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Taehyung terminó de colocar los libros en los anaqueles y volvió a echarle una ojeada al teléfono por enésima vez en el día.

Era extraño no saber de Jungkook. Desde que lo había dejado en la universidad en la mañana no había recibido ni un mensaje, mucho menos una llamada. Tampoco había estado muy comunicativo en el trayecto, ni después de la intensa sesión sobre el sofá.

Se había retirado a un lugar que él desconocía, sacando a flote una nueva faceta: un Jungkook callado y meditabundo, impenetrable y un poco oscuro. Taehyung quería comenzar a tocar esa puerta tras la cual se escondía, darle patadas y gritar desde afuera para que lo dejara entrar, más cuando su intuición le decía que esa situación tenía que ver con la aparición de Eunwoo, y esa aparición era del tipo que lo cambia todo.

Había intentado indagar más sobre el sujeto en internet, pero no encontró nada particularmente sórdido o tenebroso, salvo el usual comportamiento de una importante estrella de rock. Tampoco encontró nada que lo relacionara con Jungkook, pero le había dado una vibra extraña cuando lo vio en The Lost, y si a eso le sumaban el errático comportamiento de Jungkook…

Eunwoo era una especie de virus que se había colado en el sistema linfático de su armoniosa existencia y los síntomas se estaban empezando a notar. La cuestión era que, al no saber exactamente cuál era la enfermedad, no podía aplicar el antibiótico adecuado.

Claro que había una clara opción, una explicación que resaltaba en el fondo de su mente como un anuncio luminoso, pero no se sentía capaz de afrontarla.

—Taehyung —la voz del señor Moon lo sacó de sus muy destructivas y poco prácticas cavilaciones—, Jungkook está aquí.

Decidió atenerse a su modus operandi usual: si había algo que no entendía, lo mejor era preguntar. A fin de cuentas, la fuente de información primaria compartía la cama con él al menos cuatro días a la semana.

Taehyung salió de su escondite, justo detrás de la sección de Mitología y Religión, aún debatiendo si utilizar un enfoque directo o uno solapado.

Jungkook estaba apoyado en el mostrador conversando educadamente con el señor Moon mientras Yerin revoloteaba a su alrededor. El chico era el único que lograba que su compañera de trabajo no pareciera a punto de asesinar a aquel que osara dirigirle la palabra.

—¡Hola! —dijo para llamar su atención con la mejor sonrisa de su arsenal.

Jungkook intentó sonreír, pero solo le salió una mueca que no era, ni de lejos, su mejor intento.

—¿Ya terminaste?

—Sí. Déjame ir por mis cosas.

El castaño fue a la trastienda por su mochila y, una vez que regresó, Jungkook se la arrebató de las manos y se colgó el asa por encima del hombro.

Con esa misma ausencia, que lo hacía parecer más una sombra dibujada a lápiz que una forma sólida y viviente y que le impedía siquiera tocarlo, lo siguió afuera. El Mustang estaba estacionado justo frente a la tienda. Le abrió la puerta sin mirarlo y, en cuanto se pusieron en marcha, ya el silencio era mucho más ruidoso que una presentación de Ordnung.

—Nunca se me había ocurrido —comenzó Taehyung con el tono más desapegado del que fue capaz—, pero me parece que el nombre perfecto para un elefante sería… Eunwoo.

—¿Qué? —Jungkook volteó a verlo con una expresión digna de foto.

—Ojos en la vía, señor conductor —dijo, señalando el punto en cuestión—, y estoy hablando del enorme elefante rockero que está ahora sentado en este coche.

Addicted To You ❀ KooktaeWhere stories live. Discover now