abrió la ventana y, siendo un muy mal ciudadano merecedor de una multa, vació hacia las impecables calles de Seúl el contenido del cenicero antes de ponerse a hacer la cama.

—¿Qué estás haciendo?

Jungkook estaba parado aún en la puerta de la habitación con las manos cruzadas sobre el pecho.

—No me voy a acostar contigo en este nido. ¿Quién sabe qué cantidad de fluidos están contenidos en estas sábanas?

—Solo los míos cuando pienso en ti cada noche. No traigo a nadie aquí.

Y esas palabras hicieron que Taehyung olvidara el desorden a su alrededor, el cenicero y los nervios que eran, en realidad, lo que lo habían convertido en una mucama muy eficiente.

—Ven aquí, Jungkook.

Con paso algo inseguro, lo que era poco característico en el chico, comenzó a acercase.

—Voy a besarte ahora y me gustaría mucho que me besaras tú también. A partir de allí veremos qué pasa.

Sin darle tiempo a argumentar nada más, Taehyung lo besó de a poco, como Jungkook había hecho con él en aquella calle.

Addicted To You ❀ KooktaeWhere stories live. Discover now